Hay opciones vitales que transforman lo que es ordinario en extraordinario. Distinguir lo esencial de lo instrumental, escuchar y sentir como propias las lágrimas ajenas -se manifiesten éstas aquí o a 6000 kilómetros-, optar por cuidar a los seres de aquí y de allí… es vivir y honrar la vida, con mayúsculas. Hace ahora 20 años, unas personas que habían puesto en el centro de su vida y de su profesión el cuidado a las personas decidieron desplazarse a Ruanda y la República Democrática del Congo para ponerse al servicio de los que sufrían, como hoy hay personas que hacen lo mismo con sus vecinos, con personas vulnerables en barrios de ciudades y pueblos o como aquellos que deciden darlo todo en Siria, las aguas del Mediterráneo, Afganistán, Iraq, Palestina, Israel, Irán o Colombia. Hace dos décadas, a través de la ONG Médicos del Mundo, Flors Sirera (hija, hermana y enfermera catalana), Manuel Madrazo (padre de dos hijas y médico andaluz) y Luis Valtueña (hijo, hermano y periodista madrileño) decidieron dedicar los últimos meses de 1996 y primeros de 1997 a personas en situaciones límite en África Central. Hacemos memoria de su vida y de la vida que dieron, no únicamente de su muerte violenta hace ahora viente años en Ruanda (el 18/1/1997, alejada de los tres meses de locura genocida del 1994). Porque su vida tiene sentido para tod@s… y su muerte, sólo ellos saben el sentido de la misma y cómo ha trascendido en otras vidas.
No fueron los primeros; tampoco los últimos. Millones de personas –sí, millones en plural- todas ellas con sed de equidad, de justicia, de paz, de plenitud vivían su vida y les fue arrebatada de forma violenta, o fueron privadas de sus casas, de sus opciones vitales o de sus próximos. Personas aparentemente lejanas, ruandesas, congoleñas, burundesas, canadienses, italianas, británicas, belgas… y también aparentemente cercanas, como los misioneros Joaquim Vallmajó (26/4/1994, Ruanda), Servando Mayor, Julio Rodríguez, Miguel Ángel Isla y Fernando De La Fuente (31/10/1996, R.D. del Congo) o Isidro Uzcudún (10/6/2010, Ruanda). Cooperantes y misioneros asesinados por ser testigos incomodos de los crímenes de los vencedores (Frente Patriótico Ruandés) en Ruanda y el Congo.
Flors Sirera, Manuel Madrazo y Luis Valtueña se desplazaron a Ruanda y el Congo para ponerse al servicio de los que sufrían; hacemos memoria de su vida y su muerte violenta
¿En qué situación se encuentran ahora Ruanda o la República Democrática del Congo? ¿en guerra? ¿en paz? ¿en democracia? Aunque el análisis complejo de ambos países excede estas líneas sí podemos afirmar que viven en una situación de una intensísima violencia directa, estructural y cultural en todas sus dimensiones, en el sentido que aportan Galtung o Lederach. Aunque la comunidad internacional destaca los progresos económicos de estos países, con tasas de crecimiento que ya quisiéramos para los nuestros, los presidentes de ambos países, Paul Kagame y Joseph Kabila respectivamente, fueron actores claves en sucesivas guerras y quieren mantenerse en su sillón y con privilegios el tiempo que haga falta.
A pesar de su supuesta involucración en crímenes contra la humanidad, genocidio, crímenes de guerra, tortura, desapariciones forzadas y represión sistemática, Kagame y Kabila resultan intocables en su condición presidencial; por ello la quieren alargar hasta el extremo mientras el pueblo al que supuestamente sirven se muere, en todos los sentidos. Con diferentes palabras y contextos ambos dicen adivinar la voluntad de su pueblo, mostrándose prestos a doblegarse a su voluntad para presentarse de nuevo a las elecciones. Sirva un simple ejemplo para ilustrar el contraste entre los “salvadores” y “sus” pueblos. En las anteriores elecciones presidenciales de Ruanda, convocadas en el año 2010, el ya presidente Kagame fue reelegido con el 93% de los votos; en 2003 “cosechó” el 94% de los sufragios. Estos son los titulares que recibimos en Occidente. Algunas pocas palabras graves de la ONU, Amnistía Internacional y Human Rights Watch después de las elecciones y… suma y sigue (en medio de una escandalosa complicidad de algunos estados de la comunidad internacional y multinacionales occidentales con inconfesables intereses geoestratégicos y geoeconómicos en África Central).
