Diásporas constructoras de paz

Entrevista con Zoya Miari, refugiada palestino-ucraniana

Hija de padre palestino y madre ucraniana, Zoya Miari creció en un campo de refugiados palestinos de Líbano donde los enfrentamientos armados y los bombardeos eran constantes. En 2021, en medio de una escalada de la violencia, la familia decidió emigrar a Ucrania en busca de un futuro más esperanzador. Al año siguiente, en 2022, Rusia invadió el país vecino y estalló la guerra. Zoya y su familia emigraron de nuevo, esta vez a Suiza. En este periplo ha vivido en primera persona un trato desigual en función de su origen: el estigma como refugiada palestina y la empatía como refugiada ucraniana. Con el objetivo de romper estereotipos y falsas narrativas, con 22 años ha creado el proyecto «Waves to Home» y se ha erigido como Embajadora de Paz de la cumbre One Young World, en un camino de lucha y resiliencia.

Te has convertido en refugiada dos veces y has vivido una doble experiencia. Dices que una parte de ti, como refugiada ucraniana, recibe empatía y compasión, mientras que la otra parte, como refugiada palestina, está siendo deshumanizada. ¿Cómo vives esta dualidad y por qué crees que sucede?

Sí. Siempre he sentido un conflicto interno por esta doble moral. Si me presento a los demás como ucraniana, les resulta fácil ser empáticos. Cuando decidí mudarme a Suiza después de huir de la guerra de Ucrania, en solo diez días recibí el estatus de refugiada, lo que me permitía trabajar. ¡En solo diez días! Por primera vez en mi vida, me permitían trabajar. Nunca antes había sucedido en el Líbano.

Aquí resulta vital la función de los medios de comunicación e Internet. Los medios occidentales han humanizado mi parte ucraniana a través del lenguaje que utilizan, al tiempo que los mismos medios deshumanizan mi parte palestina. Hablan de niños palestinos muertos, y no dicen quién los ha matado ni tampoco lo llaman genocidio. Así, pues, me pregunto: ¿cómo es posible que me vean diferente si soy el mismo ser humano? Solo porque tenga un pasaporte u otro, ¿este hecho puede dictaminar mi vida?

Tenemos que aprender de la forma cómo se ha tratado a los refugiados ucranianos para tratar a otros refugiados en el mundo, ya sean de Palestina, el Congo, Sudán o cualquier otro lugar.

Entonces, ¿actúas para transformar estos lenguajes y las visiones mayoritarias? ¿Cómo lo haces?

Hay tantos estereotipos sobre los refugiados, como que son pobres o incultos, y quiero cambiar la narrativa. Creo sinceramente en el poder de contar historias. Cuando llegué a Suiza, viví con una familia suiza. Ellos me dijeron: «Zoya, tienes una historia poderosa, tienes que compartirla.» Así, pues, comencé a compartir mi historia en escuelas y más adelante llegó a periódicos, conferencias, etc.

Descubrí que contar historias conecta a las personas entre ellas como seres humanos. Hacía que me vieran como un ser humano en lugar ver de todas estas identidades. Descubrí el poder de contar historias y he utilizado esta herramienta durante los últimos dos, tres años.

Descubrí que contar historias conecta a las personas entre ellas como seres humanos. Entonces me veían como un ser humano en lugar ver de todas mis identidades

¿Tu proyecto Waves to Home también tiene este propósito? ¿Cómo surgió?

En 2022, tras escapar de la guerra en Ucrania, participé en la cumbre mundial para líderes jóvenes One Young World. Fue la primera vez que conecté con personas palestinas procedentes de Palestina. Nunca había tenido amigos de Palestina, porque a ellos no se les permite venir al Líbano y a nosotros no se nos permite ir a Palestina.

Hablamos sobre nuestras historias, nuestras luchas y nuestras definiciones de hogar. Sentimos una conexión genuina y profunda porque creamos un lugar seguro donde ser vulnerables y hablar para compartir el dolor que cargamos como personas refugiadas, migrantes o desplazadas. Había tanto poder dentro de nosotros mismos; muchas personas en todo el mundo lo necesitaban.

