Una polarización intensa debilita la democracia. En democracias sanas, los grupos opuestos se consideran adversarios políticos con los que competir y, en ocasiones, negociar. Sin embargo, en las democracias profundamente polarizadas, los oponentes políticos se ven como un enemigo al que se debe vencer.
Un proyecto de investigación colaborativo que dirigí1 sobre democracias polarizadas de todo el mundo analiza los procesos mediante los cuales las sociedades se dividen en “tribus” políticas, con el consiguiente perjuicio para la democracia. Sobre la base de un estudio de 11 países, incluidos los EE.UU., Turquía, Hungría, Venezuela y Tailandia, constatamos que, cuando los líderes políticos tachan a sus oponentes de inmorales o corruptos, crean dos bandos en la sociedad: “nosotros” y “ellos”; lo que los politólogos y los psicólogos denominan “grupos propios” y “grupos ajenos”.
En esta dinámica tribal, cada bando ve al otro grupo, el “grupo ajeno”, con una creciente desconfianza, sesgo y enemistad. Crece la percepción de que “si ellos ganan, yo pierdo”. Cada bando ve al otro grupo político y sus partidarios como una amenaza para la nación o su forma de vida, en caso de que llegara al poder. Por lo tanto, los seguidores del actual gobernante toleran que tenga un comportamiento más antiliberal y crecientemente autoritario para mantenerse en el gobierno, mientras que sus oponentes están cada vez más dispuestos a recurrir a medios antidemocráticos para apearlo del poder. El resultado no es otro que una democracia dañada.
Factores de polarización
Nuestra investigación constata que en la polarización grave influyen tres factores principales2:
1. Las divisiones alimentadas por los políticos
En primer lugar, a menudo este fenómeno es estimulado por la retórica de los líderes políticos, que explotan agravios reales de los votantes. Estos políticos deciden subrayar las cuestiones que generan división, a fin de favorecer su propia agenda política. Es posible que exploten agravios y ansiedades reales sobre el desempleo o la delincuencia o, incluso, que se inventen una amenaza, como Donald Trump cuando tildó a los refugiados centroamericanos de “ejército invasor”.
En un contexto de polarización extrema, las personas se sienten distanciadas respecto del “otro” bando y sospechan de él. Al mismo tiempo, se sienten leales y confiadas respecto a su propio bando, sin analizar sus sesgos ni la base objectiva de su información. Por lo tanto, son receptivos a la retórica de los líderes políticos que pretenden generar votos a partir del miedo al “otro”. Pese a que es un fenómeno común, identificado hace tiempo por la psicología social, se ha agravado todavía más en la era actual, marcada por los ciclos de noticias de 24 horas en las redes sociales y en la cual los medios de comunicación más politizados repiten y amplifican los ataques políticos.
En un contexto de polarización extrema, las personas se sienten distanciadas respecto del “otro” bando y sospechan de él. Se sienten leales y confiadas respecto a su propio bando, sin analizar sus sesgos ni la base de su información
2. Reacción de la oposición
Pese a todo, la polarización trabaja en dos sentidos. Cómo reacciona la oposición política es el segundo factor que explica el impacto de la polarización en la democracia. Si, ante la retórica de resentimiento y las tácticas que pretenden excluir al perdedor, la oposición responde con un lenguaje político agresivo y demonizador similar, se arriesga a consolidar un ciclo que conduzca a un atrincheramiento en la política de polarización.
Por otro lado, si movilizan a los votantes en torno a un mensaje positivo de democratización y se resisten a las estrategias del “ojo por ojo”, pueden sentar las bases de la despolarización.
3. Fallas polarizantes
Como constató nuestra investigación, el tercer obstáculo, y el más difícil, radica en la base subyacente de la polarización. Cuando los países se polarizan en torno a divisiones3 que reflejan debates no resueltos, presentes ya en la formación del país, es más probable que dicha polarización resulte duradera y dañina.
Estas divisiones suelen estar relacionadas con conceptos sobre la identidad nacional y los derechos de la ciudadanía. Este tipo de polarización es particularmente pernicioso, puesto que gira en torno a los debates sobre quiénes son los ciudadanos legítimos y quiénes pueden representarlos legítimamente. Por ejemplo, los Estados Unidos se fundaron sobre la desigualdad en los derechos de ciudadanía de los afroamericanos, los nativos americanos y las mujeres. Cuando estos grupos reafirmaron sus derechos en el movimiento por los derechos civiles de la década de 1960 y en el movimiento de mujeres de la década de 1970, creció la polarización en torno a estos derechos y el cambio en la posición de estos grupos.
La peligrosa lógica de la polarización
1. La polarización premia las posiciones extremas y debilita a los moderados centristas
Los líderes y partidos polarizadores necesitan enemigos para establecer una línea divisoria entre “nosotros” y “ellos”. Avivan el miedo a estos enemigos a fin de seguir ganando elecciones. Los enemigos pueden ser externos (los inmigrantes en Hungría o los imperialistas extranjeros en Venezuela) o internos (los terroristas kurdos en Turquía, los medios de comunicación en los Estados Unidos y cualquiera que no esté de acuerdo con el líder). Los extremistas de ambos bandos etiquetan luego a los moderados que están dispuestos a entablar compromisos como “traidores en connivencia con el enemigo” o “vendidos”. De esta manera, el centro desaparece y las posiciones radicales predominan, con la consiguiente parálisis política o, incluso, la aparición de un conflicto violento.
