En profundidad

Artículos centrales

Voces y miradas

Stefano Puddu, Oriol Leira i Elena Grau
Coordinadores del número
15M

Foto: Olmo Calvo

En este texto hemos recogido las voces de dos mujeres y dos hombres que han vivido en primera persona los acontecimientos ocurridos en algunas de las ciudades cuyas plazas se han convertido por un tiempo en espacio de protesta, de encuentro y de diálogo enviando un mensaje que pedía ser escuchado. En Barcelona, Martí Olivella, objetor del servicio militar obligatorio durante la década de 1970, con un largo recorrido de compromiso con la noviolencia y actualmente director de la entidad de innovación social NOVA; en Milán (y Roma) Barbara di Tommaso, vinculada a los movimientos sociales desde principios de los años ochenta, activa en el ámbito social como educadora y formadora; en Bruselas y en diversas ciudades de California, Elisabetta Cangelosi, joven activista de los movimientos "altermundialistas" para el desarme, la noviolencia, la economía alternativa, etcétera, que investiga sobre el derecho al agua como bien común; en Cagliari, Enrico Euli, filósofo y activista noviolento, organizador de las primeras acciones noviolentas en Comiso (Sicilia) a principios de los años ochenta y uno de los más incisivos exponentes en el ámbito de la reflexión y la formación noviolenta.

¿Qué destacarías de los movimientos que han tomado las plazas a lo largo de 2011? ¿Qué papel crees que ha tenido la práctica de la noviolencia?

Martí Olivella: El 15M es un movimiento espontáneo que expresa la indignación de una inmensa parte de la ciudadanía contra el hecho de que el sistema político nacional haya quedado sometido por el sistema financiero global. Los parlamentos no pueden representar a los pueblos; pierden legitimidad porque ya no tienen competencias sobre los temas clave. Una de las fuerzas de este movimiento ha sido que, desde el inicio, se ha declarado pacífico y ha rechazado, como provocación, cualquier violencia. Durante un mes ha sido capaz de evitar, con más intuición que formación o experiencia, y generando la admiración de todo el mundo, cualquier acto violento, ni siquiera para responder a la violencia gratuita y extrema de la policía promovida por el consejero Puig el día 27 de mayo en Barcelona.

Barbara di Tommaso: Una vez más, me llama la atención la belleza de la diversidad (géneros, generaciones, etnias, estilos, gustos musicales, trayectorias, eslóganes…): quienes salen a la calle son decenas de miles de personas no resignadas, y hacen camino juntos para decir que así no se puede seguir. Es verdad que el movimiento es poco organizado, y en cierto modo es bueno que sea así. Porque el capital social que representa tiene que estar poblado de jubilados, mujeres, niños pequeños, discapacitados en silla de ruedas, señoras con el carrito de la compra. Cada uno con su cartel o pancarta o símbolo, en una auto-representación colectiva única. Esta ciudadanía activa y difundida se organiza caso por caso en torno a objetivos concretos y no desaparece, aunque lo parezca, porque vuelve a trabajar en los barrios, en las escuelas, en los espacios de participación… Y esta vez con la consciencia de que representa al 90 por ciento de los humanos. ¡Es una oportunidad y a la vez una gran responsabilidad ser mayoría en el planeta!

Elisabetta Cangelosi: Tanto en Europa como en Estados Unidos, independientemente del grado de consciencia y de conocimiento práctico, es un hecho que la "noviolencia" o, al menos, la "no violencia", ha sido un rasgo común, difundido y compartido; y esto tanto a la hora de tomar o mantener la presencia en plazas y calles, como en lo que hace a la metodología de la asamblea y de los procesos deliberativos. Ha sido la primera vez que he tenido ocasión de participar en asambleas "facilitadas" en el sentido más estricto del término, fuera de un entorno declaradamente "noviolento", en sentido fuerte. En el caso de la facilitación, se trata de una opción consciente; en otros casos, no es fácil decir hasta qué punto la orientación genéricamente noviolenta de ciertas metodologías se puede considerar deliberada; sin embargo, los resultados son merecedores de interés y atención, especialmente desde la práctica de los movimientos sociales.

