Catorce años después del inicio de la revuelta popular, Siria sigue inmersa en una profunda crisis política, social y humanitaria. Pero entre las ruinas del conflicto, una sociedad civil resiliente mantiene vivo el anhelo de cambio. Esta fue la tesis central de la sesión “Siria, 14 años después: resistencia, esperanza y perspectivas de paz”, organizada por el ICIP, con la participación de la activista e historiadora siria Nour Salameh, el periodista Oriol Andrés Gallart y la moderación de la profesora y experta en mundo árabe Lurdes Vidal.

El acto, que tuvo lugar el 8 de abril en el Hub Social de Barcelona, ofreció una mirada sobre la situación actual del país tras la caída del régimen de Al Assad, el pasado mes de diciembre, y las masacres cometidas este mes de marzo.

Una sociedad civil viva, a pesar de todo

A pesar de los años de represión, guerra y exilio, Salameh defendió que la sociedad civil siria no ha dejado de luchar, y no solo ha sobrevivido, sino que se ha transformado y diversificado, especialmente a través de la diáspora. “Lo que queda de esa sociedad civil, de esas personas que han luchado catorce años contra la dictadura y por la justicia, es mucho —e incluso se ha multiplicado”, afirmó. Según Salameh, han surgido iniciativas que preservan la memoria de las víctimas, apoyan a las familias de personas desaparecidas y promueven el empoderamiento de las mujeres.

Hoy en día, la reconstrucción material es uno de los grandes retos del país, pero también lo es la reconstrucción del tejido social. “El principal reto de la sociedad civil es abrir espacios de diálogo entre las distintas facciones del país”, señaló. Una tarea difícil, condicionada por la fractura territorial y social causada por décadas de políticas sectarias y por las heridas abiertas del conflicto.

Tanto Salameh como Andrés coincidieron en el diagnóstico de un país roto. Ciudades como Homs lo ejemplifican: barrios enteros destruidos por la represión, mientras otros, aliados al régimen, han quedado intactos. También existen tensiones entre los sirios que abandonaron el país y los que se quedaron.

Justicia, memoria y lucha contra la impunidad

Según los participantes, la justicia para las víctimas sigue siendo una asignatura pendiente en el país mediterráneo. La existencia de asociaciones que documentan desapariciones y denuncian crímenes de guerra muestra el compromiso con la memoria, pero también los límites de esta lucha. Andrés destacó que la victimización generalizada y la falta de un relato compartido dificultan la reconciliación. “Existe una competencia por ver quién es más víctima”, advirtió.

A pesar de las declaraciones oficiales, la investigación de los crímenes del régimen de Al Assad es escasa, y se han producido nombramientos de figuras implicadas en graves violaciones de derechos humanos. Sin un proceso real de justicia transicional, resulta difícil romper el círculo de la impunidad.

El acto concluyó con un mensaje compartido de confianza en la sociedad civil siria: “La población no permitirá otro régimen autoritario y continuará luchando como lo ha hecho durante los últimos 14 años”, coincidieron Salameh y Andrés. Y una nota final de esperanza: “A pesar de todo, existe una sociedad civil, hay personas capacitadas e ilusionadas por construir una nueva Siria. Y debemos apoyarlas y confiar en ellas”, remarcó Vidal.

La actividad incluyó la lectura en árabe y en catalán del poema “No lloraré” de la poeta palestina Fadwa Tuqan, a cargo de Noor Ogly y la presidenta de FundiPau, Carme Suñé. El poema sirvió para tejer un hilo entre las experiencias del pueblo sirio y el palestino, conectando dos realidades marcadas por la lucha y la resiliencia.

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