Cuando se cumplen los 100 años del comienzo de la que se conoció como la Gran Guerra, la I Guerra Mundial, no podemos dejar de lado la que fue una de las iniciativas más significativas, creativas y admirables contra la guerra y a favor de otro orden mundial: el Congreso Internacional de Mujeres celebrado en La Haya, del 28 de abril al 1 de mayo de 1915. Convocado por un grupo de sufragistas, de él surgiría el International Committee of Women for Permanent Peace, organización de mujeres por la paz que en 1919 pasó a llamarse Women’s Internacional League for Peace and Freedom (WILPF).
Hay que decir que la I Guerra Mundial dividió a las sufragistas, lo que reafirma nuestra afirmación de que la defensa y el trabajo por la paz, el pacifismo, no es algo connatural en las mujeres sino una opción1. De hecho, la International Woman Suffrage Alliance como tal organización no apoyó el Congreso de la Haya y este se celebró por el empeño del pequeño núcleo que decidió lanzar un llamamiento a las mujeres de todas las naciones. Acogidas por Aletta H. Jacobs, primera doctora en Medicina de Holanda, en febrero de 1915, se reunieron en Amsterdam cuatro belgas, cuatro alemanas y cinco británicas, entre ellas la alemana Anita Ausburg, la escocesa Chrystall MacMillan y las inglesas Kathleen Courtney y Catherine Marshall. En esa reunión se elaboró un programa preliminar y se decidió crear un comité que llevara a cabo la difusión, el envío de las invitaciones y la organización del congreso2. La convocatoria se convirtió en una llamada de solidaridad humana que se extendió más allá de Europa, un hito simbólico a nivel mundial.
Al Congreso de La Haya asistieron más de 1.300 mujeres representando a ciento cincuenta asociaciones de doce países; allí estaban sufragistas y sindicalistas de varios países, laboristas británicas, mujeres de organizaciones tan diversas como las Trabajadoras Agrícolas de Hungría, la Liga para la Protección de los Intereses de los Niños de Holanda o la Asociación de Mujeres Abogadas de Estados Unidos3. En la carta que recibieron las invitadas se requería a las asistentes estar de acuerdo con los planteamientos preliminares que implicaban dos convicciones: 1) Que los conflictos deben solucionarse por medios pacíficos y 2) Que el voto debía ser un derecho de las mujeres4.
La determinación y el esfuerzo de las mujeres para llegar al Congreso de La Haya fue un acto de heroísmo, sobre todo por las que provenían de los países beligerantes
Llegar a La Haya no fue fácil. La mayoría de los países de las participantes estaban en guerra y tanto sus gobiernos como parte de la opinión pública no aprobaban el encuentro de mujeres de los dos lados de la confrontación. Las francesas y las rusas no recibieron el permiso de sus gobiernos para asistir. Las inglesas no consiguieron llegar al continente debido al cierre del Mar del Norte y las belgas tuvieron que realizar la última parte del recorrido a pie. Fue lo primero que remarcó la presidenta del Congreso, Jane Addams5, en el discurso de apertura del mismo: que la determinación y el esfuerzo realizado para llegar hasta allí, por todas pero sobre todo por las que provenían de los países beligerantes, había sido un acto de heroísmo. Subrayó también la fuerza de espíritu mostrada al defender la civilización como patrimonio universal, fuerza que las había impulsado a reunirse en un momento en que el internacionalismo estaba tan cuestionado6. Por su parte, Aletta Jacobs animó a las asistentes a defender con firmeza los derechos humanos, se posicionó contra la guerra y lamentó el insensato despilfarro del conocimiento que debe dejar de ser utilizado para matar, destruir y aniquilar lo conseguido a lo largo de los siglos7.
Un acierto de las organizadoras, que sin duda contribuyó al éxito del Congreso, fue el acotar el debate, poniendo determinados límites. Desde el punto de vista del contenido no se discutiría sobre la responsabilidad de la guerra en marcha, ni tampoco sobre regulaciones de futuras guerras. Desde el punto de vista del método, salvo las que presentaron las resoluciones, nadie podía hablar más de cinco minutos.
El Congreso adoptó 20 resoluciones, de las que entresacamos algunas de las principales propuestas:
La protesta contra la guerra: “Nosotras, mujeres reunidas en congreso internacional, protestamos contra la locura y el horror de la guerra, que lleva consigo un sacrificio irresponsable de vidas humanas y la destrucción de tanto que la humanidad ha construido a lo largo de los siglos”8.
Y el rechazo del discurso de la protección de las mujeres en tiempos de guerra, mientras son objeto de todo tipo de agresiones, en especial, la violación.