Enrico Euli: A mí todo esto se me ha presentado como una tercera ventana de oportunidad, después de la primera de 1989 con la Perestroika, la caída del muro de Berlín y los acontecimientos de la plaza Tian'anmen, y la segunda de 2001 con el G8 en Génova y luego el 11 de septiembre, ambas oportunidades perdidas. Quizá sea la última para mi generación: la primavera árabe y norteafricana, la catástrofe económico-financiera en Occidente, el retorno de los conflictos entre pobres y ricos, excluidos e integrados, jóvenes y adultos/mayores… Creo que el sistema nunca ha sido tan débil, independientemente de nosotros, ni el riesgo de una implosión catastrófica tan cercano. Por eso el uso de la violencia se vuelve cada vez más explícito. Naturalmente, la renuncia a la violencia puede tener algún efecto disuasorio (aunque no siempre, como vemos en Siria o Israel), pero el punto está en que su incidencia, a la hora de cambiar la situación, es mínima.

¿Hacia dónde te parece que van las cosas? ¿Qué nos piden estos tiempos?

Elisabetta Cangelosi: En Bruselas, igual que en el East Bay, al lado de personas activas desde hace tiempo en el terreno político y social, podíamos ver un alto porcentaje de hombres y mujeres que simplemente tenían la necesidad de expresar su desacuerdo con las condiciones actuales en que se encuentra el mundo. Esta es una diferencia importante respecto a los movimientos anteriores y al mismo tiempo un punto de fuerza en esta nueva re-acción a las injusticias y a las disfuncionalidades del sistema. Darse cuenta de que, con un océano de por medio, haya realidades comparables que se estructuran y se gestionan en formas tan parecidas, hace que te sientas "en casa" y te deja la sensación de que alguna semilla se está difundiendo con una dinámica autónoma, casi sin una consciencia exacta del "cómo".

Martí Olivella: Se está generando una nueva cultura política ciudadana que toma la palabra sin intermediaros políticos, que se conecta directamente sin el filtro de los medios de comunicación manipuladores; que no solo habla sino que delibera y decide, que no solo se manifiesta en contra sino que elabora y practica propuestas, que ocupa el espacio público para hacerlo del pueblo y no para montar un espectáculo. El paso del tiempo nos puede hacer madurar o nos puede hacer decaer. Quizá haga falta concretar algún objetivo asequible y mantenerse hasta conseguirlo. Quizá hay que poner a punto herramientas en la red que nos permitan dar continuidad y conectar asambleas y ciudadanos más allá de los límites del espacio y del tiempo.

Barbara di Tommaso: "El capitalismo ha capitulado", decía un cartel en la manifestación de Roma… Sí, el sistema ha entrado en una crisis irreversible por exceso de voracidad, pero ahora la pregunta es: ¿qué nos imaginamos, qué podemos crear para el día después? Se podría volver a empezar con los bienes comunes, como sugieren Zizeck y los comités para la defensa del agua (y otras experiencias parecidas, en muchas micro-realidades sociales y políticas de ámbito local, nacional, mundial); es una perspectiva que me estimula y sobre la que me gustaría profundizar y practicar, pero ¿quién se apunta? Haría falta inventar, pensar, proponer, intentarlo; necesitamos imaginar cómo será. Por eso tenemos que preguntarnos cómo querríamos que fuera. Y a partir de aquí dialogar con otros ciudadanos y movimientos y encontrar acuerdos sobre objetivos que hay que perseguir con coherencia y tozudez.

Enrico Euli: Ante lo que está pasando, creo que realmente ha llegado el momento de intentar no colaborar y desobedecer de forma masiva. Se trata, incluso, de estar quietos, de ejercer activamente la pasividad, de vaciar la concha. Si no hacemos este salto, nos quedaremos necesariamente sometidos a las amenazas y al chantaje del "sistema", que –a pesar de nuestras protestas y demandas— no nos considerará creíbles –yo diría que con razón--, no se avendrá a negociar con nosotros, y al cabo de poco, ni siquiera simulará que nos escucha. Por eso nos tenemos que preguntar si somos capaces de tocar los verdaderos intereses de nuestros adversarios (dinero y consenso/poder), y sobre todo si estamos dispuestos a perder algo, si somos auténticos y estamos a la altura del conflicto en juego. O bien la noviolencia es "un equivalente moral de la guerra", o simplemente no es.