A lo largo de la historia de la humanidad y en todas las culturas, las comunidades han mejorado sus vidas mediante un compromiso con formas creativas y expresivas. El patrimonio cultural y las artes son recursos para focalizar la atención hacia problemas urgentes, para tratar conflictos, para reconciliar a antiguos enemigos, para resistir a regímenes autoritarios, para conmemorar el pasado y para imaginar y materializar un futuro mejor. Las comunidades expresan sus valores más profundos y sus compromisos éticos por medio de formas y procesos estéticos. La humanidad se dignifica, se repara y se reimagina gracias a la creación, la representación, la interpretación, la conservación y la revisión de su patrimonio cultural y artístico.
El reconocimiento de las contribuciones de las artes y la cultura a la paz es bien real y está en proceso de crecimiento. Este reconocimiento no lo impulsan sólo artistas- constructores de paz y facilitadores culturales, que fortalecen sus prácticas documentando, evaluando y reflexionando críticamente sobre sus obras. Todos aquellos que trabajan en enfoques más convencionales de la construcción de la paz, como la mediación, la facilitación, la negociación, la justicia transicional, la lucha por los derechos humanos y el desarrollo, tienen cada vez más interés y aceptan que las aproximaciones con una implicación únicamente racional son insuficientes para generar el tipo de transformaciones necesarias para interrumpir la dinámica del conflicto violento.
El hecho de que una obra, un artista o institución contribuya a unas comunidades más justas y menos violentas depende de las habilidades del creador y de las intenciones estéticas y éticas de los artistas y los productores, de las sensibilidades estéticas y éticas encarnadas en la obra y las actividades que la complementan, de los recursos dedicados a ampliar el alcance de una iniciativa (a veces procedentes de actores no vinculados a las artes, como los ayuntamientos1, las comisiones de la verdad2 u organizaciones de derechos humanos3 y, sin duda, de las respuestas de los que contemplan e interpretan la obra.
Cuando las artes actúan como arte, evocan cualidades características de atención y de respuesta que se pueden entender mejor dentro del marco de la «experiencia estética»4. En general, las experiencias estéticas son percepciones humanas del mundo intensamente vividas y provocadas por un compromiso con la naturaleza y con determinadas formas y procesos de factura humana. Surgen a partir de la reciprocidad entre las formas que se perciben y las sensibilidades y capacidades perceptivas del receptor o receptores. La percepción estética de una obra es el resultado de la interacción entre sus cualidades formales (ritmo, textura, forma, intensidad, cadencia, etc.) y los receptores que abren sus sentidos y sus mentes y así pueden acoger la obra y percibir las resonancias que les provoca.
Las artes y las prácticas culturales intentan encarnar un tipo de poder que no se basa en el daño ni en la dominación, sino en la reciprocidad, la conectividad y la generación
Las experiencias estéticas involucran los sentidos y también las facultades cognitivas, emocionales y espirituales para provocar características especiales de atención y respuesta encarnadas, como por ejemplo imparcialidad, compromiso entusiasta, receptividad, alerta, serenidad, jocosidad y consciencia metacognitiva. Estas características de presencia permiten unas oportunidades únicas para el aprendizaje, la empatía, la imaginación y la innovación individual y colectiva, aspectos fundamentales de los esfuerzos de construcción de la paz. Por ejemplo, incluso cuando el contenido de una obra de arte es incómodo, doloroso o discordante, sus características formales pueden incitar y excitar a los receptores para que actúen y afronten unas situaciones que, de otro modo, serían demasiado insoportables.
Además, para los artistas y espectadores, implicarse en las artes les permite recuperar y fortalecer una serie de capacidades muy necesarias para la transformación creativa del conflicto, como las habilidades comunicativas que muy a menudo quedan marginadas a causa de la violencia.
En las iniciativas de construcción de paz, las artes y las prácticas culturales intentan encarnar un tipo de poder que no se basa en el daño ni en la dominación, sino en la reciprocidad, la conectividad y la generación. Las obras se pueden crear de manera que involucren a las personas, de un modo persuasivo pero no coercitivo, en los problemas a los que se enfrentan sus comunidades. Las muestras de ese poder se pueden detectar en la transformación de la energía en un teatro o en los cambios de relación que evoca un taller de poesía; este poder también se puede generar al dejar constancia de regímenes ilegítimos que reprimen, encarcelan, exilian e, incluso, asesinan artistas.
Está claro que no todas las obras artísticas o prácticas culturales expresivas permiten construir la paz. De hecho, hay muchos casos de aprovechamiento del arte por parte de regímenes militaristas, con la intención de explotar poblaciones vulnerables para su provecho. Por ejemplo, los administradores coloniales construyeron grandes teatros para exhibir la cultura hegemónica imperial y para menospreciar, comparativamente, las prácticas representativas y las formas culturales indígenas5. Muchos regímenes torturadores se han apropiado la música6 y el régimen nazi empleó como propaganda películas de gran elegancia estética7.
