Editorial
De la lucha contra el terror a las revueltas en el mundo árabe, una década acelerada
Imagen: Troy Page / t r u t h o u t
La perspectiva optimista sobre la postguerra fría, que se inició con la ilusión de convertir parcialmente espadas en arados mediante el "dividendo de la paz" (dedicar a desarrollo parte del gasto militar mundial justificado por décadas de enfrentamiento Este-Oeste), finalizó repentinamente hace ahora una década con los atentados del 11 de septiembre de 2011 en Nueva York y Washington.
Como muestran los artículos y la entrevista del monográfico, los atentados abrieron una década acelerada, llena de cambios, tanto en las políticas internas como exteriores y de seguridad de Estados Unidos y, de rebote, en la geopolítica global y en muchas regiones y países del mundo, cambios en parte todavía vigentes.
Las cosas han ido cambiando, despacio, en particular a partir de la presidencia de Obama, aunque todavía queda mucho por hacer. En los últimos tiempos dos hechos solicitan atención a la hora de hacer el balance de la década. Primero, la situación global de la lucha contra el terror, al mostrarse que la inestabilidad de la región de crisis (Irak, AfPak, Irán, Oriente Medio...) es estructural y que no necesariamente mejorará con la salida de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN prevista para 2014, entre otras cosas por la revitalización y capacidad de acción de las franquicias de Al-Qaeda con más componentes locales y más alejadas de la "marca" central. Y, segundo, en un sentido más positivo, porque las revueltas árabes que se iniciaron en Túnez han mostrado que los pueblos, a pesar de décadas de represión y dictadura, se pueden movilizar para satisfacer necesidades básicas tan importantes como la supervivencia, la dignidad y la libertad, dejando en un segundo plano la seguridad física, enfrentándose a policías y ejércitos. El mundo árabe se ha levantado, por primera vez en los últimos dos siglos, poniendo en el primer plano de sus reivindicaciones demandas contra sus propios regímenes y gobernantes y no contra las potencias coloniales y neocoloniales, dejando en ridículo miles de páginas que sostenían que la libertad no era un valor asumido por la población árabe.
Estos dos hechos nos permiten extraer una conclusión final: que no hay atajos para resolver problemas complejos como la violencia política y el terrorismo (una forma extrema de violencia política), tan determinantes en el actual siglo XXI, lejos de ser fenómenos específicos del Islam o del Oriente Próximo (recordemos a Noruega y el terrorismo de extrema derecha).
Por eso hay que reivindicar el análisis y la propuesta que hacía Fred Halliday en 2004 para encarar la lucha contra el terror:
El reto básico que el mundo tiene que encarar en función del 11 de septiembre y de todos los otros actos terroristas que le han precedido y que lo seguirán es crear un orden global que defienda la seguridad y a la vez haga reales las aspiraciones a la equidad y al respeto mutuo que la modernidad aireó y proclamó pero que fue tan espectacularmente incapaz de satisfacer. El terrorismo, por tanto, es un problema mundial, tanto por sus causas como por su impacto. Y por tanto se tendría que afrontar en un contexto cosmopolita mundial.
(La lucha durará décadas y el resultado no está claro, pero para luchar es necesario que ...)
...la ciudadanía tenga aseguradas cincos cosas: un sentido preciso de la historia; el reconocimiento de la realidad del peligro; un liderazgo político inteligente y persistente; la creación de un apoyo masivo dentro de Europa y en la sociedad mundial favorable a resistir esta amenaza nueva y fundamental; y, por encima de todo, necesitaremos nuestra mejor defensa: un compromiso con los valores liberales y democráticos.1
1. Fred Halliday, "Violence and Politics", a Political Journeys. The Open Democracy Essays, Londres, Saqui Books, 2011, pàg. 180. (Volver)