El conflicto político perjudica las relaciones entre individuos y comunidades, así como la confianza en las instituciones públicas y el estado. Es decir, construir la paz requiere atender a las relaciones. En su forma más sencilla, la reconciliación es el proceso de abordar relaciones conflictivas y fracturadas después del conflicto político. Sin embargo, el término reconciliación puede resultar confuso cuando se aplica a sociedades precedidas de conflictos violentos, ya que no solo necesita reconciliar relaciones rotas (como implica el propio término re-conciliar), sino también construir relaciones previamente inexistentes entre individuos, grupos e instituciones. Esto puede comprender diversas actividades a diferentes niveles, desde iniciativas interpersonales e intergrupales, que pueden incluir encuentros, diálogos, educación y comprensión mutua, hasta procesos de construcción de confianza en el ámbito político, incluyendo reconocimiento público y petición de disculpa por las ofensas, reformas institucionales, recuperación de la verdad y reparaciones.
El proceso de reconstrucción de relaciones también es un proceso multidireccional. Con el objetivo de ayudar a comprender esta complejidad, hemos propuesto una «definición de trabajo» de reconciliación que, según nuestros argumentos, implica cinco hilos entrelazados y relacionados1:
1. Desarrollar una visión compartida de una sociedad interdependiente y justa. Esto requiere la implicación de toda la sociedad, a todos los niveles. Aunque los individuos pueden tener opiniones o ideologías políticas diferentes, la articulación de una visión común de una sociedad interdependiente, justa, equitativa, abierta y diversa es un elemento crítico en cualquier proceso de reconciliación.
2. Reconocer y abordar el pasado. Hay que reconocer la verdad del pasado, con todo su dolor, sufrimiento y pérdida, y establecer mecanismos para implementar justicia, curación, restitución o reparaciones, y restauración (incluyendo aquí disculpas, si es necesario, y pasos dirigidos hacia la reparación). Para construir la reconciliación, los individuos y las instituciones deben reconocer su propia implicación en los conflictos del pasado, aceptarlos y aprender de ellos de manera constructiva para garantizar que no se repitan.
3. Construir relaciones positivas. Después de un conflicto violento, hay que restablecer las relaciones o renovarlas, abordando cuestiones de confianza, prejuicio y tolerancia a lo largo del proceso. De este modo podremos aceptar finalmente tanto aquello que tenemos en común, como las diferencias, y unirnos y comprometernos con quienes son diferentes de nosotros.
4. Cambio cultural y de actitud significativo. Hay que romper la cultura de la sospecha, el miedo, la desconfianza y la violencia, para abrir oportunidades y espacios en donde la gente pueda escuchar y ser escuchada. Hay que desarrollar una cultura del respeto hacia los derechos y las diferencias humanas, creando un contexto en el que cada ciudadano pueda convertirse en participante activo de la sociedad y alcanzar un sentimiento de pertenencia.
5. Cambio social, económico y político sustancial. Las estructuras sociales, económicas y políticas que originaron conflictos y alienaciones se identifican, reconstruyen o absorben, y se transforman. Este aspecto también puede ser percibido como un elemento para abordar la igualdad y/o conseguir la equidad entre grupos.
Para comprender esta definición, son importantes tres puntos adicionales.
En primer lugar, las paradojas, tensiones, e incluso las contradicciones, siempre están presentes en los procesos de reconciliación. Por ejemplo, la articulación de un futuro interdependiente a largo plazo (Hilo 1) a menudo está en tensión con los requerimientos de la justicia (Hilo 2)2.Fomentar el cambio económico (Hilo 5) también puede requerir un cambio en la asignación de recursos o la propiedad (por ejemplo, en la Sudáfrica post apartheid), pero puede afectar de manera negativa el potencial de construir relaciones positivas entre los ganadores y los perdedores de este proceso de redistribución (Hilo 3).
