La verdad de las mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia es el título del informe final de la Comisión de Verdad y Memoria de Mujeres Colombianas (CVMMC), presentado recientemente en Bogotá. En este informe se recogen las voces de más de mil mujeres que dieron testimonio con el fin de hacer visible su experiencia en el escenario de guerra que vive el país desde hace más de cincuenta años, y de contribuir a crear una verdad colectiva narrada por mujeres que sea compartida por la sociedad colombiana a la que se dirige.
El año 2010 la Ruta Pacífica de las Mujeres Colombianas inició un proyecto que parecía difícil realizar: recoger la memoria y la verdad de mujeres colombianas que habían sido víctimas de violaciones de derechos humanos en el contexto del conflicto armado. Los retos eran, en primer lugar, llevar a cabo este proyecto en un país que sigue en guerra; y, en segundo lugar, llevarlo a cabo con los medios al alcance de un movimiento social de base.
La Ruta pacífica es una red compuesta por 389 grupos de mujeres vinculados al movimiento feminista, por la paz y los derechos humanos o al ámbito comunitario, creada en 1996 a partir de las movilizaciones para dar apoyo a las mujeres de zonas especialmente afectadas por la violencia de los actores armados. Desde su creación ha trabajado por la salida negociada al conflicto armado de Colombia y por acabar con la impunidad de aquellos que perpetran violencias contra las mujeres. La Ruta es un movimiento de base con presencia en nueve regiones colombianas que se caracteriza por su compromiso en dar apoyo a las mujeres que a ella se dirigen, y también por su capacidad de movilización y de propuesta política partiendo de la experiencia de las mujeres. Asimismo, las movilizaciones de la Ruta pacífica se conocen por la riqueza del lenguaje simbólico que utiliza y por su creatividad.
Los dos retos antes mencionados se han sabido convertir en elementos que singularizan el proyecto. La experiencia acumulada por el hecho de ser un movimiento de mujeres ha dado a la Ruta la capacidad de autoprotegerse, de proteger y acompañar a las mujeres que dieron testimonio en un país donde los derechos humanos no están garantizados. Esto ha significado no ponerlas en riesgo durante las entrevistas y apoyarlas con asesoramiento y acompañamiento psicosocial cuando lo han necesitado a lo largo del proceso. Por otra parte, los recursos humanos movilizados han sido siempre propios. Es decir, han sido mujeres de la Ruta pacífica quienes han documentado los testimonios, los han trascrito, codificado y las que han escrito el informe final, contando con asesoramiento y apoyo externo puntual. Este hecho ha dado lugar a un proyecto de Investigación– Acción– Participación que aporta elementos para la reflexión y la innovación a futuras Comisiones que se planteen trabajar con la verdad y la memoria de mujeres.
Las mujeres han sido convertidas en objetivo militar en el conflicto armado colombiano, por su capacidad de resistir, su persistencia en hacer y rehacer las condiciones de humanidad y su tenacidad en la defensa de las personas queridas.
La tarea de la CVMMC se ha basado en la capacidad de organización y en el esfuerzo de aprendizaje y de formación de las mujeres de la Ruta pacífica. Más de ochenta personas han participado durante el desarrollo del proyecto, entre las cuales: 36 documentadoras, 10 digitadoras, 7 codificadoras y sistematizadoras y 8 investigadoras.
El trabajo se ha desarrollado en diversas fases: los talleres iniciales de formación de mujeres que iban a tomar testimonio a otras mujeres; la articulación por regiones de la planificación, la realización de unas 100 entrevistas –que dieron lugar a una grabación de voz y a una ficha- y su trascripción; la posterior centralización de toda la información con el fin de codificarla con el programa Atlas-ti y procesarla estadísticamente; la tarea final de redacción del informe situando en el centro los testimonios recogidos.
Un elemento clave que ha hecho posible la CVMMC ha sido la confianza que ha presidido todos los estadios y espacios del proceso. Confianza entre las mujeres que asumieron el reto de llevar a cabo este proyecto. Confianza hacia la Ruta pacífica por parte de las mujeres que dieron su testimonio. Confianza creada en el espacio de la entrevista que hizo posible emerger la palabra de las mujeres silenciada durante tanto tiempo.
Otro aspecto de igual importancia ha sido el compromiso de dar apoyo a todas las mujeres implicadas y proporcionarles herramientas para afrontar los impactos recibidos en las diferentes fases del proceso de trabajo con los testimonios. Esta tarea de cuidado se ha realizado de forma continuada en cada región y en un gran encuentro de elaboración y reflexión sobre el trabajo realizado y la experiencia de llevarlo a cabo.
Las mujeres colombianas piden Verdad y Justicia, que se acabe con la impunidad. Piden también la desmilitarización de la vida y los territorios y el acceso a la educación, los servicios de salud y el trabajo: el mejor antídoto contra la violencia.
