Para entender cualquier conflicto con una dimensión étnica hay que poner una atención especial en la lengua (Mac Giolla Chríost, 2003: 1). La afirmación, hecha hace años por la Comisión Internacional Independiente por Kosovo, sigue siendo completamente válida. La lengua forma parte de todos los conflictos etnopolíticos, y el irlandés en el conflicto histórico de Irlanda del Norte es un claro ejemplo de cómo lo hace.
Aunque ha habido un pacto político en la región desde 1998 y los antiguos enemigos políticos Sinn Féin y Partido Democrático Unionista ahora comparten el poder a la Asamblea de Irlanda del Norte, la lengua irlandesa sigue siendo un tema complejo y, a veces, causante de divisiones. A menudo, se sitúa al irlandés en el centro de una guerra cultural en la región.
Cuando el conflicto político violento que se conoce como ‘Los Problemas’ (The Troubles, en la terminología habitual de la mayoría de periodistas), o ‘la guerra larga’ (the Long War, una frase de origen republicano irlandés) empezó a finales de la década de 1960, nadie con dos dedos de frente podría haber previsto el papel que la lengua irlandesa jugaría en el conflicto. Al fin y al cabo, se asumía que los últimos hablantes nativos de la lengua en Irlanda del Norte habían muerto en algún momento de la década de 1960 (Mac Giolla Chríost, 2005: 136).
La relación entre la lengua y la guerra larga empezó en una prisión conocida como prisión real Long Kesh (HMP Long Kesh). En el periodo entre 1972 y 1976, centenares de jóvenes fueron retenidos sin juicio bajo la sospecha de que eran irlandeses republicanos radicales y que, por lo tanto, estaban implicados en la violencia política que se había materializado en coches bomba, asesinatos y episodios frecuentes de violencia urbana. Eran retenidos como prisioneros con una categoría especial, lo que significaba que se les permitía vestir a su manera, asociarse, no realizar trabajos de prisión, recibir comida y otros paquetes de los visitantes habituales y organizarse como miembros de una organización paramilitar.
Bajo este régimen, algunos prisioneros irlandeses republicanos empezaron a aprender la lengua irlandesa. Para ellos, era parte de una tradición que había empezado en el campo de internamiento de Frongoch, en Gales, en 1916 y que continuó en el de Curragh, en Irlanda, durante la década de 1940. Entre los jóvenes rebeldes de la prisión real Long Kesh destacaba Bobby Sands, quien más tarde lideraría las huelgas de hambre mortales de 1981. Sands y sus compañeros aprendieron irlandés gracias a las lecciones de algunos superiores que habían adquirido conocimientos de la lengua en la escuela y en clases extraescolares. Cuando otros prisioneros se sumaron, se organizaron en las llamadas cabañas gaélicas (‘Gaelic’ o ‘Gaeltacht’ huts).
Los prisioneros resistieron la imposición del nuevo régimen y la lengua irlandesa se convirtió en un elemento central de la resistencia
Hasta aquel momento no hubo ningún hecho especialmente relevante, pero las cosas cambiaron dramáticamente en 1976. En marzo de aquel año el gobierno británico decidió cancelar la categoría especial de los prisioneros, y cambió el dormitorio y las cabañas comunales de la prisión real Long Kesh, que los prisioneros llamaban las Jaulas, por celdas distribuidas en forma de «H». Estas nuevas celdas estaban diseñadas para permitir el aislamiento de los prisioneros e impidir su coherencia como comunidad política. Después de las reformas, el nombre de la prisión real Long Kesh pasó a ser prisión real The Maze (el laberinto).
Los prisioneros resistieron la imposición del nuevo régimen y la lengua irlandesa se convirtió en un elemento central de la resistencia. Entre 1976 y 1981 hubo una escalda de protestas que culminó con las huelgas de hambre de 1981, diez de las cuales acabaron con la muerte del huelguista. El primero en morir fue Bobby Sands.
