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El secreto para derribar a Mubarak

Ahmed Eid
Activista, miembro de la Coalición de Jóvenes Revolucionarios en Egipto
Ahmed Eid

Ahmed Eid

El carácter pacífico de nuestras actividades fue el secreto para derribar a Mubarak. En realidad, la palabra pacifismo no era una mera denominación que aplicábamos a nuestras actividades; más bien creábamos y pensábamos a menudo en las formas y los medios de poner de manifiesto el alcance del "pacifismo" de aquello que hacíamos. Esto era así, básicamente, no porque tuviésemos miedo de la ley, porque de todos modos el régimen dictatorial consideraba la simple publicación de un artículo en su contra como un acto ilegal. En realidad, la causa era nuestra percepción de que, día tras día, el pacifismo de nuestras actividades atraía a amplios sectores de ciudadanos a nuestras filas. Todo esto no empezó el 25 de febrero, sino muchos años antes. El punto culminante fue el mes de diciembre de 2004, cuando en la vida política egipcia apareció el primer movimiento que exigía la retirada de Mubarak. Era el "movimiento egipcio por el cambio", conocido como Kifaya –`basta´–. Fue el que reivindicó el lema "No a la prórroga, no a la herencia", es decir: no a la prórroga del mandato del presidente anterior, Mubarak, a las puertas de las elecciones presidenciales de finales de 2005, y no a los planes que pretendían hacer que su hijo heredara el gobierno. El movimiento causó una gran agitación política en la sociedad, y se organizaron manifestaciones pacíficas y paros de protesta en diferentes lugares. A pesar de que la efectividad del movimiento disminuyó un poco, la agitación política se fue ampliando y aparecieron otros movimientos de protesta, algunos de carácter legislativo, interesados en los derechos humanos y laborales, entre los cuales se encontraba el movimiento de los jóvenes del 6 de abril, que nació en 2008, cuando los trabajadores de una fábrica de la ciudad de El Mahalla El-Kubra, en la región de El Gharbia, anunciaron una huelga como protesta por su situación material y sus condiciones de vida. En ese contexto, un hombre y una mujer jóvenes comenzaron un llamamiento a la solidaridad con los trabajadores y acabaron consiguiendo que la huelga no se limitase a la fábrica, sino que se convirtiera en una huelga general en todo el país. Crearon un grupo en Facebook para difundir sus ideas, al que se adhirieron unos 70.000 miembros. El 6 de abril, la ciudad de El Mahalla, en la que se encuentra la fábrica, sufrió una represión salvaje por parte de las fuerzas de policía tras las manifestaciones encendidas por toda la ciudad. Ese mismo día, en El Cairo fueron detenidos varios activistas políticos, entre quienes se hallaban Ahmed Mahir e Israa Abdelfattah. Cuando salieron del arresto, ambos fundaron el movimiento de jóvenes 6 de abril.

En 2010, cuando en la ciudad de Alejandría murió un joven llamado Khaled Saeed a manos de los agentes de la policía por el mero hecho de ser sospechoso, Wael Ghonim y Abderrahman Mansour crearon una página de Facebook denominada "Todos somos Khaled Saeed". La página hizo suyo el caso de aquel joven y exigió la reapertura del procedimiento para aclarar las circunstancias de su muerte, proponiendo numerosas manifestaciones de solidaridad con la familia de Khaled Saeed. Un gran número de jóvenes no politizados se unió a la página y, a partir de aquí, Ghonim y Mansour pensaron en la necesidad de organizar paros de protesta y manifestaciones que atrajeran a ese sector no politizado de la juventud. Tales actividades debían ser "pacíficas" y no podían implicar peligro alguno para quienes participasen en ellas. Por ejemplo, el primer paro de protesta anunciado por la página web consistió en que los ciudadanos vistiesen ropa de color negro y se detuviesen en filas ordenadas en las aceras de las calles y del paseo del Nilo –la corniche–, con la condición de mantener cierta distancia entre las personas. Las fuerzas de seguridad quedaron perplejas: no sabían cómo enfrentarse a la hilera de ciudadanos de pie a lo largo de 6 km. Ghonim reivindicó estas actividades sin revelar su identidad. Cuando se dio cuenta de que algunas organizaciones políticas provocaban a las fuerzas del orden con proclamas, quiso coordinar el movimiento de los jóvenes del 6 de abril para preservar el carácter pacífico de las actividades y mantener el máximo control posible, de tal modo que no se dieran motivos de intervención a las fuerzas de seguridad, y que los jóvenes y los estudiantes no tuviesen miedo y no se apartasen definitivamente de aquellos movimientos.

