En profundidad

Artículos centrales

Los retos y la agenda del gobierno marfileño

Rafael Grasa
Presidente del Instituto Catalán Internacional para la Paz
Rafael Grasa

Rafael Grasa

Hace un año Costa de Marfil celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La disputa para dirimir al ganador desembocó en un enfrentamiento bélico donde facciones armadas daban apoyo a los dos autoproclamados presidentes. El final de la fase armada de la crisis llegó con la detención del ex presidente Laurent Gbagbo y la toma de posesión de Alassane Ouattara, hace poco menos de 7 meses. Aunque es pronto para hacer un análisis en profundidad de lo ocurrido, repasaremos los retos y la agenda del gobierno de Ouattara, a partir de sus declaraciones (como el discurso en la UNESCO del pasado 26 de octubre) y el legado de los factores estructurales de la crisis y conflictos marfileños.

El nuevo ejecutivo de Outttara se enfrentó a unas circunstancias sumamente complejas, lo que nos permite hacer una valoración positiva de entrada: a falta de resultados positivos significativos, no ha habido hasta ahora ninguno negativo, al menos en cuanto a aspectos relevantes de la gobernabilidad.

Tres eran los retos iniciales para consolidar la situación a corto plazo y para poder empezar a construir pacíficamente el país. En primer lugar, conseguir un auténtico gobierno de unidad, con la dificultad añadida de la enorme polarización de discursos y de posiciones durante la situación de doble poder. Hay que recordar que incluso en el entorno del presidente hay diferentes posicionamientos e intereses: el primer ministro Guillaume Soro, las Forces Nouvelles (surgidas de la fusión de tres antiguos grupos armados el año 2002) y el Partie Démocratique pour la Côte d'Ivoire (PDCI, liderado por el ex presidente Henri Konan Bedié y actor decisivo en el resultado electoral al dar apoyo a Ouattara en la segunda vuelta).

En segundo lugar, la cuestión de la seguridad. A pesar del embargo de armas impuesto internacionalmente, el fin de la crisis comportó la detección de un alto número de grupos armados y una proliferación de armamentos. Además, con el incumplimiento de los Acuerdos de Paz de Ouagadougou en cuanto a la desmovilización y reinserción, muy incompletas antes de las elecciones, la reestructuración y recomposición de las fuerzas armadas se ha convertido en una tarea esencial. El Consejo de Seguridad de la ONU así lo entendió incluyendo en su Resolución 2000 el apoyo externo para reformular la política nacional de defensa y de seguridad, mediante una estrategia de reforma muy integral del sector de seguridad.

En tercer lugar, la aplicación de mecanismos de justicia en épocas de transición, es decir, afrontar la paz, pero también la reconciliación, la justicia y la verdad. En este sentido Ouattara ha anunciado la creación de una Comisión de la Verdad, Diálogo y Reconciliación. La ciudadanía, independientemente de sus posicionamientos políticos, desea un clima pacífico y el esclarecimiento de la verdad, pero las dificultades en el tratamiento de estas cuestiones requieren respuestas adecuadas sobre algunos aspectos: la composición de la Comisión, su mandato y su capacidad operativa sobre el territorio, así como la forma de colaborar con la Corte Penal Internacional en el proceso- un tema muy delicado. Además, hay dos elementos adicionales que hay que tener en cuenta: a) las decisiones sobre cómo combinar verdad, justicia, reparación y perdón, un hecho que marcará el mandato y el trabajo de la Comisión y, sobretodo, la aplicación de sus resultados; y b) el futuro del ex presidente Gbagbo y su círculo próximo, hoy por hoy aun pendientes de juicio. De momento, una de las incógnitas se ha resuelto con la decisión de las autoridades marfileñas de entregar a Gbagbo a la Corte Penal de La Haya, acusado de crímenes contra la humanidad.

Sin embargo, además de afrontar los retos más inmediatos con el fin de iniciar un proceso de transformación de una situación de paz negativa frágil (ausencia de violencia directa), hacia las primeras fases de la paz positiva (la construcción de la paz), se necesitan reformas en profundidad de elementos estructurales. Telegráficamente nos referiremos a cuatro aspectos poco recordados.

Primero, el agotamiento del modelo de desarrollo neocolonial, que aunque fue exitoso al principio, al fin ha generado un alto grado de corrupción. Segundo, el cambio y la democratización del sistema político, muy presidencial, sin contrapoderes, poco descentralizado y con poca capacidad de resolver y armonizar las disputas. Tercero, el progresivo deterioro del sistema educativo, particularmente en la educación superior. Cuarto, poner en el centro la lucha por la transparencia y contra la corrupción, que implica también enmendar algunas reformas recientes que han tenido efectos perversos, con nuevas y peores formas de opacidad, como la sustitución de las reglas de juego tradicionales del mercado del cacao impulsadas por el Banco Mundial.

La lista de temas de la agenda y de retos no acaba aquí. También habrá que hacer frente a los retos estructurales más conocidos, los que aceleraron el deterioro de la situación y los enfrentamientos de 2002: la identidad nacional, la reforma agraria y la legislación que se deriva, el despliegue del estado en el norte del país, la reforma del sector de seguridad y la modernización del aparato del estado y, finalmente, la creación e implementación de políticas públicas juveniles de educación y trabajo. Retos todos ellos de gran importancia y magnitud, donde la construcción de la paz y el desarrollo se vinculan de forma inextricable.

Finalmente, queremos sin embargo hacer una mención especial a un trabajo de largo recorrido: la construcción progresiva de un relato compartido y consensuado sobre el pasado, el presente y el futuro del país, fruto del análisis de las causas subyacentes del conflicto y del horizonte de paz, a medio plazo. No basta con poner el tema en la agenda del gobierno (Costa de Marfil Horizonte 2020, en palabras del presidente Ouattara), sino que hace falta trabajar al menos a tres décadas vista e implicar a todos los agentes, la sociedad civil, los emprendedores y las fuerzas del mercado, y naturalmente, las fuerzas políticas.

Hacerlo es una condición necesaria, aunque no suficiente, para hacer realidad la estrofa final de la conocida canción de Tikeh Jah Fakoly: "Ma Côte d'Ivoire je ne veux plus te voir en larmes. Ma Côte d'Ivoire, je ne veux plus te voir prendre les armes".


Una versión más exhaustiva de este artículo ha sido publicada como ICIP Policy Paper, N. 04 noviembre 2011, con el título Construir la paz y el desarrollo en Costa de Marfil: decisiones nacionales, responsabilidades y deberes compartidos, de Albert Caramés y Rafael Grasa.