Así es como creamos este movimiento global de narración de historias, Waves to Home, que comenzó con refugiados y migrantes de diferentes partes del mundo que hablaban de sus historias y las compartían de una forma resiliente. En lugar de que este dolor nos paralice y nos convierta en víctimas en vida, tenemos el poder de contar historias, cambiando la forma en que explicamos nuestras historias al mundo y a nosotros mismos.

En lugar de que el dolor nos paralice y nos convierta en víctimas, tenemos el poder de contar historias, cambiando la forma en que nos explicamos, al mundo y a nosotras mismas

¿Qué significa para ti el cconcepto de «hogar»?

Es una pregunta bonita. Solía preguntármelo a mí misma toda la vida, porque nunca sentí que mi hogar estuviera en el Líbano, Ucrania o Palestina; nunca me sentí como en casa en Ucrania, ya que no había vivido allí toda mi vida, y lo mismo ocurre con Palestina. Nunca he estado en Palestina porque, como refugiados palestinos, nunca se nos permitió ni siquiera visitarla. Por tanto, mi hogar es un lugar que he creado dentro de mí. Es el lugar más seguro y lo llevo conmigo a donde quiera que vaya.

El poder de contar historias también implica presentarte como un actor que puede transformar la violencia en lugar de situarte como víctima.

Sí. Nosotros, los refugiados, todos cargamos dolor, pero este dolor puede usarse de una forma positiva o negativa. Puedo utilizar el dolor para limitarme o para crear otro ciclo de violencia. Por otro lado, puedo utilizar mi dolor y contarme a mí misma una historia que no me limite, sino una historia sobre ser una guerrera y una luchadora. La forma en que usaría mi dolor es para promover la paz. Por lo tanto, en lugar de convertirse en un arma violenta, mi dolor se convertiría en un arma pacífica. He podido crear paz en mi historia por la forma como veo mi propia historia.

La forma en la que uso mi dolor es para promover la paz; se convierte en una arma pacífica, donde me presento como una luchadora

¿Qué es para ti la «paz»?

Creo que solo podemos hablar de paz si hablamos de justicia, porque la paz y la justicia van juntas. Solo puedo ser embajadora de la paz si lucho por la justicia.

¿Tu trabajo desde la diáspora se centra en tus países de origen (Ucrania y Palestina) o también en tu país de acogida (Suiza)?

Trabajamos en un movimiento global. No solamente cubro mi lado palestino o ucraniano; también trabajamos con narradores de Sudán y otras comunidades. Hay algo en común entre todos los refugiados: nuestras luchas y la forma en que entendemos el dolor de los demás. Si estás luchando por alguien que está oprimido, tienes que luchar por todas las personas oprimidas, y tenemos que mirar a los seres humanos por lo que son como humanos. Los palestinos están siendo deshumanizados y no se les ve como seres humanos que son madres, padres y niños y niñas.

He estado en Auschwitz para aprender sobre la historia y cambiar estas narrativas. Me gusta el mensaje de que «nadie es libre hasta que todo el mundo es libre».

¿Esta también es una forma de luchar contra los discursos polarizadores y de promover el diálogo entre las comunidades?

Esto es muy importante. Cuando comparto mi historia, lo hago sin decir «soy palestina» o «soy ucraniana», porque entonces la gente conecta conmigo a nivel humano, y ese es el poder de contar historias.

Para crear un espacio seguro, comenzamos nuestras actividades con esta pregunta: «¿Quién eres como ser humano sin contarme tus logros o tus identidades externas? Dime simplemente quién eres como ser humano.»

La mayor parte del tiempo, compartimos valores parecidos. Así, pues, esto es lo que puede hacer el contar historias. Nosotros, las personas oprimidas, estamos todas en contra de los regímenes opresivos y de las injusticias. Estamos unidas contra algo más grande que nosotros.


Esta entrevista ha sido traducida de la versión original, en inglés.

Fotografía

Zoya Miari, Autor: Chema Sarri (ICIP)