La reconciliación conlleva desarrollar una visión compartida del futuro, abordando el pasado y construyendo relaciones positivas con un cambio cultural y de actitud
En segundo lugar, la reconciliación es un concepto moralmente cargado y un término ideológico. Las relaciones resultan fundamentales para la interacción humana y, por tanto, la reconciliación a menudo está relacionada con nuestras creencias básicas sobre el mundo3. Alguien con un pasado teológico podría hacer énfasis en la importancia de construir empatía en el proceso de reconciliación, mientras que un defensor de los derechos humanos podría desear promover el imperio de la ley como medio eficaz para regular la manera en que las personas se comprometen mutuamente y ampliar las instituciones.
En tercer lugar, la reconciliación no solo aborda resultados individuales aislados (por ejemplo, tratando desigualdades sociales entre grupos, Hilo 5), sino que es el proceso de atender con detalle a cada uno de los cinco hilos de forma integral. Esto es un reto porque los contextos sociales, interpersonales y políticos están en constante movimiento. La reconciliación, por lo tanto, debería entenderse como dinámica y progresiva, pero también como conflictiva y propensa al fracaso. Por tanto, la reconciliación debería valorarse como la capacidad de una sociedad para gestionar las paradojas complejas y las tensiones inherentes a los cinco hilos y a estos entre sí, tal y como se han sintetizado previamente.
No podemos aplicar simplemente nuestra definición de trabajo en cualquier contexto sin ningún tipo de reflexión o análisis. Cada contexto es único, e incluso todo el lenguaje utilizado (el mismo término reconciliación en sí), puede estar cargado de polémica y de sensibilidad. En algunas sociedades, la reconciliación se considera un término «blando», que favorece el compromiso por encima de la justicia formal (este es un argumento recurrente en los países de América Latina), y ha sido rechazado por algunas víctimas y defensores de los derechos humanos. En otras sociedades, como en Irlanda del Norte, las connotaciones son distintas. En nuestra investigación en esta región, hemos encontrado aprensión en el uso del término reconciliación entre algunos activistas de la paz, no porque se vea «blando», sino porque se entiende como un proceso que transforma fundamentalmente las relaciones sociales y políticas4. Nos han indicado que han experimentado algunas resistencias cuando se trata de iniciativas que utilizan de forma explícita el término reconciliación, ya que implica un proceso «duro», que requiere un cambio significativo, pero potencialmente incómodo, a nivel personal, cultural o comunitario.
Las paradojas, tensiones e incluso las contradicciones siempre están presentes en los procesos de reconciliación
En el ámbito político, en Irlanda del Norte se ha adoptado una visión más minimalista de la reconciliación, que acepta la existencia de diferentes comunidades (con diferentes aspiraciones políticas), pero solo se han hecho esfuerzos limitados para romper la segregación social, residencial y educativa que existe entre las dos principales comunidades. Con una mejora significativa en el contexto de seguridad desde el Acuerdo de 1998, y en la confianza general entre los grupos alienados, en comparación con el pasado, también las actitudes hacia el «otro», han ido mejorando gradualmente5, aunque las divisiones subyacentes no se hayan resuelto. La confianza entre los partidos políticos se ha deteriorado de manera significativa en los últimos años y, en el momento de escribir este artículo, la Asamblea legislativa delegada (el núcleo central del Acuerdo de 1998) ha sido suspendida por más de un año.
Nuestra investigación demuestra que este impasse político también se ha visto agravado por la falta de una visión común del futuro de la región (Hilo 1). El Acuerdo de 1998 preveía el establecimiento de una estructura de gobierno local delegada dentro del Reino Unido: un compromiso para los unionistas que quieren permanecer en el Reino Unido en general. En cambio para los nacionalistas y republicanos, es una etapa en un proceso a largo plazo hacia una isla de Irlanda constitucionalmente unida (Irlanda del Norte dentro de la República de Irlanda). Esto ha dado pie a una comprensión política diferente del aspecto que podría tener finalmente una sociedad «reconciliada». Aun a riesgo de generalizar, para los republicanos el futuro deseado es de relaciones iguales y respetuosas entre comunidades de una Irlanda unida (el término reconciliación es el que ellos utilizan para describirlo). Para los unionistas, es una forma limitada de «compartir» el poder con los nacionalistas irlandeses dentro de un órgano político y delegado, todavía dominado por instituciones y cultura británicas (generalmente, evitan el término reconciliación).
