Nashieli Ramírez, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México
Nashieli Ramírez tiene una larga trayectoria como activista social y defensora de los derechos humanos, centrada en la atención a la infancia y a la adolescencia. A finales de 2017 fue electa presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México, donde trabaja intensamente para revertir una cruda realidad marcada por las múltiples violencias: más de 1.800 homicidios, 2.300 crímenes de la delincuencia organizada y cerca de 4.000 desaparecidos, según datos de 2018. Múltiples violencias derivadas también de la pobreza y la falta de oportunidades para niños, niñas y adolescentes.
En un contexto de altísimos niveles de violencia y de graves violaciones de derechos humanos ¿cuáles son las prioridades de la Comisión?
Cuando hablamos de construcción de paz, estamos hablando de promoción y prevención de derechos humanos y resolución noviolenta de conflictos, y en esa lógica tenemos un área específica en nuestra dirección de educación, centrada en los niños, niñas y adolescentes. Cuando nosotros decimos que los niños son sujetos de derecho estamos afirmando que son ciudadanos sociales desde que nacen y que no vamos a esperar miradas minoristas de cuidado asistencial. Esta agenda, que recoge la Convención de los Derechos del Niño, te permite tener una amplia visión de derechos. Es una visión sumamente revolucionaria en cuanto a las percepciones del mundo actual e implica una revolución cultural como por ejemplo la revolución en la mirada hacia las mujeres.
Salvaguardar los derechos de la infancia y de otros grupos vulnerables fue una de les prioridades que definió usted cuando fue electa nueva presidenta de la Comisión. ¿En qué se está concretando esta atención?
Nosotros lo que hacemos es demandar ante la autoridad la garantía de derechos para estos grupos, porque su situación de vulnerabilidad y de alta marginación y discriminación los debe colocar ante el Estado como grupos de atención prioritaria. Nuestro foco está en la mirada del estado, y en este caso es una visibilidad mayor y mayores acciones. Hablamos de niños, niñas y adolescentes, juventudes, pero también de las mujeres, porque tenemos que trabajar el cuestionamiento de las masculinidades si queremos hacer un cambio cultural importante. Y estos grupos vulnerables incluyen también situaciones de calle, personas de diversidad sexual, con discapacidad, privadas de libertad, entre los más importantes.
Demandamos la garantía de derechos para los grupos vulnerables, porque su situación de alta marginación y discriminación los debe colocar ante el Estado como grupos de atención prioritaria
De los casi 40 millones de niños y jóvenes mexicanos, casi la mitad vive en condiciones de pobreza (91% en las comunidades indígenas) según datos de UNICEF. Y el 60% de los menores de 14 años han experimentado algún tipo de violencia. ¿La cultura de la violencia está muy arraigada en México?
Lo primero que nos demuestran los datos de pobreza es que las políticas sociales que están dirigidas solamente a adultos no tienen un impacto directo sobre los niños. Los beneficios que recibe un adulto no se ven automáticamente reflejados en los niños si no tienes una mirada específica hacia ellos. Aquí el dato importante es la comparación entre adultos y niños que viven en situación de pobreza: hay 10 puntos porcentuales más de pobreza en los niños que en los adultos. En la niñez y en la adolescencia hay mayor vulnerabilidad en caer en la pobreza que en la edad adulta, y esto requiere revisar cómo estamos.
En segundo lugar, según manifiesta Naciones Unidas la violencia contra niños, niñas y adolescentes está presente básicamente en todo el mundo, y el mayor lugar de violencia es la familia. En México, y a nivel mundial, seguimos teniendo una costumbre muy arraigada de educar sobre todo a base de golpes y por métodos que no abonan mucho la resolución diferente de los conflictos, que es el hecho de enaltecer el diálogo y la comunicación por encima del ejercicio de la violencia. En este aspecto aquí México está en la misma dinámica que la mayoría de países de su entorno.
Entonces, ¿cuál sería la especificidad de México?
Donde creo que tenemos un problema diferenciado es que, en muchos lugares del país, y también de Ciudad de México, hay un incremento de la violencia comunitaria. Los estudios nos dicen que los niños y las niñas ya no salen a la calle. Les quitamos del espacio público porque hay un entorno muy cargado de violencia fuera. Esto tiene impacto sobre muchas otras cosas: su derecho al juego, al espacio público y a la seguridad. También hay grupos de delincuencia organizada que están en la calle que aprovechan esta situación.
