El desplazamiento forzado no es un fenómeno nuevo. Pero diversos factores invitan a reflexionar, ahora muy especialmente, sobre cómo gestionar la acogida de las personas desplazadas, a nivel práctico y con respecto a la percepción social. Algunos de estos factores son: la magnitud de este drama humano –con la cifra de personas refugiadas y desplazadas más alta de la historia, superior a los 65 millones en todo el mundo 1; la mediatización de la llegada –que lleva a creer distorsionadamente que Europa acoge una proporción elevada de personas refugiadas– y aún más importante, las derivas xenófobas que se observan en algunos países europeos. ¿Cómo prevenir la radicalización de los sectores xenófobos europeos? ¿Cómo fomentar la empatía hacia las personas refugiadas?
La respuesta que parece más inmediata, con el fin de reducir las derivas xenófobas y de aumentar la empatía hacia las personas refugiadas, es la de conectar con sus historias de vida, personales y colectivas: entender los motivos que han hecho que Ashanti, Yasir, Ayana o Dakari hayan tenido que huir de su casa, y reconocer las situaciones de persecución o de violencia estructural. Humanizar a estas personas, saber sus nombres, conocer detalles de sus vidas antes de tener que huir, entender que son personas luchadoras y con ganas de vivir autónomamente en situaciones mejores pueden ser formas de promover la empatía. Muchas entidades de acogida de personas refugiadas 2 ofrecen la posibilidad de invitar a personas refugiadas (en escuelas, centros cívicos, etc.) para conocer testimonios de primera mano. Las valoraciones del profesorado suelen destacar el gran interés que despiertan en el alumnado, tanto para conocer la historia de vida de las personas invitadas, como para denunciar las condiciones que hay en sus países y que les obligaron a huir.
Además de conocer estas experiencias, ya de por sí aterradoras, hay iniciativas que buscan resaltar coincidencias con estas historias de vida personales y colectivas, como la experiencia de haber vivido la guerra (civil), el exilio, o los campos de refugiados. Exposiciones como “Arte y compromiso, respuestas a la guerra civil” del MNAC o el mismo Museo de la Memoria y del Exilio (MUME) de La Jonquera hacen sentir como la historia local interpela los relatos actuales de desplazamiento forzado de todo el mundo. No hay que ir demasiado lejos para que las imágenes de huida hacia Francia durante la Guerra Civil Española remitan en imágenes más recientes de personas desplazadas por los Balcanes. También saltan a la vista las similitudes entre los campos (de concentración) de refugiados al sur de Francia de los años ‘30-‘40 y las imágenes actuales de Idomeni, de la “jungla” de Calais o de los Centros de Internamiento de Extranjeros 3. Además de conocer las duras historias personales de la gente que se ha visto forzada a huir, reconocer que esta experiencia es muy próxima, ayuda, sin duda a crear empatía con el problema.
Para reducir las derivas xenófobas y aumentar la empatía hacia los refugiados hay que entender los motivos por los cuales han huido de sus casas
Pero más allá de estas respuestas obvias, hay que tener en cuenta que los procesos de deshumanización del “otro” están estrechamente ligados al sentimiento de amenaza. Ver “el otro” de una forma que obvia sus sentimientos, que minimiza su sufrimiento, o que los supedita a un supuesto bien general “de los nuestros”, es a menudo consecuencia de un proceso de deshumanización progresivo que parte del sentimiento que algunas necesidades básicas (identitarias, de bienestar, de integridad física, etc.) están amenazadas. ¿Cuáles pueden ser estas necesidades?
Algunas encuestas recientes deducen que los principales miedos con respecto a la llegada de personas refugiadas tienen sobre todo que ver con la integridad física y el bienestar: el 59% de los europeos consideran, según una encuesta realizada en diez países europeos 4, que una mayor llegada de refugiados implica un incremento del riesgo de ataques terroristas. El segundo problema identificado, con el que estarían de acuerdo el 50% de los encuestados según la media de los diez países europeos, es que el aumento de personas refugiadas significa el acaparamiento de puestos de trabajo y de ayudas del estado del bienestar. Estos son, pues, dos argumentos que hay que rebatir con mucho cuidado. Redes como Unidad Contra el Fascismo han publicado documentos 5 que desmontan algunos de estos prejuicios. Haría falta, sin embargo, un alcance más generalizado de esta argumentación y que un mayor número de medios de comunicación y mensajes públicos enfocaran las noticias con menos tópicos y más sentido crítico.