En zonas de conflicto de todas las partes del mundo, artistas y trabajadores culturales llevan a cabo proyectos que se ocupan de retos importantes de construcción de la paz. A título de ejemplo, y sin hacer una enumeración exhaustiva, las iniciativas artísticas y culturales se pueden utilizar para:
• Fortalecer campañas de resistencia noviolenta
• Crear oportunidades para que miembros de las comunidades enfrentadas se puedan encontrar en contextos positivos y creativos
• Dar apoyo a las comunidades para que se impliquen en la difícil tarea de la reconciliación8
• Centrar la atención mundial en los abusos de los derechos humanos y restablecer un sentimiento de capacidad y voluntad en las víctimas
• Recuperar la identidad, el sentido y la esperanza frente a la alienación, el distanciamiento y la disrupción
A medida que el campo de la construcción de la paz y las artes gana legitimidad, los artistas y profesionales empiezan a luchar con diversos retos interrelacionados, entre los cuales podemos señalar el reconocimiento y la minimización de los riesgos de provocar daño; por ejemplo, los artistas-constructores de paz pueden minimizar el riesgo de:
• Involucrarse en la «violencia epistémica» (daños a las formas locales de conocimiento, prácticas culturales y formas de expresión)
• Agravar las divisiones entre grupos del conflicto
• Retraumatizar a las comunidades y a los individuos que han sufrido violencia
• Socavar la integridad artística, implicando a los artistas en la elaboración de peticiones para propuestas y producciones
• Crear o perpetuar dinámicas nocivas de poder
• Someter a daños físicos o prisión a los artistas y a los participantes en el proyecto, en especial en sociedades con una libertad de expresión limitada o gobiernos autocráticos9
Aunque los artistas quieren que sus enfoques sean aceptados en los ámbitos afines del desarrollo, la salud pública, la educación, los derechos humanos, la justicia transicional, etc., también querrían que sus colaboradores comprendieran que la capacidad transformadora de las artes reside en la integridad artística.
Las iniciativas fundamentadas en el arte pueden servir de apoyo a las comunidades para identificar las fuentes de resistencia y crear soluciones imaginativas a amenazas aparentemente insuperables
La ausencia de vocabulario compartido puede ser un obstáculo para la colaboración entre artistas y no artistas. El proyecto «Acting Together on the World Stage» propone un marco concebido para facilitar la comunicación y los intercambios respetuosos entre artistas y otros constructores de paz. Este marco de «membrana permeable» centra su atención, por una parte, en las transformaciones logradas dentro de los espacios limitados de los talleres artísticos, ensayos y producciones y, por otro, en el impacto producido cuando estos cambios se «rememoran» en las comunidades10.
En el próximo medio siglo, el mundo se enfrentará a conflictos violentos asociados al extremismo, el cambio climático, las migraciones, las desigualdades crecientes y los agravios no solucionados, además de a la descomposición de sistemas gubernamentales, económicos y educativos en los cuales se confiaba para gestionar estos problemas. Las soluciones a estas dificultades apabullantes exigen unos enfoques creativos a escala mundial, pero ajustados con precisión para adaptarse a los retos de los contextos locales.
Las iniciativas fundamentadas en el arte pueden servir de apoyo a las comunidades para identificar las fuentes de resistencia y crear soluciones imaginativas a amenazas aparentemente insuperables. Ahora bien, para que las contribuciones sean eficientes, los ámbitos de la construcción de la paz y de las artes deberían disponer de una infraestructura mucho más robusta11: espacios institucionales para la documentación, la divulgación y la investigación, revistas electrónicas que inviten a presentaciones multimodales que reflejen la excelencia artística y el rigor intelectual y redes locales, regionales y mundiales de acción efectiva que conecten a los profesionales de diversas generaciones y de diversas regiones.
1. Doris Sommer, “From the Top: Government-Sponsored Creativity,” en: The Work of Art in the World: Civic Agency and Public Humanities (Durham, NC: Duke University Press, 2014).
2. Salomón Lerner Frebres, “Memory of Violence and Drama in Peru: The Experience of the Truth Commission and Grupo Cultural Yuyachkani,” 2011.
3. Aida Nasrallah i Lee Perlman, “Weaving Dialogues and Confronting Harsh Realities: Engendering Social Change in Israel through Performance,” en: Acting Together, Vol. I. New Village Press: 2011
4. Cynthia Cohen, “A Poetics of Reconciliation: The Aesthetic Mediation of Conflict” (conferència UNH, 1997), pag. 247–51,
5. Charles Mulekwa, “Theatre, War, and Peace in Uganda,” en: Acting Together, Vol. I. New Village Press, 2011.
6. Senate Select Committee on Intelligence, «Committee Study of the Central Intelligence Agency’s Detention and Interrogation Program»,2014,
7. “Leni Riefenstahl,” Holocaust Encyclopedia, United States Holocaust Memorial Museum.
8. Cynthia Cohen, “Creative Approaches to Reconciliation,” en: The Psychology of Resolving Global Conflicts: From War to Peace, Volume 3, ed. Mari Fitzduff i Christopher Stout (Westport, CT: Praeger Security International, 2005).
9. Para las posibles maneras de minimnizar riesgos de estos daños potenciales, ver Cynthia Cohen y Polly Walker, “Minimizing Risk of Harm,” en: Acting Together, 2011.
10. Cynthia Cohen, “The Permeable Membrane and the Moral Imagination: A Framework for Conceptualizing Peacebuilding Performance” en: Acting Together, Volume II: Building Just and Inclusive Communities (Oakland, CA: New Village Press, 2011).
11. Jonathan White i Cynthia Cohen, “Strengthening Work at the Nexus of Arts, Culture and Peacebuilding” A Working Session Convened by Search for Common Ground and the Program in Peacebuilding and the Arts at Brandeis University, 2012.
Nota de la autora: este ensayo es una versión adaptada y abreviada de un artículo con el mismo título que apareció en Insights, un boletín de información publicado por el United States Institute for Peace. Remitirse a la versión original si se quieren consultar detalles relevantes que, por cuestiones de espacio, se han eliminado de esta versión.
Fotografía : United Nations Development Programme in Europe and CIS
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