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Actualidad del pensamiento noviolento

Pere Ortega
Centre Delàs d'Estudis per la Pau
Pere Ortega

Pere Ortega

En época de crisis --y no sólo económica--, hablar de la obra de Gandhi constituye un desafío a la vulgaridad del pensamiento dominante. También, sobre todo, por su enorme actualidad si se considera la violencia surgida después del 11-S por parte de los fundamentalismos --que dicen inspirarse en religiones-- del terrorismo islamista tanto como del de George Bush, que comenzó guerras invocando a la Biblia. Y es que la noviolencia de Gandhi se inspira precisamente en los fundamentalismos de las religiones para iluminar un nuevo pensamiento social y político.

La noviolencia de Gandhi casi no tiene precedentes en la historia, con la única excepción de León Tolstoi, con quien el joven Gandhi había mantenido correspondencia y quien le influyó. Es a Tolstoi a quien cabe atribuir el inicio del pensamiento noviolento como acción política. Tolstoi construyó su pensamiento basándose en los principios cristianos de amor universal y del devolver bien por mal, lo que le llevó, en consciencia, a rechazar toda ley estatal que implicara violencia. De aquí surgió un enfrentamiento con el Estado, por el que sentía un enorme menosprecio y al que atribuía las mayores perversiones; entre las más destacadas: subyugar a los ciudadanos y preparar ejércitos para hacer la guerra. Ante ello, propugnaba la existencia de un solo camino posible: la objeción de consciencia.

Pero Gandhi fue mucho más lejos. Lo que en Tolstoi son intuiciones para una paz universal enfrentada a la maldad de las leyes de los Estados, en Gandhi se convierte en corpus teórico bien fundamentado, construido a partir de un sistema de valores que, basado en la noviolencia, sirve como reglamentación social para cualquier comunidad. Él mismo lo llevará a la práctica primero en la defensa de los derechos civiles de los indios en Sudáfrica, después en la India, en la lucha por la independencia del dominio británico. De aquí surgen las ideas con que convencerá al pueblo indio, primero, y al resto de la humanidad, después, siempre considerando que, como Tolstoi, Gandhi recurre a los textos en los que se fundamentan las grandes religiones.

No sólo se apoya en la Biblia: Gandhi también se inspira en el Corán, en el Gita y en el Mahabarata, así como lee el Zen, a Confucio y a Buda. Del Bhagavad Gita es de donde extrae la máxima de no hacer daño, la ahimsa, término formado a partir de una negación (a), y de la palabra himsa (hacer daño). Implica no causar daño a nada vivo (personas, animales o medio ambiente). La idea se completará a partir de la lectura del Evangelio, por su mensaje de amor, paz y perdón, y muy especialmente, del Sermón de la Montaña, por el que Gandhi siente gran admiración.

De este modo, el concepto de noviolencia creado por Gandhi no puede tomarse como simple innovación en el mundo de las ideas. Tampoco es una nueva utopía social, sino una revolución equiparable en magnitud a la teoría de la separación de poderes de Montesquieu o de la plusvalía de Marx, y que representa, como éstas, un nuevo paradigma para la transformación social de la humanidad.

Lo demuestran también la cantidad de seguidores que ha tenido Gandhi, tato en el terreno de la acción política --Luther King, Petra Kelly, Nelson Mandela, Vandana Shiva, Aung San Suu Kyi, Dalai Lama, Ibrahim Rugova, Corazón Aquino y tantos otros--, como en el ámbito teórico de la noviolencia, donde la lista podría ser extensa. Hasta donde yo conozco, de Italia nos han llegado los textos de Lanza del Vasto, Lorenzo Milani, Aldo Capitini, Danilo Dolci y Giani Pontara; de Estados Unidos, los de Gene Sharp, el académico que ha desarrollado la noviolencia como metodología, y una larga cola de autores no traducidos en nuestra casa; de Francia, Jean Marie Muller; de Reino Unido, Bar de Ligt y Michael Randle; de Noruega, Johan Galtung; y Gonzalo Arias, el más conocido de parte del Estado español.

La noviolencia gandhiana podría sintetizarse en estas breves ideas: que la sociedad noviolenta se tiene que construir de abajo arriba, de manera democrática, buscando el consenso y convenciendo a la gente para transitar por el camino de la verdad; que la búsqueda de verdad sólo puede alcanzarse a través de la reflexión con uno mismo, apelando a la consciencia y preparando el cuerpo y la mente para la lucha para la transformación; que para combatir la injustica y prevenirla hay que conocer y escoger las formas de lucha noviolentas; que una vez situado de dónde proviene el mal, hay que convencer al rival pero nunca destruirlo, ya que es necesario respetar al contrario y hacerle justicia, y trabajar para eliminar las desigualdades porque subyugan a las personas: entre hombre y mujer y entre clases sociales. Desde este punto de vista de desigualdades culturales y de estructura social, la noviolencia es un medio y un fin a la vez, por tanto no es sólo un método, es también un pensamiento holístico y emancipador que abraza a toda la humanidad.