Tribuna

A un año del Tratado de Comercio de Armas: moderadamente optimistas

Javier Alcalde
Instituto Catalán Internacional para la Paz
Javier Alcalde

Javier Alcalde

Dentro de un año, durante el mes de julio de 2012, tendrá lugar en Nueva York la negociación final del primer Tratado Internacional de Comercio de Armas. Con motivo de esta efeméride, desde el ICIP hemos abierto un espacio virtual que quiere servir de foro de información y debate sobre todo lo que tenga que ver con el TCA.

Recordemos que no será un tratado estrictamente de desarme, porque no prohibirá ningún tipo de arma (a diferencia del tratado antiminas o de las municiones de racimo), sino que regulará sus transferencias, su comercio, tal y como sucede con los intercambios comerciales de cualquier otro producto: desde tomates a reproductores de música, desde coches a apartamentos o incluso la controvertida propiedad intelectual, a menudo entendida como un producto más.

Recordemos también que será un tratado que englobará todas las armas convencionales, es decir: por un lado, las ligeras, responsables de la mayor parte de la violencia armada que se produce cada día en el mundo; y por otro, el armamento pesado, como aviones o tanques, que mueve mucho dinero y que es el que tiene en cuenta el anuario del SIPRI para elaborar las listas de principales productores, exportados e importadores de armas.

Liderando esta lista, año tras año, nos encontramos a los Estados Unidos de América, uno de los países que se han mostrado menos favorables a la firma de un posible TCA. A estos países los llamamos escépticos. Y si bien el cambio de Bush a Obama se ha notado y mucho, en cuanto a la actitud de los representantes estadounidenses en Naciones Unidas, lo cierto es que sigue estando dentro de este grupo de escépticos. Y en unas negociaciones donde las decisiones se tomarán por unanimidad, esto quiere decir que cada uno de los países de este grupo tiene, en teoría, un poder de veto que le permite imponer sus intereses.

En la práctica, sin embargo, la amenaza de los otros países de recurrir a un proceso paralelo más rápido y eficiente (como el reciente proceso de Oslo en el caso de las municiones de racimo o de Ottawa en el de las minas antipersona), donde sólo participen los estados favorables al tratado, donde no exista la regla de la unanimidad y donde el resultado pueda ser un documento más ambicioso y con criterios más estrictos que lo que se espera obtener en el proceso actual, puede facilitar el hecho de que se lleguen a acuerdos en el mismo marco de Naciones Unidas, algo impensable hace pocos años.

En cuanto a los EEUU, será fundamental transmitir el mensaje de que no se está cuestionando la posesión de armas por parte de los civiles (este aspecto queda fuera de las negociaciones del tratado desde el principio, dado que sólo se busca regular el comercio internacional), un asunto clave para el influyente lobby estadounidense NRA (National Rifle Association), que a menudo interviene en la opinión pública de EEUU señalando que el TCA pondría en peligro la tenencia de armas de los ciudadanos estadounidenses.

A día de hoy, tanto los activistas como los diplomáticos son moderadamente optimistas en cuanto a la consecución del TCA. Hay países que han mostrado un liderazgo desde los inicios del proceso, como el Reino Unido, que además ha sabido incluir buena parte de la industria nacional entre quienes apoyan este tratado. Y ello ha sido posible, porque en ningún caso se está cuestionando el comercio de armas en sí, sino sólo aquel que es considerado ilegítimo. En otras palabras, el que permite transferencias de armamento a países que lo utilizarán para la represión interna o para agresiones externas a otros estados.

De forma similar, la industria productora y exportadora de armas está tranquila, porque confía, tal y como ocurre en las regulaciones nacionales y regionales existentes (por ejemplo, en la Unión Europea), que la última palabra en el momento de implementar el tratado la tendrá cada estado a través de las respectivas legislaciones nacionales, y que, por tanto, no se concederá a la sociedad civil un rol tan activo o incluso dominante, como el que tiene a la hora de controlar la aplicación del tratado de las minas antipersona.

Estos aspectos son claves para entender el limitado alcance de un tratado que, sin embargo, supondrá un avance, dado que no existe aún ninguna regulación a nivel mundial sobre el comercio de armas. Por lo tanto, optimistas, sí, pero de una forma moderada. Asumiendo que habrá tratado (crucemos los dedos), aunque quedará mucho por hacer.