En este contexto de violencia, la impunidad, la falta de verdad y de justicia es una constante en México. ¿Esta situación pone en cuestión el Estado de derecho en México?
Sí. Y tenemos que trabajar para que esto cambie. En el caso de Ciudad de México, un comité de expertos está trabajando en la transformación de la Procuradoría en la Fiscalía, y ya hay un diagnóstico bastante fuerte de reconocimiento en términos de impunidad y corrupción, que ha evidenciado una crisis del sistema. La falta de debidos procesos nos lleva a no poder acceder a la verdad y a la justicia. Y hay muchísimos casos de víctimas de violaciones de derechos humanos que tienen que ver con esta falta de debidos procesos y de acceso a la justicia. Ahora la transformación a fiscalía abre una nueva lógica para la justicia.
Las ciudades van a determinar el futuro del mundo y las grandes estrategias de prevención y construcción de paz tienen que venir de lo local
Reformas como la nueva Ley de Víctimas o la Constitución Política de Ciudad de México ¿abren también un nuevo camino en la construcción de paz?
Nosotros estamos estrenando Constitución, la más garantista, que nos da muy buen marco de acción y de gobernanza. En términos de gobiernos locales de toda la región el esfuerzo que estamos realizando es cómo se derivan leyes y programas que se adecuen a esta Constitución. Las ciudades van a determinar el futuro del mundo y las grandes estrategias de prevención y construcción de paz tienen que venir de lo local. En cuanto a la atención a las víctimas de la violencia, nosotros estamos estrenando nuestra Comisión de Víctimas y se acaba de nombrar al Comisionado Local de Búsqueda de Personas. Se están armando los andamios institucionales para poder avanzar un poco.
Con la nueva presidencia nacional de López Obrador, ¿se han abierto nuevas oportunidades para la construcción de paz?
A nivel nacional se está trabajando en el sistema de prevención de la violencia y en la reforma de la seguridad, y a nivel local tenemos caminos paralelos. Desde la Comisión estamos acompañando parte de la estrategia del gobierno. Por ejemplo, en la estrategia de prevención de la violencia, se está trabajando en la creación de las instancias que denominan “pilares” que buscan la incorporación de los jóvenes a la educación y al empleo, siguiendo las experiencias de Medellín o Bogotá, en Colombia. Pero no se trata solo de trabajar con los niños y los jóvenes. En México no podremos avanzar si no trabajamos también con los policías. La transformación del cuerpo policial debe ir de manera paralela porque la gran crisis de seguridad también pasa por una gran crisis en el cuerpo policial. Y en eso estamos apostando, con una propuesta de módulos de formación para policías en derechos humanos, en el uso racional de la fuerza… porque parte de lo que tenemos que reconstruir son los cuerpos de seguridad.
Podemos lograr que nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes tengan otra manera de resolver sus conflictos, otra manera de vivir la felicidad
La Comisión también se ha significado por la ayuda a las caravanas de migrantes, expresión de lucha noviolenta. ¿Es Ciudad de México ejemplo de ciudad de acogida?
Sí, totalmente. En estos términos la respuesta local ha sido diferente de la respuesta restrictiva que se está dando en el país de manera general, porque la ciudad tiene una apuesta local de defensa de derechos humanos, de asistencia humanitaria. Desde finales de marzo no hemos recibido caravanas grandes, pero esto no significa que no estemos trabajando con esta población. La red de albergues de la ciudad, que está operada por organizaciones de la sociedad civil, está recibiendo entre 30 y 50 migrantes a la semana, y se está coordinando entre la Comisión, las autoridades y las organizaciones.
¿Hay lugar para el optimismo a pesar de la cruda realidad del país?
Se está poniendo una mesa que nos construye esperanzas pero que todavía no está operando como tal. En los últimos meses ha habido cambios a nivel institucional que van afinándose, por ejemplo, algunos de nomenclatura. Aquí ya no tenemos una Secretaría de Seguridad Pública, sino una Secretaría de Seguridad Ciudadana, y hace poco se aprobó la Ley de Seguridad Ciudadana de la ciudad. Los que nos dedicamos a la defensa y garantía de derechos, sino vivimos con esperanza mejor nos dedicamos a otra cosa. Sí podemos construir un país mejor, sí podemos lograr que nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes tengan otra manera de resolver sus conflictos, otra manera de vivir la felicidad. Vamos seguir apostando por construir un mundo más justo para todos y todas.
Fotografía de Tania Victoria / Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
© Generalitat de Catalunya