Kásuumaay en lengua diola significa paz. Pero es una paz integral. Una paz como solución al conflicto armado, pero también una paz espiritual, una paz social y una paz cultural. En la Baja Casamance el garante de la paz es el rey, un rey muy diferente de los de aquí. Un rey que, junto con su consejo real, vela para que los habitantes de la comunidad vivan en harmonía, en un territorio multiétnico y rodeado de unos paisajes naturales espectaculares.
Esta región del Senegal, marginada política y socio-económicamente, empezó una revuelta hace más 30 años que se ha transformado, con el tiempo, en una reivindicación independentista. Después de varios años de ausencia, sólo la figura tradicional del rey ha podido traer una cierta calma a Oussouye. En la actualidad, las partes en conflicto mantienen una negociación en Roma, con la mediación de la Comunidad de San Egidio.
Ésta es la situación que de una manera muy visual, pero al mismo tiempo rigurosa, describe el documental dirigido por Xavier Puigserver, surgido de una ayuda de investigación R-ICIP y que ayer se presentó en los cines Méliès de Barcelona con el aforo completo. El debate posterior contó con la presencia del antropólogo Jordi Tomàs y del profesor Ferran Iniesta, así como del director de Kásuumaay y de la directora del ICIP, Tica Font.
El documental se centra en los aspectos culturales del conflicto desde una visión antropológica que da las claves para entender las relaciones entre los diversos actores. Más allá de las entrevistas con expertos, en varios momentos, las imágenes y la música sumergen al espectador en un estado casi hipnótico. 53 minutos después, despertará conociendo perfectamente el significado de una palabra en lengua diola que antes desconocía: Kásuumaay.
El acto contó con la presencia de un numeroso grupo de personas originarias del Casamance que actualmente viven en Cataluña y que mediante sus contribuciones al debate pusieron de manifiesto la responsabilidad de Francia como potencia colonial y de varios países (entre ellos España) como vendedores de armas al estado senegalés. El gobierno de Senegal también fue criticado por la represión con la que respondió a las demandas de la población del Casamance.

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