Essam Daod, cofundador de Humanity Crew
En septiembre de 2015 Essam Daod dejó su trabajo como médico en Palestina y se marchó, con su mujer Maria, a Lesbos (Grecia) para participar en una misión humanitaria de ayuda a los refugiados. Dos meses más tarde, los dos fundaban la ONG Humanity Crew, especializada en atención psicológica a las personas que llegan cada día a las costas griegas huyendo de la violencia. En esta entrevista, nos explica cómo vive el día a día al lado de las personas refugiadas, las enormes dificultades con que se encuentra pero también la gran satisfacción que le genera poder ayudar a los que más lo necesitan.
Cuando llegasteis a Grecia en misión humanitaria hace un año, ¿esperabais encontraros la dramática situación que afecta al Mediterráneo?
En absoluto. Cuando llegamos, en septiembre/octubre del año pasado, nadie sabía cuál era realmente la situación, no conocíamos el alcance de la crisis y el impacto fue muy grande. Entre 7.000 y 8.000 refugiados llegaban cada día en unas 120 embarcaciones y nos pareció increíble que nadie hablara de ello. Aún no había ninguna gran organización, solo voluntarios individuales y organizaciones pequeñas, como Proactiva Open Arms, lo que para mí fue muy desconcertante.
Ahora, un año después, ¿cómo ha cambiado la situación y vuestro trabajo?
Ambas cosas han cambiado completamente. A partir del naufragio en que se ahogaron casi 400 refugiados, en octubre de 2015, la cobertura de los medios de comunicación aumentó. Por otra parte, el año pasado llegaban unos 8.000 refugiados al día, pero en dos o tres días ya estaban fuera de Grecia y una semana más tarde ya habían llegado a Alemania. Grecia era una zona de tránsito. Hoy llegan menos refugiados, pero el problema es que la frontera está cerrada, por lo que quedan bloqueados en Grecia. Hay entre 80.000 y 90.000 refugiados en Grecia y no hay ninguna solución para ellos. Y nuestro trabajo también ha cambiado: hemos pasado del rescate y la ayuda de emergencia a las acciones de apoyo. Actualmente nos encontramos con un tipo de sufrimiento diferente, la gente está muy desesperada. El año pasado tenían esperanza porque sabían que podían llegar a Alemania pero ahora continúan huyendo de la guerra y escapando de Siria y de Turquía pese a que saben que las fronteras están cerradas. Además, desde que llegar a Grecia resulta más difícil, tratan de alcanzar otras costas, como las de Libia o Egipto y, desde allí, cruzar a Italia o España, pero el viaje es aún más peligroso. Hay que cruzar muchos kilómetros de mar, ¡el Mediterráneo es un mar enorme!
Vuestra organización, Humanity Crew, pone énfasis en la importancia del acompañamiento y el apoyo psicológico para los refugiados. ¿Qué os hizo centraros en este tipo de apoyo?
Proporcionamos apoyo psicológico y nuestro equipo está formado por psiquiatras, psicólogos, maestros, arteterapeutas, logopedas, etc. Tenemos programas de formación y nos centramos en la atención mental, psicológica y emocional. Yo soy cirujano y, al principio, utilizaba mis conocimientos de cirugía como médico de urgencias. Sin embargo, más adelante, me di cuenta de que todo el mundo se centraba en lo mismo: todo el dinero, recursos y voluntarios se dedicaban a la asistencia médica de emergencia, todos los esfuerzos se ponían en el cuerpo y nadie se ocupaba de la parte mental. Son bebés y adultos que llegan desde zonas en guerra, ¡no somos robots!. Todo el mundo decía “¿Quieres una manta? ¿Quieres un plátano? ¿Quieres agua?». Esas personas no quieren mantas o plátanos. Muchos voluntarios carecen de las competencias para poder facilitar primeros auxilios psicológicos; ellos mismos están muy asustados, ya que para ellos la situación también es muy traumática. Ver llegar una gran embarcación con bebés y mujeres llorando a las 4 de la madrugada no es algo a lo que uno esté acostumbrado. Los voluntarios no tienen las habilidades necesarias para calmarlos y les resulta más fácil proporcionarles asistencia médica, confort físico, dinero o comida. Por eso nadie les facilita primeros auxilios psicológicos.
