Actualmente más de 60.000 personas han participado en un proceso de reinserción a la sociedad civil después de haber formado parte de grupos armados en Colombia. Este proceso, lejos de acabarse, deberá repetirse con entre 8.000 y 15.000 personas más que todavía están movilizadas a medida que avanzan los acuerdos de paz en el país. Un ejemplo del éxito de este proceso son las cerca de treinta mujeres ex combatientes que han participado al proyecto ‘Mujeres Gestoras de Paz’, impulsado por el Museo Casa de la Memoria de Medellín con el objetivo de empoderar las mujeres involucradas en el conflicto con nuevas actitudes y habilidades para que participen en los procesos de construcción de paz y reconciliación en sus comunidades.
Para conocer de primera mano sus experiencias, el martes 5 de abril se celebró en Barcelona el acto “Experiencias de reintegro en Colombia”, en el marco del Ciclo Paz en Colombia organizado por el ICIP y Casa América Cataluña. Cerca de unos cuarenta asistentes pudieron escuchar los testimonios de Leidy Marisa Montoya, ex guerrillera de las FARC, y Gloria Patricia Castañeda, ex paramilitar del grupo AUC, acompañadas por Adriana Valderrama, directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín; Carolina Betancur, responsable de alianzas del museo; y Rafael Grasa, presidente del ICIP.
Valderrama remarcó la importancia del museo que dirige, tanto para Colombia como para las comunidades colombianas que viven fuera del país. “Medellín es una ciudad puntera en programas de víctimas y de paz y reconciliación, pero el Museo también itinera por el territorio, ya que acompañar las regiones lejanas en la creación de espacios de reconciliación es una de nuestras responsabilidades”, expresó. En la misma línea, Betancur apuntó que el objetivo del proyecto es “dar a conocer experiencias de esperanza en medio del proceso de paz”. “El museo recoge memorias de las víctimas y de los victimarios. Es una casa física, pero también tiene proyectos comunitarios con voluntad pedagógica, como ‘Mujeres Gestoras de Paz’, que se centra en el rol de la mujer durante los años de violencia”, explicó.
Un ejemplo de estas “experiencias de esperanza” es el caso de Leidy Montoya, que se desmovilizó en el año 2008. La exguerrillera entró en las FARC cuando tenía 13 años para alejarse de una situación familiar difícil. Optó por esta vía porque la guerrilla era quien controlaba la zona donde vivía y la vio como la única salida posible a su situación familiar. “Fue una mala decisión de niñez”, se lamentó. Diez años después de tomar aquella decisión, Montoya decidió cambiar de vida; ahora trabaja con abuelos de su comunidad reconstruyendo memoria gracias al proceso de reintegro y a su participación en el proyecto del Museo. “Ha sido la experiencia más bonita y enriquecedora del proceso de reconciliación. Me llenó de muchas ideas y me curó muchas heridas de la guerra”, explica sobre ‘Mujeres Gestoras de Paz’. “Te da la capacidad de hablar con diversas mujeres sobre experiencias muy diferentes y creas lazos de amistad muy bonitos. Estuvimos en conflictos diferentes, pero ha sido posible construir la paz entre nosotros”.
Por su parte, Gloria Castañeda ingresó en las AUC a los 28 años por motivos económicos. En aquella época no conseguía encontrar trabajo y un amigo que tenía una clínica donde cumplía “funciones sociales” para los grupos armados le propuso acceder. Castañeda aceptó y estuvo trabajando con combatientes durante 5 años, hasta que los decisores del grupo desmovilizaron algunos de sus miembros. Tiempo después de ser desmovilizada, la ex paramilitar entró en el proyecto ‘Mujeres Gestoras de Paz’ que valoró especialmente para tener en cuenta “la parte humana, que no estaba en el proceso de reintegro del gobierno, más centrado en la educación, el acceso a la sanidad, el trabajo… Son aspectos importantes, pero también lo es aquello que tienes dentro”. Sobre su experiencia de reintegro destacó que con las otras mujeres hablan “de heridas del pasado, de aquello que perdimos estando en la guerra y de aquello que nos perdimos al ir. La parte humana siempre se pierde en todos los procesos, por eso estoy muy contenta de participar en este proyecto, porque si que la tiene en cuenta.”
Retos de convivencia
Durante el proceso de reintegro, las personas desmovilizadas viven diversos retos de convivencia. Volver a la comunidad donde vivieron antes de unirse a los grupos armados, reconocer los actos pasados y aprender a aceptarlos, son aspectos que se tienen que trabajar en el día a día. “En el retorno a mi pueblo, diversos familiares de paramilitares expulsados me señalaban por la calle, aunque yo no tenía nada que ver. Ahora, yo y los tres desmovilizados de mi pueblo ya participamos en la comunidad y no hay ningún tipo de rechazo”, explicó Montoya. En cambio, el proceso de aceptación de los hechos pasados fue complicado. “Fue muy duro reconocer mis actos. La decisión de entrar en las FARC fue una decisión de niñez que seguramente no repetiría”, reconoció la ex guerrillera.
Para Castañeda el primer paso del proceso fue “aceptar que entré en el grupo sin saber a qué se dedicaba y después asumir mis actos. Ser capaz de pedir perdón si alguien me reclama alguna cosa. Al principio no encuentras palabras para justificar qué hiciste. Con el tiempo vas asumiendo que tienes que empezar de nuevo, construirte un futuro. En el proceso de reintegro se te abren muchos espacios, pero tienes que luchar por conseguirlo. Tienes que actuar.”
Las dos ex combatientes no dudaron cuando fueron preguntadas sobre qué pasos se tendrían que seguir para conseguir reintegrar con éxito a los miles de personas movilizadas que todavía hay en Colombia. “Hablar con los jóvenes es uno de los pasos para la no repetición, que vean todo el tiempo que perdimos”, opinó Montoya. Sobre el papel de las víctimas en el proceso añadió: “No ha habido encuentros, pero sería importante que en algún momento hubiera un espacio para interactuar con las víctimas para poder explicar en qué circunstancias tomamos la decisión de entrar en los grupos armados y como te veías obligada a cumplir todo aquello que te mandaban.”
Castañeda, por su parte, criticó que las rutas de reintegro “eran iguales para todo el mundo, hombres y mujeres. El nuevo proceso de desmovilización lo tendría que tener en cuenta, ya que para los hombres es más fácil encontrar trabajo y en cambio, las mujeres, que normalmente tienen menos estudios, se quedan en casa.” También remarcó la importancia del acompañamiento durante todo el proceso y como debería ser el acercamiento a la sociedad civil. “El acercamiento no se tiene que hacer diciendo ‘Soy una desmovilizada’. Se tiene que mostrar con acciones para mejorar las cosas que se dañaron en la comunidad. Este es el camino para ser aceptada”, concluyó.
Montoya aportó la nota final de optimismo al reflexionar sobre los casos de éxito de ‘Mujeres Gestoras de Paz’. “Hay que seguir avanzando. Nuestra experiencia dando a conocer el proyecto por todo el mundo puede ser útil para otras personas. Somos el reflejo de que quien quiera desmovilizarse no tiene que tener miedo”.
Vídeo del acto

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