Todavía no lo sabíamos pero aquel fue el primer día que la sociedad catalana decidió decir basta, iniciando un proceso político que acabaría llenando las portadas de los periódicos de medio mundo. Era el 10 de julio de 2010, el Tribunal Constitucional español acababa de recortar el Estatuto de Autonomía de Cataluña que había sido refrendado en las urnas, y una multitud salió a la calle a manifestarse encabezados con el lema “Somos una nación. Nosotros decidimos” para decir que ningún tribunal puede estar por encima de la voluntad de un pueblo expresada en las urnas.
Después de aquella manifestación multitudinaria vinieron muchas otras y más grandes, pero siempre el mismo talante: movilización de carácter pacífico protagonizada por tres y cuatro generaciones de familias enteras que salían a la calle de manera festiva para reivindicar sus derechos democráticos. Más tarde lo denominaríamos “la revolución de las sonrisas” precisamente por su carácter pacífico y festivo. Una revolución que tuvo el clímax con la celebración del referéndum el pasado día 1 de octubre de 2017, cuando las sonrisas quedaron congeladas bajo los golpes de porra de miles de agentes de la policía española decidida a impedir –sin éxito– que la gente votara.
Han sido siete años en que la sociedad civil catalana se ha organizado al lado de una entidad que ya existía –Òmnium Cultural, con casi 60 años de historia– y de otra entidad nacida a raíz del movimiento soberanista, la Asamblea Nacional Catalana. No nos embarcábamos en una batalla nacionalista sino que lo hacíamos por los derechos civiles, donde cada vez más personas de ideología y orígenes diferentes se unían con el objetivo común de reivindicar el derecho a votar como derecho fundamental y otros derechos cívicos y democráticos. Las dos entidades que hemos encabezado este movimiento ciudadano hemos tenido claro desde el principio que nuestro movimiento debía apostar por la desobediencia civil activa y pacífica, y hemos basado toda nuestra estrategia en el poder de la gente organizada haciendo pequeños actos cotidianos noviolentos: desde ponerse una camiseta y salir a la calle un día y hora determinados hasta retirar una cantidad simbólica de dinero de los cajeros, siempre con el espíritu de la revolución de las sonrisas. Y así es como, desde el año 2010, han tenido lugar en Cataluña las manifestaciones más multitudinarias de Europa en décadas y sin ningún incidente, ni un cristal roto, ni un papel en el suelo. Ninguna excusa, pues, para que el Estado reaccionara con la virulencia con la que lo ha hecho contra un movimiento de personas de paz. Y hoy los líderes de este movimiento están en prisión. Estremecedor e inaceptable.
La manera en que ha trabajado la sociedad civil organizada en Cataluña ha despertado el interés de otros movimientos ciudadanos del mundo basados en la desobediencia civil noviolenta
Para entender la génesis de la organización de este movimiento ciudadano es imprescindible explicar la gran campaña conjunta llamada “Ara és l’Hora” (Ahora es la Hora) que impulsamos desde las entidades para convocar a la ciudadanía a participar en la consulta no vinculante del 9 de noviembre de 2014, una campaña que fue la primera gran escuela de acción política desde la sociedad civil para conseguir objetivos políticos y cívicos al margen de los partidos.
“Ara és l’Hora” contó con profesionales de varios sectores empresariales que aportaron su talento para crear desde cero una manera de trabajar, desde el voluntariado pero con estándares profesionales, para hacer una campaña que llevara el máximo número de gente posible a votar en la consulta ciudadana convocada por el gobierno catalán. Hecha siempre desde la transparencia –su memoria explicativa se encuentra todavía en la Wikipedia– la campaña se basaba únicamente en el poder de la gente, y por lo tanto tuvo como primer objetivo crear una gran base de datos que permitió que el movimiento no dependiera de grandes mecenas sino de las pequeñas aportaciones económicas que hicieron miles de personas y, lo más importante, que pudiéramos comunicar directamente con las personas sin necesidad de intermediarios supeditados a los poderes fácticos; la tecnología nos permitió hacerlo. Y siempre sabiendo que una buena red territorial basada en el contacto directo entre las personas era lo que haría generar confianza y hacer crecer y avanzar el movimiento. Así fuimos capaces de organizar una encuesta gigante que llegó a un millón de casas, un maratón de centenares de miles de llamadas hechas por voluntarios, y decenas de actos organizados gracias a las aportaciones –en tiempo y dinero- de más de 100.000 personas, sin recibir ni un céntimo de dinero público. La campaña fue un éxito y contribuyó a hacer que dos millones trescientas mil personas votaran pacíficamente y sin incidentes aquel 9N a pesar de la oposición del gobierno español.
