Actualmente, en todo el mundo, hay cerca de 20.000 armas nucleares, 2.000 de las cuales están preparadas para ser utilizadas en cuestión de minutos. Son los instrumentos más destructivos y de efectos indiscriminados que se han creado, efectos devastadores a nivel médico, medioambiental, social y también cultural. La capacidad nuclear actual, en manos mayoritariamente de los Estados Unidos y Rusia, es equivalente a 100.000 bombas como la de Hiroshima y podría acabar con la vida del planeta varias veces. Una realidad peligrosa que se ha puesto de manifiesto en el debate organizado este mediodía en Barcelona por el Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP), FundiPau y el Centro Delàs de Estudios por la Paz, en el marco de la Semana de Abolición de las Armas Nucleares.
El acto ha contado con la participación del investigador del Hiroshima Peace Institute, Robert Jacobs, que se ha centrado en los efectos que tienen las pruebas nucleares y los accidentes en centrales de este tipo. Y es que desde el año 1945 se han hecho hasta 2.000 pruebas con armamento nuclear en todo el mundo, lo que conlleva radiaciones con graves consecuencias sobre la población a largo plazo. Consecuencias a nivel de salud – la lluvia de partículas radiactivas contamina el ambiente y provoca enfermedades como el cáncer – pero también a nivel social y cultural. Según explica Jacobs, ‘en muchas zonas donde se han hecho experimentos nucleares, la población ha tenido que ser evacuada, y esto quiere decir desconectarla de su estilo de vida, de sus tradiciones, perder la independencia social y la dignidad, puesto que pasan a ser personas identificadas como contaminadas’.
Colonialismo nuclear
A lo largo de la historia nuclear, quien más ha sufrido las consecuencias de las radiaciones son las poblaciones más marginadas socialmente, lo que Jacobs denomina colonialismo nuclear: ‘Francia no ha hecho las pruebas cerca de París, sino en Argelia y Polinesia; Rusia las ha hecho en Kazakhstán, donde aún la gente vive en pueblos contaminados y come carne de caballo contaminada’.
La prohibición, única solución
En el acto se ha puesto de relieve que los peligros de las armas nucleares se deben a su propia existencia y que la única garantía contra su proliferación es eliminarlas. En este sentido, el investigador del Centro Delàs de Estudios para la Paz, Xavier Bohigas, ha destacado que ‘las bombas nucleares son un peligro aunque no se utilicen, puesto que los elementos que se usan para su fabricación ya son altamente radiactivos’. Bohigas ha añadido también que este tipo de bombas son una ‘aberración’ por el tipo de gasto que representan (105 mil millones de dólares, el año 2011) y por esto ha constatado que la único solución pasa por prohibir el armamento nuclear.
En el mismo sentido se ha expresado el director de FundiPau, Jordi Armadans, miembro -junto al Centro Delàs- de la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), una red de organizaciones no gubernamentales presente en 60 países que defiende la necesidad de un tratado de prohibición de este tipo de armamento. Para Jordi Armadans, el objetivo de la campaña es ‘terriblemente ambicioso’, teniendo en cuenta que se han necesitado 15 años de lucha para regular las armas convencionales con el reciente Tratado de Comercio de Armas. A pesar de las dificultades, Armadans afirma que hay que intentar conseguir el reto y destaca la participación activa del movimiento por la paz en esta campaña. Actualmente, 150 países dan apoyo a la prohibición de las armas nucleares.

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