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Negociar las paces y construir la paz: lecciones aprendidas, con la mirada puesta en Colombia

Rafael Grasa
Presidente del Instituto Catalán Internacional para la Paz
Rafael Grasa

Rafael Grasa

Como se ha dicho en el editorial, negociar las paces y hacer la paz son procesos indisolublemente ligados, tanto en lo conceptual, como en la dimensión práctica, de intervención. Y eso es justamente lo que hace el presente artículo, aclarar qué es y qué puede esperarse de un proceso de paz, establecer los vínculos con la construcción de paz desde los conocimientos y lecciones aprendidas del momento. Así podrán tomarse en consideración desde el principio de este nuevo intento negociador y, si tiene éxito, al abordar los escenarios postconflicto violento.

Empezaremos recordando que pocas expresiones son tan engañosas, en particular vistas desde la resolución y transformación de conflictos, como "proceso de paz". La expresión alude en la práctica a una heterogeneidad de procesos de negociación política para poner fin a un conflicto armado prolongado, negociaciones con diferentes protagonistas, formatos, objetivos y, por supuesto, resultados. Vamos a verlo.

Primero, conceptualmente, un proceso de paz es simplemente una iniciativa de paz persistente que implica a los diferentes protagonistas de un conflicto armado.O sea, negociaciones políticas, con contextos cruciales y diferentes, que persiguen resultados de "paz" en sentido restringido: fin de las hostilidades armadas y algunos acuerdos para encarar el posterior proceso de rehabilitación y reconstrucción posbélica. En el mejor de los casos, en perspectiva comparada, son negociaciones de las que puede surgir una "hoja de ruta" parcialmente consensuada sobre el proceso de construcción real de la paz, de transformación de conflictos, centrado en las "tres R": reconstrucción, resolución y reconciliación.

Segundo, se trata por tanto de negociaciones políticas para poner fin a un enfrentamiento armado prolongado,que puede haber pasado por diferentes fases y etapas, algunas inclusos de baja o nula violencia. Si, como sucede en la óptica del ICIP, el objetivo último es la transformación de los conflictos (es decir, modificar relaciones sociales injustas y alterar de forma sustantiva la situación que engendró o aceleró el motivo de la disputa y el recurso a la violencia), la reconciliación adquiere un papel clave, en la medida en que el conflicto (entendido como disputa o antagonismo entre partes) seguirá existiendo tras el acuerdo de paz. Lo que se aspira a lograr, lo que puede cambiarse, es disminuir o eliminar la probabilidad de recorrer a formas y conductas violentas en su gestión. Conviene no olvidar que todos los procesos de paz son frágiles y la mayoría de ellos fracasan antes o temprano.

Tercero, el análisis de procesos de paz reales de las últimas décadas, incluyendo los que recurren a diplomacias multinivel y no sólo a acuerdos por arriba, muestran que hay que prestar atención a diferentes temas y fases: a) la preparación para la paz; b) las negociaciones en sentido estricto; c) la gestión de la violencia, siempre difícil de gestionar, habida cuenta de que menudean ejemplos de episodios violentos incluso durante el proceso negociador aunque –a diferencia del caso que nos ocupa- se haya partido de un alto el fuego; d) los acuerdos de paz específicos; y e) la construcción y consolidación de la paz, con las ya comentadas "tres R".

Cuarto, respecto del conflicto y de las negociaciones, la teoría y la práctica sostienen que el éxito depende, aunque sin ser condición suficiente, de buscar resultados ganar-ganar y compromisos entre las partes. No obstante, las posturas iniciales de las partes suelen mostrar estrategias "ganar-perder", que, a menudo llevan a resultados "perder-perder", malos para todas las partes. Por consiguiente, la tarea de la resolución de conflictos es ayudar a las partes a que sean capaces de convertir juegos de suma nula ("ganar-perder") en juegos de suma positiva, con resultados en que todos cambian. En suma, el éxito exige negociar en función de intereses y necesidades y no a partir de posturas y posiciones. Para ello es clave la intervención de terceras partes en las negociaciones, búsqueda de salidas a aparentes callejones cerrados, para establecer nuevas pautas de comunicación.

Quinto, el papel de las terceras partes. Concretamente, la posguerra fría ha mostrado nuevos campos y posibilidades, más amplias y eficaces, de la intervención facilitadora de terceras partes. Las lecciones aprendidas nos muestran eso con la ampliación real del significado de la diplomacia multilateral, que pasa a ser multinivel, posibilitando intervenciones de abajo a arriba (bottom-up), un nuevo papel de los constructores de paz (peacemakers) internos y en general un creciente protagonismo de los mediadores y facilitadores no oficiales (track 2, en la jerga, como iglesias, ONG, centros especializados) y también de las organizaciones ciudadanas y de base (track 3). Un conocido triángulo o pirámide de Lederach muestra eso de forma visual. En el caso que tenemos en la cabeza, cabe recordar que a distancia, muchos actores pueden estar estos meses en la mesa de La Habana.

Ello me lleva a una sexta reflexión, final, en clave de lecciones aprendidas a partir del debate entre William Zartman y John Paul Lederach. Lederach ha sostenido frente a la tesis del primero de que sólo puedan considerarse fructíferas las negociaciones en que se ha llegado a una situación de "madurez" (ripeness) o de bloqueo en el campo de batalla mutuamente nocivo para los contendientes (hurting stalemate), que lo importante son los procesos de largo aliento y a largo plazo. Por usar sus palabras, si buscas hacer las paces primero hay que esforzarse en visualizar el resultado a largo plazo: construir o hacer la paz, transformar el conflicto. Nada está maduro nunca si previamente no cultivas el suelo, lo que implica desbrozar la tierra, hacerla fértil, dejarla descansar y regenerarla. La solución y transformación del conflicto debe cultivarse y prepararse. No se pueden hacer las paces si antes, durante y después de las negociaciones directas no nos afanamos en hacer la paz y en analizar la factibilidad y la forma de llegar a los escenarios postconflicto bélico deseados.

En síntesis, el núcleo básico de la tarea de construcción de la paz es justamente alimentar y sostener relaciones auténticas, comprometidas, entre las diversas líneas y fracturas en conflicto, o por tanto, los diversos actores, directos e indirectos, en el conflicto. Por eso hoy las paces en Colombia no sólo dependen de lo que suceda en La Habana, o en las diversas capitales de los países que actúan como facilitadores y garantes del proceso. Depende también en gran medida de lo que se está haciendo y se hará en ciudades y comunidades de Colombia, y en muchos otros lugares del mundo. Como ha señalado Oliver Richmond, debemos entender la paz a la vez como proceso y como meta, como un proceso, junto con el desarrollo y la democracia, de construcción constante.