El nacimiento de entidades transversales como la Taula per la Democràcia y En Peu de Pau son una prueba más de hasta qué punto la noviolencia define el movimiento soberanista
Sin el aprendizaje de “Ara és l’Hora” seguramente no habría sido posible crear la “Crida per la Democràcia” (Llamamiento por la democracia), una de las herramientas que tres años después nos permitió volver a activar la gran red de personas anónimas dispuestas a dar apoyo a la convocatoria del referéndum vinculante convocado por el gobierno catalán el día 1 de octubre de 2017. Basada en las nuevas aplicaciones como el servicio de mensajería Whatsapp, Crida per la Democràcia volvió a alcanzar grandes hitos: movilizaciones multitudinarias y también recaudaciones de dinero basadas en microdonativos que permitieron no sólo pagar las diferentes acciones de la campaña, sino también generar un Fondo de Solidaridad con el fin de asumir los gastos judiciales y fianzas de todas las personas perseguidas por la justicia española a raíz de la convocatoria del referéndum.
La manera en que ha trabajado la sociedad civil organizada en Cataluña ha despertado el interés de otros movimientos ciudadanos del mundo basados en la desobediencia civil noviolenta, y expertos de todas partes se han querido documentar sobre el caso catalán dada su ejemplaridad; activistas por los derechos humanos y premios Nobel de la Paz como Rigoberta Menchú, Ahmed Galai, Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel o Jody Williams se han sumado al movimiento “Let Catalans Vote” para dar apoyo a la reivindicación de la sociedad catalana, al lado de otros activistas por la paz de todo el mundo como la cofundadora y presidenta de Madres de la Plaza de Mayo Mirta Baravalle o intelectuales como Noam Chomsky o Zygmunt Bauman.
Tradicionalmente, el catalanismo ha sido europeísta: abierto, tolerante, pacífico, democrático, integrador; unos fundamentos que en la Europa de hoy han adelgazado tanto que cuesta reconocerlos
Aunque el movimiento catalán ha sido impecable en las formas y en el fondo, lo que ha pasado nos lleva a pensar que, seguramente, para el Estado habría sido más fácil que hubiera habido violencia en Cataluña. Eso habría justificado su represión, los ataques contra las instituciones, contra sus dirigentes y contra sus ciudadanos movilizados. Pero no ha sido así. Es más, cuanto más fuerte ha sido la represión, más fuerte ha sido la determinación del movimiento catalán para expresarse pacíficamente, sin caer en provocaciones, con coraje pero más cívico y pacífico que nunca. El nacimiento de entidades transversales como la Taula per la Democràcia (Mesa por la Democracia) (con gran representación de la sociedad civil organizada del país, desde sindicatos a grupos de escultismo y el mundo cultural) y En Peu de Pau (En Pie de Paz) son una prueba más de hasta qué punto la noviolencia define el movimiento. Un movimiento, por cierto, que se movilizó el mismo 2017 a favor de la acogida de refugiados en Cataluña en una manifestación multitudinaria que, bajo el lema “Queremos acoger” reunió a miles de personas el mes de febrero. Y es que, tradicionalmente, el catalanismo ha sido europeísta en el sentido fundacional de la expresión “europeísta”: abierto, tolerante, pacífico, democrático, integrador. Unos fundamentos que en la Europa de hoy han adelgazado tanto que cuesta reconocerlos.
El pasado otoño, desde Òmnium editamos un vídeo titulado “Help Catalonia. Save Europe”, que consiguió en tiempo récord más de dos millones de visitas. Explicábamos que sólo podrá pervivir la idea de Europa si se preservan los valores de la libertad, la democracia y los derechos humanos, tan cuestionados hoy en el Estado español. Cataluña ofrece hoy a Europa la posibilidad de reconectar con sus orígenes. Somos pacifistas, defensores de los derechos sociales, orgullosos de haber conseguido la cohesión social en una Cataluña ideológicamente, religiosamente y socialmente diversa. Europa debe dejar de mirar hacia otro lado, no sólo para ayudar a los catalanes sino para ayudarse a sí misma a mantener los valores de la paz, el diálogo y la democracia que la hicieron nacer. Lo que pase en el corazón de Europa es cosa de Europa, porque tendrá consecuencias para todos sus conciudadanos.
Fotografía : Cacerolada: Francis Bourgouin
© Generalitat de Catalunya