¿Dónde están las personas desaparecidas? Verdad y justicia, un requisito para la paz

La lucha por la memoria histórica en España: más allá de la genealogía y las generaciones

En España, cuando hablamos de “memoria histórica” nos referimos al pasado traumático de la Guerra Civil y el franquismo. Más precisamente, hablamos de las memorias anteriormente silenciadas de las víctimas de la Guerra Civil. Estas memorias han resurgido en nuestro presente a través de las preguntas e inquietudes de las generaciones que crecieron después de aquellas violencias. Después de un largo periodo de silencio impuesto durante el franquismo y de un silencio “pactado” durante la Transición a la democracia, a partir del 2000 se empiezan a plantear nuevas preguntas ante la historia de la Guerra Civil y a reclamar el reconocimiento de sus víctimas. Esta nueva preocupación por el pasado difícil viene influenciada por el actual interés global por la memoria y los derechos humanos. Con ello, es importante subrayar que la “memoria histórica” se construye en el presente. Es la lucha por darle significado al pasado difícil de la guerra civil española según las necesidades y preocupaciones actuales. Con ello, la construcción de la memoria de la Guerra Civil es el trabajo realizado por un grupo transgeneracional de activistas.

En este ensayo, quisiera remarcar la importancia de entender la lucha por la memoria histórica como un movimiento que precisamente transciende los marcos generacionales y los marcos genealógicos. Es decir, los objetivos y propósitos de este movimiento no solamente se limitan a una cohorte generacional específica, ni tampoco a las y los familiares de las víctimas, sino que hace un llamamiento a la sociedad en su totalidad.

La lucha actual por la recuperación de la dignidad y la memoria de las víctimas de la Guerra Civil empieza con la exhumación de los Trece de Priaranza en octubre del 2000. Esta primera exhumación del actual ciclo de exhumaciones de fosas de víctimas de la Guerra Civil fue promovida por el nieto de una de las víctimas, el periodista Emilio Silva. Su artículo, titulado “Mi abuelo también fue un desaparecido” publicado el 8 de octubre de aquel año en La Crónica de Leósigue siendo un referente importante para entender las claves del movimiento por la memoria histórica que surge de esa primera exhumación. Con el uso de la palabra “desaparecido”, el artículo encuadra a las víctimas mal enterradas en cunetas en una discusión transnacional de derechos humanos y justicia transicional y las experiencias en el Cono Sur. Estos enlaces transnacionales siguen siendo actuales a día de hoy, por ejemplo, cuando pensamos en la Querella Argentina –la denuncia presentada ante un tribunal penal en Argentina por los crímenes del franquismo entre 1936 y 1977.

La lucha por la memoria histórica se debe entender como un movimiento que transciende los marcos generacionales y genealógicos

En este texto inicial, Silva define claramente su objetivo: “recuperar la memoria y darles el sitio que se merecen en la Historia a todos aquellos que lucharon por la libertad y la democracia”1. Silva pone énfasis en su enlace familiar con las víctimas, siendo nieto de una de ellas, y narra el trauma que la desaparición de su abuelo dejó en la memoria de sus familiares. Pues, la figura de los desaparecidos también apunta al impacto psicológico en los familiares de las víctimas ante las dificultades o imposibilidades del duelo. Así, la palabra desaparecido no solamente apunta a la violencia ejercida, sino que también condensa esa experiencia de las generaciones posteriores: el silencio, la incertidumbre, la impunidad2.

A partir de la publicación de aquel artículo, muchos familiares en una situación parecida a la de Silva le contactaron para pedir su ayuda en la búsqueda y exhumación de sus seres queridos de los miles de fosas comunes que siguen existiendo en el territorio del Estado español. Así nace un movimiento activista centrado en la exhumación de fosas comunes, pero extendiendo su activismo a otros aspectos de denuncia del legado franquista en la sociedad española actual, como son por ejemplo los vestigios del franquismo en el espacio público. Es un movimiento que abarca muchísimos temas relacionados con el carácter opresor y violento del régimen franquista y que interpela a la sociedad actual por ocuparse de huellas, tabús y silencios no tratados.

La presión política nacional e internacional de las asociaciones ha resultado en reconocimientos oficiales de las víctimas y la aprobación de leyes

