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Región de los Grandes Lagos: Conflictos por los recursos

Jordi Palou i Loverdos
Abogado ante la Corte Penal Internacional y mediador nacional e internacional en conflictos
Jordi Palou

Jordi Palou

Muchos expertos internacionales explican los conflictos armados en la región de los Grandes Lagos como conflictos de naturaleza tribal o entre etnias que se odian a muerte, con poca o accidental intervención externa o internacional. Cuando se profundiza detenidamente sobre dichos conflictos violentos pueden observarse antiguas pasiones humanas bajo nuevas formas de guerra y explotación: no es casual que la parte oriental de la República Democrática del Congo –que ha sido uno de los escenarios de los conflictos bélicos más trágicos de las últimas décadas– sea una de las zonas más ricas del planeta en recursos naturales valiosos, minerales estratégicos de vital importancia: coltan, diamantes, cobre, cobalto, oro, estaño, zinc, manganeso, madera, por mencionar solo algunos.

Posteriormente a la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, se diseñó una estrategia para hacerse con el control de los recursos más importantes del este del Zaire, todo ello utilizando diversos instrumentos, incluido el militar. Para alcanzar algunos de estos objetivos se estimó que era más adecuado no hacerlo directamente ni frontalmente: era preferible llevarlo a cabo paso a paso, por etapas. Ruanda fue la primera. Precisamente como resultado de los acontecimientos que tuvieron lugar en 1994 en Ruanda (conocido como "el Genocidio", cuando miembros de las comunidades hutu, tutsi i twa fueron violentamente asesinados), muchos abandonaron sus casas y tierras para ser instalados en campos de desplazados internos, y más de un millón de ruandeses –mayoritariamente pertenecientes a la etnia hutu– huyeron de su país y se establecieron en campamentos de refugiados, en su gran mayoría en el entonces Zaire (actual República Democrática del Congo) y otros países fronterizos con Ruanda. Los campos de refugiados del Zaire se instalaron en su gran mayoría en la zona este del país, enclaves que coincidían en muchas ocasiones con zonas ricas en yacimientos minerales.

Aunque el régimen de Ruanda manifiesta desde ese momento –y de forma invariable hasta nuestros días– su preocupación por la seguridad de sus fronteras con el entonces Zaire, lo cierto es que el control sobre esta zona estratégica y valiosa en recursos naturales se ha revelado objetivamente como el núcleo que ha tenido como causa y consecuencia dos guerras que han causado un sinfín de víctimas no solo ruandesas sino sobre todo congolesas e involucrado a varios actores estatales de África Central y sus ejércitos, además de actores no estatales claves, tanto militares y logísticos como centrados en la extracción, el transporte y la distribución de recursos naturales valiosos.

En los años 1996 y 1997 la fuerza APR/FPR (Armée Patriotique Rwandaise/ Front Patriotique Rwandais, en adelante, Ejército Patriótico Ruandés/Frente Patriótico Ruandés) procedió al ataque sistemático a los campos de refugiados hutus del este del entonces Zaire y a la eliminación de cientos de miles de ruandeses y congoleses, organizando el pillaje de recursos minerales, como diamantes, coltan, oro, entre otros, para lo cual creó una compleja madeja dirigida por el "Congo Desk", la Directorate Military Intelligence, la External Security Office (servicios de inteligencia militar desplegados en el exterior de Ruanda) y empresas ruandesas, apoyados por multinacionales y poderes occidentales. Dichas actividades prosiguieron en una segunda invasión militar a partir de 1998, matanzas y pillaje que continúan en la actualidad en el este de la República Democrática del Congo

El Secretario General de Naciones Unidas nombró un Panel de expertos que elaboraron diversos informes concluyentes en los que se detallaba la responsabilidad destacada del APR/FPR y del ejército ugandés – entre otros grupos militares- en el saqueo de los minerales estratégicos durante las dos guerras, tanto la correspondiente a 1996-97 como la iniciada en 1998 que aún no ha finalizado por completo:

25. La explotación ilegal de los recursos por Burundi, Ruanda y Uganda adoptó diferentes formas, entre ellas la confiscación, la extracción, el monopolio forzado y la fijación de precios. De estas formas, las dos primeras alcanzaron unas proporciones que hicieron que la guerra en la República Democrática del Congo fuera un negocio muy lucrativo.

26. La explotación ilegal por extranjeros ayudados por congoleños empezó con la primera "guerra de liberación" en 1996. Los rebeldes de la AFDL, apoyados por los soldados de Angola, Ruanda y Uganda, conquistaron las regiones oriental y sudoriental del Zaire. A medida que avanzaban, el entonces dirigente de la AFDL, el difunto Laurent-Désiré Kabila, firmó contratos con cierto número de compañías extranjeras. Numerosos testimonios y documentos llevan a pensar que, para 1997, había comenzado a actuar en la región oriental de la República Democrática del Congo una primera ola de "nuevos comerciantes" que hablaban solamente inglés, kinyarwanda y kiswahili. Empezaron a denunciarse con frecuencia robos de ganado, de café y de otros recursos. Para cuando estalló la guerra de agosto de 1998, los ruandeses y los ugandeses (los oficiales superiores y sus adjuntos) tenían una clara idea del potencial de recursos naturales existentes y de su ubicación en la región oriental de la República Democrática del Congo.

En dichos informes de expertos también se pone de manifiesto la responsabilidad de empresas multinacionales occidentales en el pillaje y la explotación ilegal de esos recursos. Dichas acciones han servido para financiar la guerra y para continuar con la perpetración de crímenes contra la humanidad y la violación sistemática de derechos humanos. Algunas de estas empresas son multinacionales y otras operan a nivel nacional o local.

La gestión de estas guerras y los conflictos violentos en los que han intervenido actores estatales, actores no estatales, la comunidad internacional en general, las instituciones internacionales, las instituciones regionales,  las corporaciones multinacionales, junto con los mercenarios, el saqueo masivo, el tráfico internacional de diversos recursos y también de personas, entre otros factores, han causado crisis humanitarias sin precedentes en África Central. Incluso sus consecuencias todavía perduran en toda África y se expanden más allá de sus fronteras, en este imparable y destructivo bumerán en el escenario de un mundo globalizado.