Proyecto
“Covert Drone War”
The Bureau of Investigative Journalism es una ONG británica con la firme creencia que el periodismo tiene que actuar en beneficio de la sociedad. Es por eso que tienen un proyecto llamado “Covert Drone War” dedicado a la investigación de los ataques con drones armados perpetrados por Estados Unidos en Pakistán, Yemen y Somalia. En su web, la organización recoge las noticias relacionadas con las operaciones con drones en estos países, así como historias personales de víctimas y testimonios de estos ataques.
Como elemento de denuncia, el proyecto tiene un apartado específico donde contabiliza el número de ataques lanzados en estos países, el número de víctimas mortales (globales, civiles y niños) y el número de heridos. De esta manera, según los datos de esta ONG, vemos como sólo en Pakistán, entre los años 2004 y 2013, Estados Unidos lanzó 381 ataques (la práctica mayoría bajo la presidencia de Barack Obama) con estas consecuencias: entre 2.500 y 3.600 muertos, de los cuales cerca de un millar eran civiles y, de éstos, 200 eran niños. Los heridos estarían entre 1.100 y 1.500.
En Yemen, entre los años 2002 y 2013, Estados Unidos han confirmado cerca de 70 ataques pero The Bureau of Investigative Journalism calcula que podría haber unos cien más, con centenares de muertos y de heridos. Por último, los datos referentes a Somalia se centran entre los años 2007 y 2013. En este país se han producido, según la misma fuente, una decena de ataques, y podrían haber muerto hasta una treintena de personas.
Sin duda, es un recuento útil para poder valorar la magnitud de la amenaza de que suponen los drones, vista la opacidad con la que se llevan a cabo estas prácticas y sus consecuencias con la premisa de una guerra global contra el terrorismo.
Documental
Drone Wars
«Drone Wars» es una serie de tres documentales sobre las implicaciones de esta arma de guerra, realizada por Alternate Focus, un grupo audiovisual independiente y sin ánimo de lucro que trabaja para dar una visión del Oriente Próximo «diferente» de la transmitida por Estados Unidos a su opinión pública.
La primera parte del documental, titulada «The drone landscape», nos da una visión general del uso que hace Estados Unidos de los aviones no tripulados a varios países, sobre todo en Pakistán, concretamente en la zona del Waziristan. A través de entrevistas a académicos, activistas o miembros del Congreso norteamericano, el documental reflexiona sobre el objetivo de los ataques con drones y sus consecuencias.
La segunda parte, «The drone economy», se centra en las implicaciones económicas de la guerra con drones. El documental visita, por ejemplo, la localidad de Poway, en San Diego, California, donde 4.000 personas trabajan por General Atomics, el contratista que fabrica el modelo de avión Predator, y aborda los vínculos entre la industria de defensa norteamericana y la clase política.
Por último, la tercera parte del documental, «The drone morality», se pregunta a quién recae la responsabilidad ética y legal de los ataques con aviones no tripulados y pone sobre la mesa el debate de cómo estas armas pueden cambiar la percepción y la manera de hacer la guerra.
Libro
A short history of nuclear folly
Herzog, Rudolph. A short history of nuclear folly. Mad scientists dithering nazis, lost nukes, and catastrophic cover-ups. Melville House 2012.
Estamos ante un libro sobre el peligro nuclear que no habla de Hiroshima, ni de Nagasaki, ni de Chernobyl, ni de la crisis de los misiles de Cuba, ni de Fukushima. Y, aún así, pone los pelos de punta. Cada capítulo se concentra en un tipo de locuras que son (inexplicablemente) poco conocidas. Entre ellas, los destinos y la evolución profesional tras la segunda guerra mundial de los científicos alemanes que habían trabajado en proyectos nucleares… y que pese a tener la capacidad para ello, en época de Hitler decidieron no construir la bomba atómica. De las más escalofriantes son, sin duda, las ideas para adaptar las armas nucleares a la ingeniería civil, como la construcción de un segundo Canal de Panamá mediante el uso de 300 bombas nucleares. Para este tipo de proyectos se han llevado a cabo multitud de ensayos de explosiones nucleares… ¿alguien sabe de donde viene la etimología de la palabra bikini?
No podían faltar en esta obra accidentes como el de Palomares, entre muchos otros. O situaciones difícilmente explicables, como el hecho de que decenas de las personas que participaron en la misma película muriesen de cáncer a temprana edad. Uno de ellos, John Wayne, a los 46 años. ¿Y qué pensar al saber que durante la Guerra Fría se perdieron hasta 40 armas nucleares?… como desconocido es también el paradero de un reactor nuclear que estaba instalado en la cordillera de los Himalayas. Construído por un clarividente misionero, existe en el Congo otro reactor abandonado al que han robado su combustrible, basado en uranio… mientras un avispado cirujano implantaba plutonio en el corazón de algunos pacientes. En la actualidad y pese a la campaña internacional para prohibirlas, las armas nucleares siguen extendiéndose por el planeta.
Pero lo más preocupante de este libro es que parece ser solo la punta del iceberg. ¿Cuantos capítulos más quedarán por escribir?
Documental
«Aquí nos vamos a quedar»
Campesinos afectados por los cultivos de soja transgénica en Argentina o por las extracciones de minerales en Ciudad Bolívar de Colombia; un pueblo entero – Temacapulin, en México- amenazado con inundaciones por las extracciones de agua de una importante constructora española; nómadas tibetanos perseguidos por el gobierno chino para que abandonen tierras y rebaños; o comunidades enfrentadas por la explotación del delta del río Tana en Kenia … Son todos ellos ejemplos de injusticias ambientales, víctimas de una desigual distribución de los recursos naturales, y protagonistas del documental Aquí nos vamos a quedar, producido por el Laboratorio Multimedia de Conflictos Ambientales del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA).
A través de testimonios directos y de la voz de activistas y académicos, el documental hace pedagogía sobre qué es la justicia ambiental – la equidad del uso razonable de los recursos naturales- y señala cuatro aspectos esenciales para disfrutar de esta justicia: una distribución equitativa de la riqueza que nos ofrece la naturaleza, el reconocimiento de las comunidades locales, su participación en la toma de decisiones y la capacidad para movilizarse y hacerse oír.
Aquí nos vamos a quedar es un buen trabajo de denuncia a partir de vivencias concretas y al mismo tiempo de reivindicación de la lucha social, ya que se nos recuerda que gracias a las movilizaciones ciudadanas se han ganado batallas importantes, como la de los campesinos del Páramo El Almorzadero de Colombia o de los mismos ciudadanos de Temacapulin de México. Ejemplos que tienen que dar esperanzas a otras comunidades amenazadas por intereses económicos difíciles de defender.
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