“¿Es la construcción de paz un arte o una técnica?”. Con esta pregunta, Carmen Magallón, presidenta de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz y presidenta de Honor de WILPF España, nos interpeló a los asistentes de las jornadas anuales de AIPAZ (Asociación Española de Investigación para la Paz), que el ICIP co-organizó los días 24 y 25 de octubre de 2024 en el Museo Pau Casals del Vendrell.
Aunque no hay una respuesta cerrada a esta dicotomía, las conversaciones nos condujeron a profundizar en cómo podemos apropiarnos más de los procesos creadores y creativos, y los productos de estos procesos para avanzar en la construcción de sociedades más justas y con menos violencias, entendiendo que las representaciones culturales y artísticas contribuyen a moldear las realidades en las que habitamos.
Somos conscientes de que hablar de construcción de paz implica hablar de creatividad e innovación; de procesos que no son lineales, sino que necesitan reajustes constantes a los contextos, a coyunturas, a las personas; construir paz implica hablar de transformaciones individuales y colectivas que promuevan y conduzcan a cambios de valores y prácticas buscando procesos sostenibles y duraderos.
La cultura puede ser una herramienta favorecedora de la creación de espacios seguros propicios para el diálogo y la convivencia. Nos puede ayudar a encontrar lugares comunes dado que la creatividad permite ver más fácilmente la humanidad del otro y, por lo tanto, desarrollar la empatía. Vemos que la memoria es, en muchas ocasiones, espacio de disputas, escenario de querer ganar en el terreno de las narrativas dominantes. Así, por ejemplo, los ejercicios artísticos de construcción de memoria colectiva pueden contribuir a promover el diálogo, a generar vínculos entre personas de grupos considerados opuestos, contribuir a construir discursos y estrategias positivos frente a los sentimientos de odio, rabia y miedo.
Destaca también la capacidad transformadora y sanadora del arte en los procesos psicosociales, para la expresión y gestión de las emociones, el trauma y las vivencias, ya que permite a las personas comunicarse de forma y desde lugares diversos. Así, como parte del trabajo del ICIP con la Comisión de la Verdad de Colombia, impulsamos la creación colectiva de dos canciones con víctimas en el exilio y la cantautora Marta Gómez. Más de 100 personas participaron en talleres, presenciales y virtuales, para componer grupalmente una letra que pudiera recoger lo que significó el exilio y la salida del país para ellas. Como resultado, a día de hoy Marta Gómez tiene dos canciones: “Surcos de amor”, que es el mensaje del exilio a Colombia; y “Vuelve”, que es la respuesta, el mensaje que les gustaría que les diera su país natal. Este proceso no solo tuvo un enorme impacto en la sanación de heridas, en trascender de lo individual a lo colectivo, sino que estas canciones perduran en el tiempo y permiten acercar la experiencia del exilio a todo aquél que escuche a Marta y sus canciones. Otro ejemplo, es el proceso de redacción y publicación del libro Exilios y lejanías, escrito e ilustrado por trece mujeres colombianas que viven lejos de Colombia.
El arte y la cultura también pueden tener un rol relevante a nivel de sensibilización y de pedagogía. A modo de ejemplo, la Comisión de la Verdad de Colombia entregó al finalizar su mandato el informe final, “Hay futuro si hay verdad”, con once tomos y más de 10.000 páginas. Sin quitar importancia a la necesidad de tener documentado y recogido en el informe todos los hallazgos y recomendaciones, tenemos que ser realistas y saber que con este medio se llega a un número reducido de personas. Por ello, se trabajó en paralelo con la creación de materiales artísticos. Hay numerosos documentales, obras de teatro, exposiciones, libros, murales, que recogen con lenguajes diversos lo que ha implicado el conflicto armado en Colombia. Estos productos de las diferentes prácticas artísticas, constituyen un espacio de memoria y verdad y son también parte del legado de la verdad en Colombia. De hecho, un testimoniante en Italia dijo: «El arte es un informe sin palabras.»
Además, no podemos olvidar que todo esto tiene un papel clave en las garantías de no-repetición de las violencias y los conflictos. La cultura y la memoria son un garante para mantener vivas las experiencias del pasado, los aprendizajes, y evitar que lo sucedido vuelva a repetirse.
¿Es la construcción de paz un arte o una técnica? Podemos concluir que la construcción de paz necesita tanto de la técnica como del arte. Para generar procesos realmente transformadores, incluso buscar reactivar y ampliar el movimiento por la paz, necesitamos de una mirada amplia y creativa, que sume y no se limite a los tecnicismos. Tenemos el reto de llegar e interpelar a nuevos públicos, articularnos con actores diversos, desde museos, teatros, festivales o editoriales que, en muchas ocasiones, contribuyen a generar narrativas y dinámicas para sociedades más pacíficas, aunque no lo hagan bajo la sombrilla de la “paz”. Necesitamos explorar a la vez nuevos lenguajes, nuevas formas de comunicar e imaginar juntas un futuro diferente – incluso ideal y utópico – con mayor inventiva, caminando de la mano con actores nuevos y buscando articulaciones diversas e innovadoras.
Sílvia Plana, responsable de Alianzas Estratégicas del ICIP