Es más fácil proporcionar asistencia médica, dinero y comida, pero estas personas no quieren mantas o plátanos
Estos procesos requieren tiempo. ¿Cómo podéis proporcionar este tipo de tratamientos en una situación en que los refugiados están en tránsito hacia un destino incierto? ¿La falta de recursos y medios puede hacer peligrar el trabajo que lleváis a cabo?
Sabemos que no podemos proporcionar un tratamiento a alguien que está en tránsito, que quizá marchará al día siguiente y también es difícil para ellos abrirse y hablar sobre sus temores. Por eso tenemos un plan de trabajo llamado “Plan de las 4 etapas”, que yo mismo elaboré. La primera etapa es cuando acaban de llegar a la playa: están asustados, así que les proporcionamos los primeros auxilios psicológicos. En estos casos está prohibido realizar tratamientos de ningún tipo. Les decimos que se trata de una situación de tránsito y les ayudamos a sentirse seguros. La segunda etapa tiene lugar cuando están en los campos, donde hacemos intervención de crisis. Se trata de tratamientos más largos, centrados en crisis específicas. Por ejemplo para las personas que han perdido a un ser querido, a un hijo… o que tienen problemas con la violencia. Nos centramos en esos casos, nada más. El tercer paso es el tratamiento de apoyo. Lo hacemos vía skype y teléfono y una vez que se han marchado continuamos prestándoles apoyo a distancia y a través de las redes sociales. Mantenemos el contacto para que sepan que estamos ahí, pero no realizamos ningún tratamiento. El cuarto paso se lleva a cabo en el lugar de destino. Allí sí que les proporcionamos un tratamiento, puesto que sabemos que permanecerán durante algún tiempo. Lo hacemos nosotros mismos vía skype o bien contactamos con otras organizaciones en esos países. Les ayudamos y les prestamos apoyo.
¿Qué tipo de relación establecéis con estas personas? ¿Hay el riesgo de crear vínculos muy fuertes?
Somos profesionales y tratamos a estas personas como tratamos a nuestros pacientes en nuestro país, es decir, como seres humanos. Somos lo suficientemente profesionales para que ello no nos cree dificultades emocionales; sabemos que debemos permanecer neutrales y no involucrarnos demasiado emocionalmente.
Desgraciadamente hay una lucha enorme entre las ONG en Grecia porque hay mucho dinero en juego; no hay en absoluto coordinación
¿Cómo te han cambiado estas experiencias?
¿Cómo me han cambiado? […] ¡No soy en absoluto la misma persona que antes! Ni mi mujer ni yo. Ni siquiera sé cómo explicarlo… Creo que lo más importante es que, por primera vez en mi vida, he llegado a entender el verdadero significado de sentirse feliz y triste. He llorado y reído al mismo tiempo. Me he sentido muy triste cuando he perdido a alguien en la playa, pero, en ese mismo momento me sentía feliz porque acababa de entender lo fuerte que puede ser la tristeza, cuán real… Cuando estábamos en casa, en nuestro país [Palestina], estas emociones no eran reales. La idea de felicidad que teníamos allí, tener dinero o éxito, no es real. El dinero e incluso el éxito y los reconocimientos que tenía en mi país, como parte de este mundo capitalista, no hacían que me sintiera tan feliz, estaba persiguiendo algo que es falso. Aquí las emociones son tan reales que he conectado conmigo mismo por primera vez a través de las cosas pequeñas. Estar en contacto con estas personas, esperar a que lleguen los refugiados desesperados para poder ayudarles. Es tan real…
Humanity Crew es una pequeña ONG si la comparamos con otros macroproyectos humanitarios. ¿Hay suficiente coordinación entre las diferentes ONG que trabajáis con refugiados en el Mediterráneo?