En las últimas elecciones al Parlamento organizadas por el régimen anterior –y trucadas–, la página "Todos somos Khaled Saeed" hizo un llamamiento a los ciudadanos para que fueran a las urnas y escribieran el nombre de Khaled Saeed en la papeleta. Recuerdo una circunstancia que se produjo diversas veces: en más de una ocasión se cortó la corriente eléctrica en el país y las autoridades acusaron a los ciudadanos diciendo que el mal uso de la energía en las casas era la causa de aquellos repetidos cortes. La página hizo un llamamiento a sus miembros para que fotografiaran y publicaran casos en que el Gobierno incurría en un despilfarro de energía, indicando el lugar y el momento de los cortes de corriente.

En 2010, los miembros de un grupo de estudio de la Universidad de El Cairo consiguieron que una sentencia judicial ordenara expulsar de la Universidad a la guardia universitaria, dependiente del Ministerio del Interior, y crear unidades de seguridad civil dependientes del rector de esa Universidad. Cuando el ministro del Interior se negó a ejecutar la sentencia, decidimos organizar actividades para exigir la ejecución de la misma. Hicimos un llamamiento para manifestarnos dentro de la Universidad al que nadie respondió, de modo que me reuní con un grupo de estudiantes y les dije: debemos inventar, tenemos que crear una forma de poner de manifiesto el carácter pacífico de nuestra manifestación, para atraer a los estudiantes y hacer que se unan a nosotros. Pensamos en imprimir miles de tarjetas rojas como las que usan los árbitros de fútbol, para que los estudiantes las utilizasen, como si fueran árbitros, ante los oficiales del Ministerio del Interior que había en la Universidad. La idea tuvo un éxito sin precedentes. Los estudiantes sólo debían levantar una tarjeta roja cada vez que se encontraban con un agente, sin hablarle. A la mañana siguiente, los titulares de los periódicos decían: las universidades egipcias sacan la tarjeta roja a la guardia universitaria. Decidimos utilizar esas tarjetas de nuevo el 25 de enero, y nos dirigimos a los ciudadanos diciendo: todas las personas que quieran echar a Mubarak, que le saquen tarjeta roja.

Estos son algunos ejemplos de las muchas actividades que se hicieron y que, debido a su carácter pacífico, favorecieron la participación de jóvenes de diferentes clases sociales. En Egipto, desde 1951, el 25 de enero se celebra el día de la policía, ya que en esa fecha los oficiales de una comisaría de policía de la ciudad de Ismailia respondieron a un intento de asalto de la misma por parte de las fuerzas de ocupación británicas. En 2009, la relación entre el Ministerio del Interior y los ciudadanos llegó al mismo punto, y un amplio sector de las elites políticas y jurídicas reivindicó la necesidad de revisar de nuevo las políticas del Ministerio del Interior y la necesidad de respetar los derechos humanos. Pero el presidente Mubarak, en un gesto que sorprendió a todos, declaró la fiesta de la policía como día de fiesta oficial para todo el país. Esto se consideró como una recompensa de Mubarak al estamento, policial y, por tanto, como un acto de apoyo ante las críticas –legítimas– contra sus prácticas. El movimiento de los jóvenes del 6 de abril decidió entonces transformar esa celebración haciendo un seguimiento de las ilegalidades cometidas por la policía a lo largo del año, de tal modo que empezaron a distribuir fotografías de la policía implicada en acciones ilegales y en torturas a los ciudadanos. A mediados de diciembre de 2010, nos preparábamos para el día de la policía del 25 de enero de 2011 y decidimos manifestarnos en las zonas populares alejadas del centro de la capital y organizar marchas hasta las sedes del Ministerio del Interior para exigir la dimisión del ministro. El éxito de la revolución en Túnez fue un factor de esperanza para los ciudadanos de Egipto. Todos los grupos políticos estuvieron de acuerdo en no hacer ninguna reivindicación partidista y deseaban que las marchas populares reclamasen cuestiones sociales que afectaban a los ciudadanos. Mientras marchábamos por las calles gritábamos a los ciudadanos que permanecían en sus hogares: "Bajad de vuestras casas, marchamos para llevar vuestros derechos". Nuestra intención era no cortar las calles y dejar espacio para el tráfico de forma que nadie saliera perjudicado y se convirtiera en un adversario o, por lo menos, para que no se opusiera a nuestros objetivos y respetase nuestro derecho a manifestarnos pacíficamente. Esto es lo que habíamos acordado y así lo hicimos. Algunos estuvieron en contra, pero dentro de los límites de nuestras fuerzas y de nuestra capacidad, deseábamos respetarlo, e incluso cuando nos encontramos camiones y transporte del ejército, que dependían del Ministerio del Interior y que no se enfrentaron con nosotros, les aplaudimos.

En el corazón de la plaza Tahrir, el arte tuvo un papel muy importante para hacer llegar nuestro mensaje, porque un grupo de hombres formó un rincón para las caricaturas, anunciando que aceptaba todo tipo de trabajos artísticos. Muchas de las obras que allí se expusieron se burlaban de las consignas que lanzaban los cuerpos de seguridad y hacían reír a la gente. Un grupo de músicos cantaba cantos revolucionarios y otros se reían del régimen. Y así hasta que conseguimos hacer caer a Mubarak.