Algunas de las informaciones que haría falta repetir hasta quedar extenuadas para romper tópicos y entender que las sociedades europeas tenemos mucho para aprender con respecto a la solidaridad, están, en primer lugar, que acoger personas refugiadas no es un acto de generosidad: es una obligación del derecho internacional con la que los países europeos se han comprometido. No hay, pues, margen para decidir si se quiere ser un país de acogida o no: se tiene que hacer. Un segundo tópico por romper es que Europa está acogiendo una proporción elevada de personas refugiadas: de los diez países que más acogen no hay ninguno europeo: los países europeos no están sobrepasados por la acogida de inmigrantes, ni con respecto al coste de esta acogida (la UE es el continente más rico del mundo), ni a nivel demográfico, ya que si se concediera asilo a todas las personas actualmente solicitantes supondría, ahora mismo, un 0,36% de la población total de la Unión. Un tercer tópico, en lo referente al supuesto incremento de ataques terroristas, se puede rebatir diciendo que la mayoría de actos terroristas promovidos en territorio europeo han sido perpetrados por ciudadanos europeos, no por personas refugiadas, y que, como mínimo en el Estado español, el principal motivo de los delitos de odio en el 2015 ha sido la islamofobia (“autóctonos” que atacan personas musulmanas) y no al revés. Por último, en lo referente al miedo a que las personas refugiadas acaparen los puestos de trabajo y las ayudas sociales, cabe señalar que estas ayudas son tan escasas como los que recibe la población local. Son una minoría las personas a las que se les reconoce el Estatuto de refugiado y tienen acceso a las protecciones subsecuentes (en el 2015, desgraciadamente, sólo se reconoció el Estatuto de refugiado a 220 personas de un total de 3.240 solicitantes de asilo) 6.
Acoger personas refugiadas no es un acto de generosidad: es una obligación del derecho internacional con la que los países europeos se han comprometido
Por último, y porque los procesos de deshumanización del “otro” también llevan a creer que el endogrupo (“nosotros”) actúa legítimamente, mientras que el exogrupo (los “otros”) no, es importante romper estas percepciones polarizadas y dejar claro que el aumento de desplazamientos forzados no es fortuito ni ajeno a los países europeos. Algunas organizaciones como el Centro Delàs 7 hacen visible el vínculo entre los desplazamientos forzados y los beneficios que sacan los países occidentales, ya sea porque son los principales exportadores de armas del mundo, ya sea porque se benefician del mercado de la seguridad (control de fronteras, construcción de vallas, etc.). Otra forma de acercarse a la realidad de los desplazamientos forzados es, pues, reconocer la parte de responsabilidad propia – del “nosotros” – en el problema.
Promover la empatía hacia las personas refugiadas pasa, por una parte, por reconocer los principales motivos por los cuales algunas personas sienten más recelo a acogerlas, y responder a este sentimiento de amenaza con campañas informativas que rompan tópicos. Además, implica recoger las experiencias en común.
1. Todos los datos referentes a las personas refugiadas citadas en este artículo, a menos que se especifique lo contrario, se han extraído de: ACNUR (2016). Tendencias Globales 2015. Desplazamiento forzado en 2015.
2. En Cataluña, diversas entidades de acogida se coordinan a través de la red Asil.Cat. Entre ellas hay ACNUR, la Fundación ACSAR, la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado, la Asociación Catalana para la Integración de Homosexuales, Bisexuales y Transexuales Inmigrantes (ACATHI),
3. Aunque el artículo se centra en personas refugiadas, hay que ser consciente que la línea que separa lo que define a una persona refugiada y a una inmigrada puede ser muy delgada en función de los contextos y de las personas, y que en cualquier caso las administraciones pueden tratar estos casos de forma indiferenciada.
4. Richard Wike, Bruce Strokes, Katie Simmons. “Europeans Fear Wave of Refugees Will Mean More Terrorism, Fewer Jobs,” July 11, 2016. Pew Research Center.
5. Ver, por ejemplo, la octavilla «#RefugeesWelcome Protégete contra los rumores racistas».
6. Datos de CEAR basados en Eurostat.
7. Destaca Mark Akkerman (2016). Guerras de frontera. Los fabricantes y vendedores de armas que se benefician de la tragedia de los refugiados en Europa. Barcelona: Centre Delàs (por la edición castellana).
Photography : Ravalució. Servei Civil Internacional de Catalunya.
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