Entrevista
Sophie da Camara, directora de la división DDR de la ONUCI en Costa de Marfil
Sophie da Camara
El Consejo de Seguridad de la ONU estableció la Operación de Naciones Unidas en Côte d'Ivoire (ONUCI) en abril de 2004 habiendo determinado que el país constituía una amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Desde entonces, su mandato se ha ampliado varias veces, sobretodo a raíz de la crisis desatada después de las elecciones presidenciales de 2010, con el objetivo de apoyar a las autoridades locales y contribuir a la construcción de la paz. Uno de los puntales de la misión es la división de Desarme, Desmovilización y Reintegración de los combatientes, y su directora, Sophie da Camara, nos habla del trabajo que llevan a cabo.
¿En qué consiste el trabajo de la misión de desarme, desmovilización y reintegración de antiguos combatientes (DDR) que usted dirige en Costa de Marfil?
Estamos en una situación post-crisis y nuestro trabajo es apoyar al gobierno en la definición de políticas y estrategias de DDR. En términos de desarme tenemos tres procesos paralelos. El desarme de las fuerzas armadas y de todos los representantes de las fuerzas republicanas (FRCI), las milicias y los grupos extranjeros, el desarme del gran stock de armas y, por último, el proceso de desarme de la población civil, las comunidades locales. En este caso hacemos un programa de sensibilización con las autoridades locales.
Y en términos de desmovilización…
Aquí trabajamos sobre distintos grupos. Primero, con los combatientes del FRCI, un grupo muy importante porque es necesaria una revisión del tamaño del ejército y será un proceso muy lento y gradual. También trabajamos con las milicias, los grupos de autodefensa y los movimientos de juventud armados y, por otra parte, con los combatientes extranjeros o sobre suelo extranjero. Hay que notar que en Costa de Marfil se encuentran más de diez nacionalidades de combatientes armados y hay también marfileños en otros países, sobretodo en Ghana y Liberia.
¿Cómo están funcionando estas operaciones?
Hasta ahora nos hemos concentrado en dos prioridades: la recolección de armas, porque había una circulación muy alta de armas ligeras sobretodo en Abiyán, y la negociación directa con grupos armados ilegales. Con el acuerdo del gobierno – ninguna actuación se hace sin autorización gubernamental-, desde junio hemos negociado con algunos grupos y los hemos desarmado, con una o dos operaciones al mes en todo el territorio. Para la negociación y el desarme, nosotros definimos muy claramente de cuántas armas disponen y registramos a los combatientes para ir avanzando un poco y ayudarles en el proceso de reinserción económica y social.
¿La división del país influye en vuestro trabajo?
Sí, obviamente, porque hay grupos que todavía se niegan a discutir con nosotros – aunque Naciones Unidas, como fuerza imparcial, genera más confianza-, u otros que están listos para negociar pero no para desarmarse. Y también está la presión por las elecciones. Cuánto más se acerquen las elecciones menos confianza vamos a tener y más la gente se agarrará a sus armas por si acaso. El momento de las elecciones es un momento que todos ven llegar con mucho miedo y desconfianza. Cuánto más cerca estemos de las elecciones, menos entregas de armas vamos a tener.
¿Tenéis datos del número de armas recogidas y de combatientes desmovilizados?
Hemos registrado unos 1.300 combatientes desmovilizados, la mayoría miembros de milicias y grupos de autodefensa. Y en términos de armas, hay unas 2.700 recogidas después del conflicto y 12.000 municiones, granadas incluidas.
Los programas de DDR van ligados, también, a una reforma del sector de la seguridad (RSS). ¿En qué punto está la reestructuración de las fuerzas armadas?
El proceso de reforma es muy lento. Nosotros estamos apoyando al gobierno para que desarrolle una política nacional de defensa y seguridad y para que cree una institución que lo maneje, para tener una dirección clara de cómo coordinar la parte militar (de defensa y de seguridad) y la civil (la justicia, las cárceles, la aduana…). Esto puede durar años. En Burundi, por ejemplo, la reforma de la policía duró 15 años. Son procesos que despiertan desconfianza en las fuerzas de seguridad, armadas, y por eso hay que hacerlos con mucha calma y mucha participación porque sino el riesgo de desestabilizar el país es demasiado grande.
La Operación de Naciones Unidas en Costa de Marfil se puso en marcha el 2004 con el objetivo de facilitar el cumplimiento de los acuerdos de paz. Después de las pasadas elecciones y la crisis política que se desencadenó, la ONUCI ha continuado sobre el terreno. ¿Hasta cuándo prevén trabajar en Costa de Marfil?
Nosotros tenemos un mandato del Consejo de Seguridad hasta junio del 2012. Hasta el último día de la misión, que no sabemos cuándo será, estaremos trabajando en los procesos de DDR y RSS.
¿Cómo están contribuyendo estos programas a la construcción de la paz?
Estos programas son una de las bases para proteger el proceso de paz. Con el trabajo de cohesión social dentro de las fuerzas armadas y de la construcción de un control civil estamos contribuyendo de manera muy completa en el proceso de paz. En el caso del DDR, obviamente la recolección de armas no es suficiente para garantizar la paz porque las armas circulan muy fácilmente. Pero sí que sirve para dar ejemplo a las comunidades, es un mensaje muy fuerte en términos simbólicos, de cohesión. La garantía de paz del DDR es la reintegración durable de los combatientes en la vida civil y esto no es parte del mandato de ONUCI, sino de todas las agencias de la ONU en este país, en particular el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
¿Cuáles son las principales amenazas para la consolidación de la paz en estos momentos?
En primer lugar, la inestabilidad de los países vecinos. La situación es complicada en Liberia, Guinea Bissau, Guinea Conakry y Nigeria, y el primer reto de Costa de Marfil es mantener el proceso de paz en un medio regional particularmente difícil. La segunda cosa es la reconciliación nacional y del estado de derecho después de 12 años de falta de democracia, de falta de justicia y cohesión social, de exacerbación de las diferencias étnicas en un país que nunca tuvo problemas étnicos. El reto es sobrevivir a los años del ex-presidente Gbagbo.