En profundidad
Periodismo de conflicto. Tiempo, lugar y circunstancias
Alberto Arce
La ciudad de Misrata, en Libia, lleva dos meses asediada y aislada del resto del país. Su única entrada practicable es por vía marítima, a través del puerto. Desde que comenzó el asedio, a finales de febrero, cuatro barcos han mantenido los suministros de armas y víveres que los rebeldes y la población necesitan para mantener sus posiciones militares y la supervivencia de la población.
Si un periodista extranjero quiere acceder a la ciudad para informar sobre la situación, debe jugar con el acceso a un lugar relativamente complejo, el tiempo que puede dedicarle y el espacio en medios que puede conseguir a cambio, para decidir, primero, si es factible, y después, si es rentable. Debe también tener en cuenta la variable independiente. Dos fotógrafos han muerto y un blogger francés ha sido gravemente herido desde que comenzó la batalla en la ciudad.
La primera de las variables es la del contacto: conocer y convencer a las personas que fletan los barcos; números de teléfono, correos electrónicos y cartas de presentación; identificarse y convencer a personas que tienen otras prioridades de la importancia de permitir a periodistas acceder a la zona.
La segunda de las variables es la paciencia. ¿Cuanto tiempo es necesario?, ¿hasta dónde llega lo razonable de la estancia? Cada día que pasa aumenta la confianza derivada del conocimiento del lugar y las personas, también el número de ocasiones en las que se asumen riesgos.
Llega la historia. El lugar, las personas, el relato y sus posibilidades. Sumarse a una unidad rebelde y acceder a los lugares de combate. El acceso a primera línea, con total libertad y de la mano de los combatientes es, precisamente, una de las grandes excepcionalidades de este conflicto. Una de las características que lo convierten en diferente a otros conflictos contemporáneos.
Un periodista puede elegir una unidad de rebeldes y pasar con ellos tanto tiempo como quiera, acompañándoles en combate, durmiendo en sus posiciones. Puede compartir tanto tiempo como pueda permitirse. Puede también, cambiar de posición cada día, y decidir así lo que quiere documentar.
En Misrata, el catálogo de escenas que pueden fotografiarse es amplio. Somos testigos de escenas de combate urbano, casa por casa, con armas ligeras. Del uso de ametralladoras individuales y antiaéreas, de ataques con RPG. De bombardeos de mortero y desde tanques o del lanzamiento de cohetes Grad desde ambos lados de la trinchera. Sin olvidar la amenaza transversal que suponen los francotiradores.
Sin olvidar lo que sucede en los hospitales, de la situación de miles de familias refugiadas en escuelas o de cientos de trabajadores africanos que se hacinan en el puerto a la espera de un barco para huir de la ciudad. Misrata es una ciudad sitiada, con una salida al mundo, la marítima, que únicamente se encuentra practicable unas cuantas horas a la semana.
Desde el punto de vista estrictamente profesional, Misrata es un reto para cualquier periodista que entienda la cercanía como metodología de trabajo. Es una experiencia única y extraordinaria por la gran variedad de aspectos del conflicto armado que se concentran en un espacio muy limitado. Es un lugar donde se dirime una guerra al mismo tiempo que se ha gestado una revolución. Es un un país árabe donde la religión no es el motor del conflicto y donde, pese a que a algunos les suene extraño, el petróleo no es la única razón por la que se lucha.
Misrata es un catálogo de escenarios para el periodismo de conflicto. Siempre y cuando no se olvide nunca que, además, es el lugar donde varios cientos de miles de personas sufren y esperan que alguien lo cuente por ellos. Porque contarlo quizás sirva para contribuir a su alivio.