Propuestas de paz y mediación: llamamiento a los gobiernos del mundo a poner fin a la sangría e iniciar conversaciones encaminadas al logro de una paz que ha de ser permanente y para ello basada en principios de justicia; y petición a los gobiernos de los países neutrales que convoquen de forma inmediata una conferencia que ofrezca una continua mediación para lograr un acuerdo entre los contendientes.
Las resoluciones explicitaban las condiciones para el logro de una paz permanente: el respeto a la nacionalidad; que no sea reconocido el derecho de conquista; que todos los pueblos posean autonomía y parlamento democrático; que la política exterior sea sometida a control democrático; que los gobiernos del mundo acuerden resolver futuras disputas mediante el arbitraje y la conciliación y que se ejerza presión internacional, moral y económica sobre los gobiernos que, en vez de la vía anterior, recurran a las armas. Un verdadero programa para la construcción de una política internacional garante de paz y justicia.
El Congreso hizo un llamamiento a los gobiernos del mundo a poner fin a la sangría e iniciar conversaciones para el logro de una paz permanente
El informe final del Congreso, que incluía las intervenciones de las madres fundadoras, el relato del desarrollo y las resoluciones consensuadas, fue redactado en los tres idiomas oficiales: inglés, francés y alemán. Incluía también el nombre de todas las delegadas participantes, divididas por países, así como los agradecimientos enviados por organizaciones de todo el mundo. Por deseo de las congresistas, el informe se envió a los gobiernos de los países europeos que se posicionaron contra la guerra y a favor de la reconstrucción de Europa, así como a las bibliotecas de los Estados Unidos de América y Europa, por lo que tuvo repercusión mediática internacional.
La propuesta de Rosika Schwimmer de enviar delegaciones a los países beligerantes y neutrales para llevar las resoluciones del Congreso y tratar de parar la guerra suscitó controversia y un vivo debate, pero finalmente se aprobó. Mientras en su país no tenían derecho al voto, la convicción y el empuje de estas mujeres hizo que, en la práctica, ejercieran de embajadoras de la paz, y fueran recibidas y escuchadas con respeto por los líderes de 14 capitales, primeros ministros y ministros de asuntos exteriores; entre ellos, el rey de Noruega, el Papa y el presidente de los EEUU9. Jane Addams encabezó una de las delegaciones y fue la encargada de reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, que tomó buena nota: la filosofía de fondo y algunas de las propuestas de las mujeres del Congreso de La Haya impregnaron la propuesta de paz que el presidente realizó en 1918 y que se conoce como los ‘catorce puntos de Wilson’.
Las mujeres de La Haya se constituyeron en sujetos activos de la política internacional posicionándose, además, de forma transgresora en ella
Las que impulsaron el Congreso de La Haya y las que se sumaron a su llamada rechazaron seguir el camino patriótico y bélico que había llevado a sus países al enfrentamiento sangriento. Querían expresar con fuerza su rechazo a la guerra y una salida negociada. Los países neutrales no convocaron la tan deseada conferencia de paz, pero la influencia de estas mujeres, que con su práctica superaron el estigma de haber sido privadas de sus derechos de ciudadanía, se extendió más allá de la Gran Guerra. Pese a estar excluidas del ámbito público, las mujeres de La Haya se constituyeron en sujetos activos de la política internacional posicionándose, además, de forma transgresora en ella. Después de la guerra siguieron criticando la mala política que deja fuera de las negociaciones a los vencidos y animaron a seguir trabajando, del mismo modo que ellas habían hecho como precursoras, por los derechos humanos y el internacionalismo. La organización que allí nació, la Women’s International League for Peace and Freedom, cumplirá en breve cien años de trabajo por la libertad y una paz con justicia.
1. Para la paz como opción libre de las mujeres, véase cap. 5 de Carmen Magallón (2012) Contar en el mundo. Una mirada sobre las Relaciones Internacionales desde las vidas de las mujeres.
2. Se enviaron invitaciones a organizaciones de mujeres, organizaciones mixtas y mujeres individuales de todo el mundo. Aunque sólo las mujeres podían ser delegadas, al congreso también asistieron hombres como observadores. Cada organización podía enviar a dos delegadas.
3. Nash, Mary (2004) Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos. Madrid, Alianza.
4. Report de WILPF 1915, p. 33
5. Reformadora social norteamericana y Nobel de la Paz en 1931.
6. Discurso de Jane Addams. Report WILPF 1915, p. 18
7. Aletta Jacobs al Congreso Internacional de Mujeres. Report de WILPF 1915, p. 7
8. WILPF Resolutions: 1st Congress, The Hague, Netherlands, 1915.
9. Carmen Magallón (2006) Mujeres en pie de paz, Madrid, Siglo XXI.
Fotografía : Fotografía de prensa de la colección George Grantham Bain / CC – Delegadas al Congreso de Mujeres de La Haya a bordo del MS Noordam, abril de 1915 –
© Generalitat de Catalunya