Pasamos por alto muchas cosas: por ejemplo, Victoire Ingabire, una mujer valiente -igual que Flors-, ruandesa residente en Holanda, madre y esposa decide volver a su país en enero de 2010 para presentarse a las elecciones presidenciales. A su llegada al aeropuerto, clama por la democracia, invita a cambiar de presidente sin ser acompañada de ejército o violencia (como había ocurrido en el país hasta entonces), reclama justicia para todos los responsables de crímenes, aboga por el reconocimiento de todas las víctimas (no sólo las oficialmente reconocidas, tutsis), propugna el diálogo para superar la guerra y la represión (llevando a Ruanda las conclusiones del Diálogo Intraruandés; en los meses siguientes el régimen de Kagame no le deja registrar su partido, la detiene, tortura y condena a siete años de prisión por rebelión; ella recurre su condena y el Tribunal Superior le duplica la pena: quince años. Desde entonces es prisionera política, como muchos otr@s. Tiene suerte de poder explicarlo, muchos no pueden hacerlo. Ha recurrido su condena al Tribunal Africano de Derechos Humanos y el régimen de Kagame quiso retirarse del tribunal internacional, sin éxito.
Aunque no es un buen augurio que este tribunal haya aceptado como amicus curiae a una organización cercana al régimen de Kagame y no, en cambio, a organizaciones internacionales, entre ellas africanas, catalanas y españolas, se tiene la esperanza que se analizará con rigor e imparcialidad la posible vulneración de derechos humanos de Victoire en el juicio previsto para el próximo 17 de marzo1. En medio de todo ello, el presidente ruandés consigue modificar la constitución para poderse presentar este año a una tercera reelección y poder continuar como tal hasta el año 2024.
Millones de personas con sed de equidad, de justicia y de paz, vivían su vida y les fue arrebatada de forma violenta
Salvando las distancias, todo esto me recuerda demasiado a episodios que hemos sufrido de guerra civil y dictadura en este país: en octubre de 1990 Kagame y sus hombres invaden Ruanda desde Uganda e inician una guerra para conquistar el poder (perdido); no se salen con la suya del todo y la guerra degenera en genocidio, y después de 100 días de locura asesina multidireccional Kagame toma el poder por la fuerza en julio de 1994, iniciando una fuerte represión en su país (además de dos guerras en la vecina R.D. del Congo, que siguen produciendo miles de refugiados en África y Europa), rebautizándose como demócrata ante la comunidad internacional, siendo una verdadera dictadura sistemáticamente represiva. Probablemente, este año sea reelegido presidente con casi el 100% de los votos. Tengo la impresión que las personas y los pueblos tenemos menos necesidad de liberadores de la patria, populistas y proveedores de libertad material (en forma de líderes visionarios y/o de líderes de corporaciones multinacionales) y más de ciudadanos que se pongan al servicio de las personas y los pueblos.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, creado para investigar los crímenes más graves producidos en este país (únicamente del año 1994), ha investigado sólo a una parte del conflicto y no ha querido investigar ni la muerte del misionero Vallmajó, ni de obispos, religios@s tutsis y hutus, ni de víctimas hutus o twas. Sólo ha condenado a una veintena de líderes hutus del régimen Habyarimana contra el que luchó Kagame. Dicho tribunal no puede investigar la muerte de Flors y sus compañeros del 1997, ni el resto de las víctimas españolas y ruandesas y congoleñas; tampoco lo puede hacer la Corte Penal Internacional, competente sólo para investigar crímenes posteriores al año 2002.
Tenemos menos necesidad de liberadores de la patria, populistas y proveedores de libertad material y más de ciudadanos al servicio de las personas y los pueblos
Por ello, los familiares de Flors Sirera y de víctimas catalanas, españolas y ruandesas, junto con destacadas instituciones públicas (incluyendo a los ayuntamientos de Figueres, Manresa, Navata o Sevilla) y ONG nacionales e internacionales, interpusieron una acción de justicia según el principio de justicia universal. Después de años de investigaciones con testigos protegidos, el juez dictó órdenes de arresto internacional contra 40 miembros de la cúpula político-militar de Ruanda, con Kagame a la cabeza. A partir de aquí se produjeron numerosos impactos internacionales2, que intentaron ser neutralizados. El último, la detención -a petición de un juez español- del general Karake Karenzi en Londres, quien consiguió evitar el juicio de extradición gracias a las maniobras e interferencias políticas de la fiscalía británica y de la abogada de Karake, Cherie Blair (esposa del anterior premier Toni Blair, asesor “gratuito” de Kagame). A ello hay que añadir que el gobierno español quiso suprimir la justicia universal, obligando a las víctimas a recurrir en amparo ante el Tribunal Constitucional.
Seguimos hoy poniendo en el centro a Flors, Manuel, Luis, Victoire y a todos los que, sea cual fuere el lugar de responsabilidad que ocupen, se ponen al servicio de las personas y los pueblos y trabajan para la realización de derechos humanos en sociedades más equitativas, armónicas y pacíficas.
1. Victoire Ingabire, ya como presa política, fue una de las nominadas al Premio Sakharov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo y es, por tercer año consecutivo, candidata al Premio Internacional Catalunya otorgado por la Generalitat de Catalunya. También ha sido candidata al Premio ICIP Constructores de Paz 2016.
2. Más información sobre la causa de justicia y sus impactos en el Anuario de Acción Humanitaria y Derechos Humanos, Universidad de Deusto, 2015.
Fotografía : UN Photo/Isaac Billy
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