Según decían ellos mismos, durante este periodo los detenidos utilizaban la lengua como una arma de resistencia (Mac Giolla Chríost, 2012). Utilizaban su particular jerga del irlandés de la prisión -que llamaron ‘Jailic‘ (una mezcla entre ‘prisión’ (jail) y gaélico)- para comunicarse entre ellos y como código que los guardianes no entendían. Como los prisioneros estaban retenidos en sus celdas durante 23 horas al día y no se podían asociar libremente, también utilizaron las clases de irlandés, gritadas de celda en celda, para mantener su sentimiento de colectividad, mejorando así su moral y su estado psicológico.
Durante este mismo periodo se negó el acceso de los prisioneros a materiales educativos, así que tuvieron que pasarlos a escondidas. Tenían tanta determinación para aprender que rápidamente se formó un grupo central de prisioneros que hablaban irlandés. Los detenidos llamaron a esta comunidad lingüística ‘Jailtacht’ (en un juego de palabras con el vocablo ‘Gaeltacht’, que hace referencia a la comunidad lingüística irlandesa).
Los diez muertos de 1981 provocaron una pausa en las actividades sobre lengua irlandesa de los prisioneros, que duraría algunos años. Mientras tanto, otros grupos de fuera de la prisión tomaron el relevo en la adopción política de la lengua. El Sinn Féin empezó a destacar como partido político relevante y la promoción de la lengua irlandesa formaba parte de sus objetivos. Para algunos, el conflicto cultural pasó a ser una representación de la lucha armada. Por lo tanto, la comunidad lingüística irlandesa que se había creado en la prisión peal The Maze tuvo una influencia destacada en la revitalización de la comunidad lingüística irlandesa en lugares como Belfast.
Cuando fueron liberados como parte del pacto político, estos prisioneros contribuyeron de forma destacada a la revitalización de la lengua irlandesa en Irlanda del Norte
En la prisión real The Maze, el interés por la lengua volvió a surgir a finales de la década de 1980, cuando Séanna Walsh, uno de los compañeros más cercanos de Boby Sands, volvió para cumplir otra condena. Esta vez los prisioneros organizaron el aprendizaje de la lengua de una manera mucho más estructurada. Como ya no protestaban, tenían libertad para hacerlo. Así, desarrollaron cursos intensivos propios y, estableciendo alas específicas Gaeltacht en algunas partes de la prisión, volvieron a crear un sentimiento de comunidad lingüística irlandesa.
En 1998 llegó el acuerdo político y ya había una nueva generación de prisioneros republicanos que hablaba irlandés. Cuando fueron liberados como aparte del pacto contribuyeron de forma destacada a la revitalización del irlandés en Irlanda del Norte.
Aunque se ha intentado arraigar una política democrática más clásica en la región, parece que desenlazar la lengua de la política histórica de la guerra largaz sera una tarea complicada. Los activistas en favor del irlandés han hecho campaña, sin ningún resultado, por una Ley de la Lengua Irlandesa en Irlanda del Norte. Pero tal institucionalización de la lengua sólo podrá ocurrir si la sociedad en su conjunto considera el irlandés como un bien público (Rawls, 1971). En este sentido, todavía hay que concebir y llevar a cabo un gran trabajo de compromiso, explicación y persuasión.
Mac Giolla Chríost, D. (2003) Language, Identity and Conflict London: Routledge.
Mac Giolla Chríost, D. (2005) The Irish Language in Ireland from Goídel to Globalisation Londres: Routledge.
Rawls, J. (1971) A Theory of Justice Cambridge, MA: Belknap press of Harvard University Press.
Acrónimos y glosario
Gaélico – Término alternativo para la lengua irlandesa
Gaeltacht – Comunidad lingüística irlandesa
HMP – Her Majesty’s Prison (Prisión real)
Fotografía : Marcella / CC BY / Desaturada. – Mural de Bobby Sands en Belfast –
© Generalitat de Catalunya