No puede haber paz donde todavía haya personas desaparecidas y familias en el suplicio de la incertidumbre. No puede haber paz donde se deniegue el derecho a la verdad. No puede haber paz donde impere la impunidad. No puede haber paz mientras las víctimas de desapariciones forzadas no sean plenamente reparadas. No puede haber paz mientras no se establezcan acciones concretas que impidan la repetición de una de las violaciones más crueles de los derechos humanos.
Al mismo tiempo, para avanzar hacia la paz, necesitamos incorporar las causas y las voces de las personas afectadas por las violencias. En este caso: las víctimas de desaparición forzada y las familias que buscan a sus seres queridos. Años de observación y diálogos con ellas nos permiten afirmar que los colectivos de personas buscadoras realizan valiosas aportaciones a la construcción de paz , tanto a nivel conceptual como estratégico.
Es con estas premisas que, en tanto que institución de paz, el ICIP ha participado en el primer Congreso Mundial sobre Desapariciones Forzadas, celebrado en Ginebra los días 15 y 16 de este mes. El encuentro ha reunido a más de setecientas personas de todos los continentes. Muchas más han seguido las sesiones en línea. Han asistido representantes de Estados y de organizaciones intergubernamentales, de las principales ONG e instituciones de derechos humanos y los expertos y expertas con mayor reconocimiento mundial en este ámbito. Pero, sobre todo, han acudido al encuentro decenas y decenas de personas buscadoras, especialmente madres, hijas, parejas, abuelas, hermanas de los cientos de miles de personas desaparecidas que todavía hay en el mundo. Y esta presencia en un mundo de ausencias es lo que más fuerza y sentido ha dado al Congreso.
En un contexto global cada vez más hostil a la defensa de los derechos humanos, dominado por discursos de odio y desconfianza y por el aparente triunfo del individualismo, todas estas mujeres de lenguas, religiones y culturas diversas pero con un compromiso común por el derecho a la verdad ya la justicia nos han regalado soplos de esperanza y dignidad.
Sus testimonios deben empujarnos a poner la cuestión de las desapariciones forzadas en la agenda internacional – y el congreso de Ginebra ha sido un excelente ejercicio en este sentido. También deben inspirarnos en lo que podemos hacer desde nuestros respectivos lugares. Cuatro ideas van haciendo camino desde que hemos vuelto de Ginebra:
- Las desapariciones forzadas tienen unas profundas dimensiones de género. Es una cuestión todavía poco desarrollada a la que es necesario dar más visibilidad. En el marco del congreso el ICIP ha facilitado una mesa sobre el impacto de las desapariciones en las mujeres y seguirá trabajando desde esta perspectiva.
- Vivimos en un país que no ha resuelto la cuestión de las desapariciones forzadas. Es necesario seguir recordándolo y poner en valor los esfuerzos de las instituciones y colectivos que recuperan y preservan la memoria histórica. En nuestras latitudes, el fenómeno de las desapariciones no es sólo cosa del pasado. Vemos cómo se multiplican en los contextos migratorios y los controles de fronteras. También existen realidades, como las de los bebés robados, que no se están atendiendo con la urgencia y prioridad que merecen.
- La cooperación internacional es fundamental para luchar contra las desapariciones forzadas. No es sólo cuestión de solidaridad con las víctimas, es también un imperativo legal codificado en el derecho internacional de los derechos humanos.
- Las familias – y en particular los colectivos de mujeres buscadoras – necesitan espacios de encuentro donde hablar de sus experiencias, dificultades y avances, o simplemente reconocerse en frustraciones y miedos compartidos. El congreso mundial ha vuelto a poner de manifiesto esta necesidad. El ICIP tiene ya experiencia en convocar este tipo de encuentros y se ha propuesto seguir sumando esfuerzos para la organización de futuras convocatorias.
El año comienza con pronósticos muy reservados en lo que se refiere a la paz, la prevalencia del multilateralismo y la defensa de los derechos humanos. Por eso, ha sido una suerte inmensa participar en un congreso que ha dejado claro que la red de personas y colectivos que trabajan por un mundo más justo y menos violento es todavía fuerte y extensa, y que las luchas que ponen el amor y la vida en el centro son imparables.
Sabina Puig y Sílvia Plana, técnicas del ICIP