Después de un conflicto violento prolongado como objetivo a corto plazo, un enfoque minimalista, promoviendo la tolerancia del «otro», podría ser un primer paso útil. Sin embargo, sin crear las condiciones propicias o de apoyo para que las intervenciones intercomunitarias prosperen y que las relaciones sostenibles se desarrollen, el peligro de estancamiento en etapa, o de retroceso, siempre está presente.
La reconciliación debería valorarse como la capacidad de una sociedad para gestionar las paradojas complejas y las tensiones inherentes
Nuestra investigación ha llegado a la conclusión de que hay un fuerte deseo público de que las clases políticas diseñen conjuntamente —y se comprometan públicamente— con un proceso de construcción de relaciones horizontales y verticales. Aunque el trabajo de construcción de relaciones, orientado a las comunidades, ha sido apoyado económicamente (por ejemplo, solo la UE ha contribuido ya con casi 2 mil millones de euros para trabajos comunitarios) y bien recibido por la población general, pero al carecer de una política significativa, que aborde de manera sistemática las divisiones intercomunales, su impacto es bastante limitado.
La reconciliación es un concepto desafiante e incluso paradójico que, además, resulta muy contextual. En cualquier escenario resulta vital un verdadero cuestionamiento sobre cómo una sociedad entiende los elementos básicos de la reconciliación. Esto puede revelar diferencias entre quienes consideren que la reconciliación es un proceso transformador (en el que las diferencias subyacentes son abordadas, se generan nuevas relaciones y culturas de conexión y, durante el proceso, todos los implicados cambian) y quienes la consideran un proceso más limitado y funcional (con niveles básicos de respeto y tolerancia, pero con poca interacción social o abordando de manera superficial las causas fundamentales del conflicto). De esta manera, se podrían abordar más fácilmente esas inconsistencias desde el inicio de un proceso de paz, garantizando una mayor claridad y adaptando los objetivos, tanto para favorecer los miedos genuinos, como para recompensar a los que están dispuestos a asumir un riesgo mayor para conseguir una paz sostenible.
Hemos descubierto que nuestra «definición de trabajo» es una herramienta útil para «diagnosticar» el desarrollo de los procesos de reconciliación a través del tiempo y para saber dónde sería necesario un nuevo impulso. En Irlanda del Norte, argumentarían que, urgentemente, hacen falta más esfuerzos para encontrar una visión común del futuro, a la vez que se aprovecha la oportunidad para afrontar las heridas del pasado. En otras sociedades, este énfasis podría tener un aspecto bastante distinto. Lo que resulta importante es que seguimos en sintonía con los resultados potenciales para escoger objetivos transformadores o minimalistas que aborden un legado de conflicto político y observar, así, los resultados que van ofreciendo estas aproximaciones.
1. Véase, entre otras muchas publicaciones, Hamber, B. & Kelly, G. (2009). «Too Deep, too Threatening: Understandings of reconciliation in Northern Ireland». A. H. van der Merwe, V. Baxter & A. Chapman (eds.), Assessing the Impact of Transitional Justice: Challenges for Empirical Research (pp. 265-293). Washington: United States Institute for Peace.
2. Véase Lederach, J. P. (1997). Building Peace: Sustainable Reconciliation in Divided Societies. Washington D. C.: United States Institute of Peace Press.
3. Véase Van der Merwe, H. (2000). «National and Community Reconciliation: Competing Agendas in the South African Truth and Reconciliation Commission». A. N. Biggar (ed.), Burying the Past: Making Peace and Doing Justice after Civil Conflict. Washington, D. C.: Georgetown University Press.
4. Hamber, B. y Kelly, G. (2017). Challenging the Conventional: Can Post-Violence Reconciliation Succeed? A Nothern Ireland Case Study. Kofi Annan Foundation & Interpeace: Nueva York.
5. Morrow, D., Robinson, G., & Dowds, L. (2013). The Long View of Community Relations in Northern Ireland: 1989-2012. ARK: Belfast.
Fotografía : Hands Across the Divide. Monumento en Derry (Londonderry)
© Generalitat de Catalunya