La CVMMC ha dado lugar a dos documentos: Memoria para la vida, sobre la metodología utilizada; y el informe La Verdad de las mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia , publicado en dos volúmenes. En el primero de ellos, después de un capítulo introductorio que bosqueja el marco general del estudio, se ofrecen los contenidos de los testimonios, analizados cuantitativa y cualitativamente, organizados en grandes bloques que hacen referencia a las consecuencias que los hechos de violencia tuvieron en las vidas de las mujeres entrevistadas y a los impactos por ellas recibidos. Además de la dimensión y la profundidad del daño, el informe recoge el relato de las mujeres acerca de cómo afrontaron estos hechos, qué hicieron para sobrevivir y sobreponerse a las graves violaciones de derechos humanos. El segundo volumen presenta los hechos de violencia narrados por las mujeres, los nueve casos colectivos y recopila sus demandas de reparación.
El informe ofrece pues una verdad fáctica y una verdad narrativa. La verdad fáctica tiene que ver con lo que ocurrió, a quién, dónde, cuándo, cómo y quién se vio involucrado. Esta verdad que intenta captar los contextos, las causas, los patrones y los impactos de la violencia, permite ver la naturaleza y la magnitud de los hechos, y también sostener procesos de denuncia. La verdad narrativa, en cambio, tiene que ver con la experiencia subjetiva y los significados que le atribuimos. Esta verdad experiencial proporciona conocimiento sobre historias personales, sobre creencias y valores, sobre los impactos y las resistencias de las mujeres.
De los testimonios se desprende que las mujeres han sido convertidas en objetivo militar en el conflicto armado colombiano; un conflicto entorno al control del territorio y los recursos naturales que ha supuesto la militarización de la vida de la población o su expulsión. Las mujeres por su capacidad de resistir, su persistencia en hacer y rehacer las condiciones de humanidad y su tenacidad en la defensa de las personas queridas se convierten en un obstáculo para los actores armados. Las violencias contra las mujeres en este contexto cobran formas muy diferentes que van desde las amenazas (49,46%), la tortura psicológica (54,40%) o física (15%), al desplazamiento forzado (76,20%) o la violencia sexual (13,2%).
Sin embargo, los testimonios hablan también de una violencia anterior o en ámbitos ajenos al conflicto que nos remiten a la existencia de un continuum de las violencias en la vida y la experiencia de mujeres. La violencia sexual es una muestra de ello: mientras que un 13,20% de mujeres dicen haberla padecido en el contexto de la guerra, un 15,20% declara haber sido víctima de la misma en el ámbito familiar y comunitario. El informe confirma pues que para una mujer cuando se acaba la guerra, no se acaba la violencia porque el origen de la violencia contra las mujeres tiene que ver con la relación de dominación de los hombres sobre las mujeres en el patriarcado que la normaliza en todos los ámbitos y momentos.
A la vez que constata el alcance y la gravedad de la violencia contra las mujeres, el informe también nos proporciona un conocimiento en profundidad de los impactos de la misma en las vidas y los cuerpos de las mujeres entrevistadas. Así se pone de manifiesto la unidad y la corporalidad de la experiencia femenina. Es decir, los impactos de la violencia directa, de las pérdidas y del quebranto de la propia vida, circulan y se conectan unos con otros dando lugar a enfermedades, percepciones alteradas del propio cuerpo, distorsiones de la sexualidad, de las relaciones con las personas y el entorno.
No obstante, las mujeres entrevistadas han sobrevivido a la violencia y sus testimonios también relatan cómo ellas hicieron frente a los hechos traumáticos y aprendieron a vivir con las pérdidas y los daños. En sus narraciones, explican cómo el motor principal para resistir y rehacerse fueron los vínculos con las personas queridas, principalmente las hijas y los hijos. En nombre de estos vínculos ellas confrontaron a los actores armados, diseñaron estrategias de protección y estuvieron dispuestas a perderlo todo en el desplazamiento o la huida para salvar su vida y la de los demás. También la responsabilidad que habían asumido hacia las personas que de ellas dependían las sostuvo en su empeño por hacer y rehacer las condiciones de humanidad para conseguir tener una vida digna.
Por lo que se refiere a las demandas de reparación, en los testimonios se escucha por encima de todo el sentimiento de irreparabilidad de los daños sufridos, pero a la vez la necesidad de mirar hacia el futuro en nombre de los sueños personales y, una vez más, de las hijas y los hijos. Las mujeres demandan Verdad y Justicia, quieren que se acabe con la impunidad. Piden también, en especial, la desmilitarización de la vida y los territorios y el acceso a la educación, a los servicios de salud y al trabajo. Para ellas estas oportunidades para mejorar la vida de las personas son el mejor antídoto contra la violencia.
Es decir, las mujeres colombianas que dieron su testimonio a la CVMMC piden la construcción de una paz positiva que no se limite al cese de la lucha armada, sino que avance en el sentido de una mayor justicia para las personas que tienen que vivirla.
Fotografía: Diana Duque Muñoz .
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