2. La polarización influye en las percepciones individuales y es difícil de revertir una vez creada
Cuando ya se ha instalado una forma de pensar polarizada y los votantes se sienten profundamente divididos psicológica y espacialmente, es muy difícil volver atrás. La investigación4 sobre el razonamiento inducido nos ayuda a comprender este problema. Las emociones y los deseos y temores inconscientes5 influyen en cómo interpretamos la información, en especial si nos sentimos amenazados. Los votantes están motivados para eliminar la disonancia cognitiva rechazando los hechos que ponen en entredicho sus visiones del mundo o su concepto de sí mismos. Los líderes polarizadores aprenden que explotar los temores y ansiedades de sus partidarios les servirá para ganar las elecciones, de modo que alientan ese razonamiento inducido.
En consecuencia, cuando el gobierno venezolano difunde teorías de la conspiración para explicar los graves problemas del país, sus partidarios acérrimos parecen creerlos sin cuestionarlos. De un modo similar, el movimiento birther de Trump, que ponía en duda la ciudadanía de Barack Obama y su derecho a ser candidato, rechazaba la información objetiva sobre el lugar de nacimiento del expresidente norteamericano.
Cuando ya se ha instalado una forma de pensar polarizada y los votantes se sienten profundamente divididos psicológica y espacialmente, es muy difícil volver atrás
3. Las tácticas de “ojo por ojo” agravan la polarización y resultan contraproducentes
Una estrategia obstruccionista intensifica la polarización y puede poner en peligro la democracia. Tratar la política como un juego de represalias y contrarrepresalias puede hacer que te expulsen del terreno de juego. Por ejemplo, en Venezuela, la oposición política se negó a negociar6 con el presidente Chávez y, en su lugar, durante tres años lo intentó expulsar de la presidencia a través de métodos tanto constitucionales como anticonstitucionales. Al fracasar, la oposición boicoteó unas elecciones legislativas y perdió el control del Congreso por completo ante el partido de Chávez, con lo cual le cedieron la potestad de nombrar a los miembros de la Corte Suprema y el Consejo Nacional Electoral a lo largo de la década siguiente.
Deshacer la polarización
Es posible eludir la polarización o, incluso, deshacerla sin permitir un comportamiento antidemocrático ni eludir el enfrentamiento político en torno a determinados principios y cuestiones. Evitar que se intensifique la división y desconfianza que parece asolar nuestras sociedades es responsabilidad tanto de los líderes políticos como de los ciudadanos. No basta meramente con retirarse de la política.
Los ciudadanos pueden protegerse a sí mismos y a su democracia si son conscientes de los mecanismos políticos y psicológicos de la polarización y de los primeros signos de alerta de la erosión democrática. Pueden negarse a participar en la trampa de la demonización de la política, al tiempo que insisten en votar masivamente contra aquellos que usan métodos polarizadores. Los líderes políticos deben ser conscientes de que sus palabras y acciones pueden incrementar, evitar o reducir la polarización grave.
En cuanto a los que priorizan la victoria de su equipo por encima de todo, la consciencia de que, con el tiempo, serán los perdedores de las reglas que han rediseñado debería de templar sus ánimos. En cuanto a aquellos que tienen una perspectiva más amplia centrada en los intereses colectivos y el bienestar de la sociedad, comprender la lógica de la polarización -que impide la resolución comuna de los problemas- podría darles el coraje necesario para cruzar la brecha en lugar de responder con estrategias de polarización perniciosas.
SOBRE LA AUTORA
Jennifer McCoy es catedrática de Ciencia Política en la Georgia State University (Atlanta, EE.UU), y actualmente es investigadora en el Institute for Advanced Studies en la Central European University (Budapest, Hungría). Lidera un grupo de investigación sobre la polarización y sus consecuencias para la democracia.
*Algunas partes de este artículo aparecieron previamente en:
The Washington Post:
“Before going nuclear, Republicans and Democrats might consider these four lessons from polarized democracies”
The conversation: “Extreme political polarization weakens democracy – can the US avoid that fate?”
1. Ver el artículo “Polarization and the Global Crisis of Democracy: Common Patterns, Dynamics, and Pernicious Consequences for Democratic Polities”, de Jennifer McCoy, Tahmina Rahman y Murat Somer, publicado el 20 de marzo de 2018.
2. Ver el artículo «Toward a Theory of Pernicious Polarization and How It Harms Democracies: Comparative Evidence and Possible Remedies«. The Annals of the American Academy of Political and Social Science, enero de 2019. Editores Jennifer McCoy y Murat Somer.
3. Ver el artículo «Transformations through Polarizations and Global Threats to Democracy«. The Annals of the American Academy of Political and Social Science, octubre de 2018. Editores Jennifer McCoy y Murat Somer.
4. See “The roles of information deficits and identity threat in the prevalence of misperceptions”, de Brendan Nyhan, Dartmouth College y Jason Reifler. Diciembre de 2017.
5. Ver el artículo “Why you think you’re right, even when you’re wrong”, de Julia Galef, marzo de 2017.
6. Jennifer McCoy, Franciso Diez International Mediation in Venezuela, USIP Press, 2011.
Fotografía de Arturo Castaneyra
© Generalitat de Catalunya