Ejecuciones sumarias, esclavitud de mujeres, limpieza étnica y confesional… la lista de crímenes contra la humanidad cometidos por la organización terrorista Estado Islámico (EI) es propio de los tiempos pretéritos, de conflictos muy alejados en el tiempo. Cuando se cumplen 100 años del inicio del genocidio armenio y 20 años del fin de la guerra de Bosnia, la irrupción de un actor regional con los métodos y principios morales y éticos de EI es, sin duda, un nuevo fracaso del ser humano. Todavía en estado de shock, la comunidad internacional y la cultura de paz deben recobrar el ánimo y buscar alternativas a una estrategia militar que se ha mostrado ineficaz hasta el momento.
Estado Islámico nació fruto de la máxima: la violencia genera más violencia. La invasión militar de Irak en 2003 por parte de una coalición internacional liderada por los Estados Unidos provocó un cambio de régimen en Bagdad con la consiguiente marginación de la comunidad sunnita y la puesta en práctica de la tortura sistematizada en las cárceles como Abu Ghraib. Esta coyuntura ha propiciado el escenario idóneo para el surgimiento de grupos armados radicales y los ha armado de razones para legitimarse como nuevos gestores del territorio, entre determinados estamentos de la población decepcionados y desamparados por el Estado iraquí.
El caos y el desgobierno, creados principalmente por la guerra de Siria, han permitido a EI fortalecerse, extender sus dominios y ganar una cuota de poder hasta convertirse en uno de los actores clave de la región. El régimen sirio y los rebeldes tienen las manos manchadas de sangre por haber cometido crímenes contra la humanidad, pero también comparten la predisposición a negociar y a buscar una solución que ponga fin al conflicto. A pesar del fracaso de las dos rondas de conversaciones celebradas en Ginebra, los dos bandos tienen unos interlocutores políticos que han puesto sobre la mesa unas demandas concretas y han conseguido algunas treguas de carácter local. El hecho de que Estado Islámico no tenga interlocutores con quienes negociar es el factor principal que lo diferencia de otros conflictos actuales como el de Ucrania y Colombia, donde a pesar del enfrentamiento existe una voluntad negociadora.
El caos y el desgobierno han permitido que el grupo Estado Islámico se fortalezca, extienda sus dominios y gane poder hasta convertirse en un actor clave en la región
Mientras no haya forma de sentar a Estado Islámico en una mesa de negociación, y visto que la acción militar sólo contribuye a agravar el conflicto, habrá que configurar una estrategia que permita desactivarlo progresivamente. En primer lugar, hay que apaciguar el descontento sunnita con un gobierno en Bagdad que sea inclusivo con las minorías. También deben sumarse esfuerzos para cortar las vías de financiación de EI, extremar la vigilancia fronteriza para frenar la llegada de combatientes jihadistas y aumentar el control de las redes sociales utilizadas como instrumento de propaganda y captación. Por otra parte, es necesario mejorar la relación con las comunidades islámicas residentes en los países no musulmanes con el fin de solucionar la exclusión social –factor que ha empujado a muchos jóvenes a unirse a EI- y situar en las mezquitas imanes que promuevan un islam que contrarreste el mensaje radical.
En el contexto de este Próximo Oriente tan convulso, también ha reaparecido con mayor fuerza que nunca un actor marginado y olvidado por la comunidad internacional desde el fin de la Primera Guerra Mundial: los kurdos. Los acuerdos de Sykes Picot en 1916 y el tratado de Lausana en 1923 obviaron la promesa de un estado kurdo por parte de las potencias coloniales y forzaron a este pueblo milenario de Mesopotamia a vivir dividido en diferentes territorios que después se convertirían en los estados de Turquía, Irán, Armenia, Siria e Irak. Sometidos al yugo de regímenes teocráticos, laicos y supuestas democracias, los kurdos no han visto reconocidos en ningún momento sus derechos identitarios y lingüísticos.
El último capítulo de esta ignorancia hacia los kurdos se produjo en enero de 2014 durante las conversaciones de paz de Ginebra II. Sólo el régimen sirio y la oposición se sentaron a la mesa, mientras que la principal formación política de Siria no había sido invitada. Desde el inicio de la guerra de Siria, los kurdos de Siria –alrededor de 2,5 millones de personas- han adoptado una actitud defensiva y han tratado de mantenerse al margen de la lucha entre el gobierno de Bachar el-Assad y la oposición siria. Mientras el gobierno de la República Árabe de Siria ha mantenido una actitud asimiladora y represiva hacia los kurdos en las últimas décadas, la oposición tiene una agenda marcadamente árabe e islamista que obvia la integración de las minorías étnicas, lingüísticas y religiosas.
La comunidad internacional no puede repetir los errores del pasado ni obviarlos. No habrá paz en Oriente Próximo sin resolver la cuestión kurda
Desde julio de 2012, el pueblo kurdo se autogobierna al margen de Damasco y la oposición siria. Esta administración ha conseguido crear un ejecutivo bastante sólido –teniendo en cuenta la situación de guerra-, llevar la enseñanza del kurdo a las escuelas, garantizar los derechos de las mujeres y las minorías y crear ciertas estructuras de estado como un ejército y un cuerpo de policía. El garante de esta administración es una Constitución que ha declarado oficiales la lengua kurda, el árabe y el arameo, hablado por los asirios cristianos. Para mantener la convivencia y evitar conflictos étnicos y religiosos, el autogobierno kurdo ha establecido cuotas electorales para las diferentes nacionalidades y confesiones y también una representación equitativa de hombres y mujeres en la administración. Por otra parte, el gobierno kurdo de Siria tiene la obligación de garantizar la pluralidad política y evitar que se convierta en un proyecto de partido único.
La irrupción de Estado Islámico y su fijación en las minorías étnicas y religiosas y sobretodo la ofensiva sobre la ciudad kurda de Kobane, ha situado a los kurdos como un actor clave en los conflictos de Siria e Irak. El compromiso kurdo con la paz se ha demostrado a lo largo de estos meses ya que los kurdos han sido la única de las facciones que ha permitido el acceso a organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y diferentes delegaciones diplomáticas a los territorios bajo su control. Estas organizaciones han denunciado la represión de la principal formación política de siria hacia sus adversarios políticos y también la utilización de menores de edad para combatir. En este sentido, el autogobierno kurdo de Siria ha admitido estos errores y ha tratado de rehacer la situación firmando un compromiso con la ONG Geneva Call. Visto el rol cada vez más decisivo del pueblo kurdo, la comunidad internacional no puede repetir los errores del pasado y obviarlos. No habrá paz en el Próximo oriente sin resolver la cuestión kurda.
Fotografía : Montecruz Foto / CC BY / Desaturada. – Manifestación de la comunitad kurda contra Estado Islámico. Septiembre 2014
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