Desde su inicio en el 2000 hasta el presente, el movimiento por la memoria histórica ha tenido un impacto social y político enorme. Hoy en día existen muchísimas asociaciones de memoria por todo el territorio español y se han exhumado cientos de fosas. La presión política nacional e internacional por parte de las asociaciones ha resultado en reconocimientos oficiales de las víctimas y la aprobación de leyes autonómicas y nacionales. La vía jurídica para juzgar los crímenes del franquismo y derogar la ley de amnistía buscó el apoyo de la justicia internacional a través de los tribunales argentinos, especialmente después de que se penalizara al juez Baltasar Garzón por intentar avanzar en este sentido. Aunque en el día de hoy estas vías internacionales aún no hayan tenido “éxito”, sí que han contribuido a dar más visibilidad al movimiento. No obstante, queda muchísimo trabajo por hacer. La llamada Ley de Memoria Histórica del 2007, aun siendo un paso importante, delegó la responsabilidad y la iniciativa de las exhumaciones a las mismas asociaciones activistas. Este modelo, que el antropólogo Francisco Ferrándiz ha llamado “sistema de subcontrata”, ha resultado en muchas dificultades éticas y logísticas por falta de protocolos nacionales y de una coordinación coherente. En este momento, el gobierno solamente asume un rol “facilitador”, confiando en la autogestión de las asociaciones3. Esta situación de “outsourcing” de la memoria histórica a las asociaciones resulta en que, por lo general, se entiende la memoria histórica como un asunto para los familiares de las víctimas. Hay menos conciencia de la importancia de este movimiento para el fortalecimiento de la democracia en su totalidad.

Tras el origen del movimiento de la memoria histórica en los lazos biológicos (filiativos) con las víctimas, las personas activistas muchas veces son destacadas como la “generación de los nietos”. Es la generación que creció bajo una democracia más o menos estable y más alejada del trauma inicial de la Guerra Civil y de las experiencias vividas por sus abuelos. Con referencia a los movimientos memorialistas en el Cono Sur, las asociaciones españolas hicieron énfasis en esos lazos familiares. La iconografía del movimiento promovió retratos de los familiares vivos enseñando las fotos de los desaparecidos. En los avances judiciales para juzgar los crímenes del franquismo, también se ha destacado el testimonio de familiares directos, muchas veces de edad muy avanzada. Este lazo afectivo con el pasado, basado en relaciones biológicas con las víctimas, ha sido también la estrategia de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), fundada por Emilio Silva, enlazándolo con los derechos humanos como mayor enfoque político. Esta estrategia ha sido criticada por el Foro por la Memoria, estrechamente ligado en su visión política al Partido Comunista español, que a su vez centraliza los lazos ideológicos con el pasado4. Para el Foro, las víctimas de la Guerra Civil fueron fusiladas y castigadas por su orientación política. Según ellos, por lo tanto, su recuperación y dignificación debería centralizar su lucha política proyectándola sobre el presente y el futuro. A pesar de esta crítica, las reclamaciones familiares por la recuperación de los restos de sus víctimas también está en la base de su activismo. Con ello, podemos decir que la memoria histórica en España parece ser un asunto de los familiares de las víctimas; los lazos de memoria son filiativos.

El movimiento por la memoria histórica solamente tiene sentido si forma la base para construir una memoria democrática que interpele a toda la ciudadanía

Es verdad que la comunicación intergeneracional es un mecanismo importante en la construcción de la memoria colectiva. Marcado por relatos familiares y también por los silencios, objetos y otro tipo de comunicación no verbal, es uno de los mecanismos básicos en la formulación de la memoria sobre el pasado reciente. Comprende, pues, todas las oportunidades y los actos de memoria (y silencio) compartida que se dan en las familias y que están marcados por afectos y lealtad. También hay una transmisión más abstracta, que va de generación en generación. En este caso, las generaciones, definidas como cohortes determinados por su edad y marcados por su contexto sociotemporal, se entienden como comunidades de memoria. Estos grupos generacionales comparten una realidad en el presente y este mismo presente marca cómo se relacionan con el pasado. Estudian los mismos contenidos de Historia en la escuela, conocen los mismos programas de televisión y los mismos debates políticos. Así pues, la generación de los nietos en España se entiende, por un lado, a través de la transmisión intergeneracional y familiar y, por otro lado, como un colectivo más alejado de la experiencia de la guerra.

La crítica cultural Marianne Hirsch ha propuesto el concepto de “postmemoria” para hablar de la relación entre las generaciones posteriores y el trauma de aquellos que vinieron antes5. Según ella, aunque esas historias se “recuerdan” solamente a través de imágenes, anécdotas y comportamientos emocionales, han tenido un impacto tan profundo en las generaciones posteriores que forman la base para la construcción de unas memorias por derecho propio. Es una memoria basada en la inversión imaginativa y creativa en vez del recuerdo. Para ello, la postmemoria no solamente se limita a los lazos biológicos y las estructuras, sino que también incluye a aquéllos que se identifican con aquél legado, por ejemplo, por afiliación política. En base a la experiencia en España, el hispanista Sebastiaan Faber, desarrolla y define la “postmemoria afiliativa” para indicar la asociación consciente, basada en la solidaridad política, la compasión y la identificación para generar un compromiso asumido voluntariamente6.