¡No hay en absoluto coordinación! A la gente no le gusta que se hable de ello, pero todo es una cuestión de dinero. Desgraciadamente, hoy en día hay una lucha enorme entre las ONG en Grecia, realmente enorme. Ello ocurre porque ahora llegan una o dos embarcaciones cada semana y hay 20 organizaciones diferentes que tratan de rescatarlas y ayudar, porque están los medios de comunicación y porque hay mucho dinero en juego. Las organizaciones reciben dinero para prestar apoyo médico, social y psicológico, y por eso quieren tener el monopolio sobre el terreno. No desean establecer ningún tipo de colaboración con otras organizaciones para no perder esos fondos. Nadie lo dice ni lo reconoce, pero permanecen en un lugar en que no se las necesita porque los donantes de fondos les dicen que se queden. Esta es la razón por la que no confiamos en grandes fondos, no queremos depender de ellos. Nosotros –Humanity Crew- somos muy pequeños, pero somos la ONG con una respuesta más rápida. Fuimos los primeros a trasladarnos a Salónica porque entendimos la situación.
¿Qué opinas sobre cómo la Unión Europea está abordando la crisis de refugiados?
Deberíamos diferenciar entre los Gobiernos de la Unión y la gente. Lo que están haciendo las autoridades es inhumano. Por un lado, la UE ha firmado el derecho de asilo para los refugiados de guerra, y por otro lado, paga 6.000 millones de euros a un país de fuera de la UE, Turquía, para que impida que estas personas —para las cuales firmaron su derecho a venir— crucen la frontera. Podían haber dado 3.000 millones a España y 3.000 millones a Grecia, pero no. Sin embargo, la gente es diferente. Vemos a todas estas personas cuidando a los bebés y a las familias, lavándolos, dándoles ropa, comida y un lugar para dormir… Esto también es Europa.
Lo que están haciendo las autoridades europeas es inhumano, pero hay que diferenciar entre los gobiernos de la UE y la gente
¿Crees que la sociedad civil europea está haciendo suficiente para presionar a sus Gobiernos para que actúen?
No es fácil presionar a los Gobiernos. Están bien conectados entre sí y sus políticas dificultan que la gente salga a defender sus derechos. Cuando terminas de trabajar tarde y ganas 300 euros a la semana en Grecia o no tienes trabajo, no tienes tiempo para ir a luchar por otros. Es el capitalismo. Tengo que pagar mi casa, devolver mis préstamos al banco, etc.
¿Cómo ves el futuro? ¿Tienes esperanzas de que se produzca algún cambio importante?
Antes de conocer todo esto, hace un año, no tenía ninguna esperanza. Dejé de creer en la humanidad. Ahora, sin embargo, después de haber visto todo este sufrimiento y muerte, tengo esperanza, porque he conocido a gente que hace que crea en el ser humano y que vuelva a creer que las cosas pueden cambiar (como Óscar Camps de Proactiva, Peter Bocca de HRW, Dani, Nico…). Sencillamente tenemos que saber cuáles son las cosas que nos hacen humanos y tratar de ser diferentes. Por esta razón, la participación al programa Ciutats Defensores dels Drets Humans el mes pasado, en Barcelona, fue como un sueño para mí, porque tuve la posibilidad de hablar sobre la crisis de los refugiados con políticos, pero también con niños y adolescentes. Debemos trabajar con ellos, con las generaciones jóvenes, para hacer que las cosas cambien. No es una cuestión de dinero ni de política, sino de esos niños. Los cambios no son rápidos, requieren tiempo.
Photography : ©Maciek Musialek
Fotografía tomada a la costa norte de la isla griega de Lesbos, en la pequeña localidad de Skala Skamias.
© Generalitat de Catalunya