Era la madrugada del 30 de diciembre de 1963 cuando el general británico Peter Young trazó con un lápiz una línea verde en el mapa de Nicosia, desde un extremo de las murallas venecianas hasta el otro. Su objetivo era frenar los enfrentamientos entre las dos comunidades, que en un mes habían dejado más de un centenar de muertos, la mayoría turcochipriotas, en las viejas calles de Nicosia. Esa delgada línea, una zona de protección provisional de un máximo de una docena de metros de ancho, se transformaría en la frontera que desde hace más de 50 años divide la ciudad entre la turcochipriota Lefkoşa, al norte, y la grecochipriota Lefkosia, al sur.
Después de la invasión turca de Chipre en el verano del 1974, esa zona se amplió a toda la isla, con una longitud de unos 180 kilómetros. Entre el 5 y el 20 de agosto las tropas turcas llevaron a cabo la segunda parte de la operación y ocuparon el territorio septentrional de la isla. 180.000 personas, un tercio de la población griega de Chipre, se vieron obligadas a abandonar sus casas de Kyrenia, de Famagosta y de las otras zonas ocupadas y a irse a la parte meridional. A la vez, unos 40.000 turcochipriotas pasaron del sud de la isla, en manos griegas, al norte ocupado. Al final de este doble éxodo habrá más de 4.000 personas muertas en los enfrentamientos. 494 turcochipriotas y 1.464 grecochipriotas fueron desaparecidos forzosamente. Su destino no se conocerá durante años.
Hoy en día la parte vieja de la ciudad es un laberinto de cafeterías, tiendas para turistas y jardines de palmeras. Solo los altos muros rodeados de alambre de púas que interrumpen bruscamente las tranquilas callejuelas recuerdan que esos pocos kilómetros cuadrados son una de las fronteras más militarizadas del mundo. 12.000 soldados de la Guardia Nacional grecochipriota, encastrados en viejas garitas destartaladas, controlan la parte sur de la frontera. Enfrente, más de 40.000 militares del contingente turco hacen lo propio con la frontera norte. Desde lo alto de unos torreones, donde ondea la bandera turca, vigilan la autoproclamada República Turca de Chipre del Norte (RTCN), una entidad reconocida a nivel internacional sólo por Turquía.
Un tercio de la población de cada bando no ha cruzado nunca la frontera que divide Nicosia
En medio, vigilada celosamente por ambos ejércitos, se extiende una estrecha lengua de caminos rotos y casas derruidas. Unos rótulos descoloridos testifican que éste era el corazón comercial de la ciudad. Ahora es una tierra de nadie donde solo el color de los cascos azules interrumpe la monotonía de las paredes desteñidas y del rojo del óxido. El acceso a esta Zona Muerta es, de hecho, responsabilidad exclusiva de las fuerzas de paz de la ONU. La misión UNFICYP, un millar de soldados desplegados a lo largo de la línea de alto el fuego, se renueva cada seis meses desde el 1964 y tiene un coste anual de más de 53 millones de euros. El ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan, la definió en 2004 como el mayor fracaso de Naciones Unidas.
Las fronteras quedaron herméticamente sigiladas hasta el 2003, cuando el entonces presidente de la RTCN, Rauf Denktaş, decidió abrir un puesto fronterizo en las inmediaciones del Ledra Palace, la sede del contingente ONU. En los últimos años se han abierto otros 8 checkpoints en toda la isla, entre ellos el de Ledra Street, en la calle principal de la ciudad vieja de Nicosia. Sin embargo, según un estudio del grupo de investigación “Conflict in Cities”, un tercio de la población de ambos lados no ha cruzado nunca la frontera, y la mayoría de los que sí, lo han hecho solo una o dos veces.
Las negociaciones entre políticos grecochipriotas y representantes del norte se han mantenido constantes a lo largo de estas décadas. Y constantemente han fracasado, muchas veces por razones fútiles. Aún queda el recuerdo de cuando, en los años 80, en una pausa de encuentros bilaterales, un general de la RTCN pidió un café turco. Su par grecochipriota le contestó que no, solo tenían café griego. Los acuerdos saltaron por los aires. Como pasó en 2004, cuando la mayoría de los grecochipriotas votaron ‘no’ al referéndum sobre el Plan Annan, la propuesta de creación de una república federal bi-comunal y bi-zonal impulsada por el ex secretario de la ONU. El 65% de los turcochipriotas habían votado positivamente, pero era necesario que ambas comunidades lo aprobaran.
Las negociaciones entre políticos grecochipriotas y turcochipriotas han sido constantes; y constantemente han fracasado
Tres son los principales escollos contra los que siempre han chocado las negociaciones. El primero es el estatus de los inmigrantes anatolios que han emigrado, bajo el auspicio de Turquía, a la parte norte de la isla en los últimos 40 años. El segundo concierne la presencia militar en la isla. Y, finalmente, la restitución o la compensación de las propiedades que los grecochipriotas y turcochipriotas poseían del otro lado de la isla, antes de ser desplazados. Una cuestión que ha sido deliberada más de una vez por la Corte Europea de Derechos Humanos.
En los últimos meses se han reanudado las negociaciones entre los presidentes Anastasiadis y Akıncı. El 10 de septiembre pasado, los líderes religiosos y políticos se reunieron por primera vez en apoyo a la paz en Chipre. Además se han sellado varios acuerdos, como la interconexión de las redes eléctricas en las dos partes de la isla; un mayor nivel de interoperabilidad de los teléfonos móviles a través de la Línea Verde; la reducción de la interferencia de radio frecuencia; o la creación de una comisión de igualdad de género, que se añade a las ya existentes de economía y cultura. A pesar de estos pasos alentadores, los analistas consideran que las estimaciones del cierre de las negociaciones en enero son muy optimistas. Prevén, con todas las dificultades políticas que conlleva, un nuevo referéndum en marzo de 2016. Además, parece más probable que el proceso de negociación continúe después de las elecciones parlamentarias en la República de Chipre, que se esperan para mayo del próximo año.
“Una ciudad dividida es como una persona a quien le falte un brazo, una pierna, un ojo. Hay algo que falta”, me comentaba Lellos Demetriades, que fue durante 30 años, hasta el 2001, el alcalde de la parte grecochipriota de Nicosia y uno de los principales impulsores de la reunificación. “Sin embargo – añadía mirando desde los ventanales de su despacho, desde donde se vislumbra toda la ciudad- no creo que haya ciudades divididas para siempre. El hombre es un animal social y este lugar es demasiado pequeño para tener dos capitales.”
Fotografia : Marco Ansaloni
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