Es fundamental reconocer la dimensión “afiliativa” desvinculada de la genealogía y la generación en la lucha actual por la verdad, la justicia y la reparación ante los crímenes del franquismo

Considero que es importante darse cuenta de los actos de “postmemoria afiliativa” para dar visibilidad a los grupos de activistas que se esfuerzan por el reconocimiento de las víctimas del franquismo sin tener lazos biológicos ni pertenecer a la llamada generación de los “nietos”. El reciente libro Construyendo memorias entre generaciones (Postmetropolis 2019) justamente da voz a un grupo de jóvenes activistas dentro del movimiento por la memoria histórica. Para todos los participantes del libro, la memoria es algo que se construye en el presente y tiene una proyección importante sobre el futuro. Así, en “¿Qué hace una millenial como yo en un movimiento como este?”, Marina Montoto Ugarte explica cómo entiende su activismo por la memoria como un acto de “unir temporalidades”. Para ella, “[d]e esa vibración que nos conecta con otras y otros, pasados y presentes, depende el ejercicio de nuestro democracia”7. El libro plantea que es fundamental romper la brecha generacional y hacer entender que las “batallitas del abuelo” nos conciernen a todas y todos. El movimiento por la memoria histórica solamente tiene sentido si forma la base para construir una memoria democrática que interpele a toda la ciudadanía. Así, se podría decir que abogan por una postmemoria que, como ha descrito la especialista en estudios de memoria Astrid Erll, se desvincula de los marcos de genealogía y generación y se convierte en una opción activa de autoidentificación de cualquier generación posterior8.

Aunque las transmisiones inter e intrageneracionales son importantísimas para entender el auge de la “memoria histórica”, es fundamental reconocer esta dimensión “afiliativa” desvinculada de la genealogía y la generación en la lucha actual por la verdad, la justicia y la reparación ante los crímenes del franquismo. Esta lucha –efectivamente transgeneracional, pero también transgenealógica– se define mejor por una posición política en el presente, en línea con los valores de los derechos humanos y la justicia transicional. Justamente reconocer la autoidentificación con la lucha en contra de los crímenes del franquismo es crucial cuando se entiende la postjusticia transicional9 como un pilar para construir una sociedad democrática para el futuro. A la vez, conduce a un modelo menos rígido y más inclusivo que los lazos ideológicos propuestos por el Foro por la Memoria, ya que identifica la memoria histórica como un pilar de la democracia más allá de las inclinaciones ideológicas. El legado de la memoria de las víctimas de la Guerra Civil y sus valores no es solamente accesible para aquellos que tienen enlaces biológicos con las víctimas, ni tampoco se restringe su significado a la generación de los nietos. En el reconocimiento de su valor transgeneracional y transgenealógico se entiende su importancia para la sociedad española actual y futura en su totalidad.

1. Emilio Silva, «Mi abuelo también fue un desaparecido», La Crónica de León, 8 de octubre de 2000, sec. El Bierzo.

2. Silvana Mandolessi y Mariana Eva Perez, «The Disappeared as a Transnational Figure or How to Deal with the Vain Yesterday», European Review 22, núm. 4 (2014): 606.

3. Francisco Ferrándiz, «Exhuming the defeated: Civil War mass graves in 21st-century Spain», American Ethnologist 40, núm.1 (2013): 50.

4. Layla Renshaw, Exhuming Loss: Memory, Materiality and Mass Graves of the Spanish Civil War (Walnut Creek: Left Coast Press, 2011); Francisco Ferrándiz, «From tear to pixel: political correctness and digital emotions in the exhumation of civil war mass graves in Spain today», en Engaging the emotions in Spanish culture and history, ed. Luisa Elena Delgado, Pura Fernandez, y Jo Labanyi (Nashville, Tennessee: Vanderbilt University Press, 2016), 242-61.

5. Marianne Hirsch, The generation of postmemory: Writing and visual culture after the Holocaust (New York: Columbia University Press, 2012).

6. Sebastiaan Faber, «Actos afiliativos y postmemoria: asuntos pendientes», Pasavento: Revista de Estudios Hispánicos II, núm. 1 (2014): 137-55.

7. Marina Montoto Ugarte, «¿Qué hace una millenial como yo en un movimiento como este?: Reflexiones de una joven antropóloga dentro de la “Querella Argentina”», en Construyendo memorias entre generaciones. Tender puentes, buscar verdades, reclamar justicia, ed. Ana Messuti (Madrid: Postmetropolis, 2019), 49.

8. Astrid Erll, «Generation in Literary History: Three Constellations of Generationality, Genealogy, and Memory», New Literary History 45, núm. 3 (2014): 385-409.

9. Paloma Aguilar y Clara Ramírez-Barat, «Generational dynamics in Spain: Memory transmission of a turbulent past», Memory Studies, 2016, 1-17.

SOBRE LA AUTORA
Marije Hristova es investigadora postdoctoral Marie Skłodowska-Curie WIRL-COFUND en el Instituto de Estudio Avanzado de la Universidad de Warwick (Reino Unido). Forma parte de la asociación Memorias en Red y es investigadora del proyecto I+D+i SUBTIERRO. Es especialista en estudios de memoria y producción de discursos mnemónicos tras las exhumaciones de las fosas de la Guerra Civil en España. Es autora de Reimagining Spain: Transnational Entanglements and Remembrance of the Spanish Civil War since 1989 (Maastricht, 2016).

Fotografía: Exhumación en Larrasoaña

© Generalitat de Catalunya